Puede que durante el reciente y fallido proceso de investidura presidencial Pedro Sánchez y Albert Rivera (PSOE y Podemos) hayan transmitido una imagen de entendimiento y buen hacer personal en aras de la llamada ‘gobernabilidad’. Y que Mariano Rajoy y Pablo Iglesias hayan sido vistos como intransigentes y hasta como demagogos, cada uno a su estilo.

Sin embargo, y esto sí que es paradójico, lo cierto es que los tenidos por moderados y defensores de la centralidad política, han sido quienes en ese trámite parlamentario más han traicionado sus manifestaciones previas. Eso sí, justificándose por tener que ceder en las negociaciones -dijeron- para alcanzar el gobierno estable que necesita el país, obviamente bajo su dirección y renunciando a lo que antes habían prometido de forma solemne a los electores que les votaron: nada hay nuevo, pues, bajo el sol de la política. Y ya hubiéramos visto después, en su caso, qué parte de lo prometido para instalarse en La Moncloa se habría cumplido o incumplido…

Por el contrario, quienes en el mismo proceso han podido mostrarse como los malos de la película, los intransigentes a ultranza, son los únicos que no rectificaron sus posiciones programáticas y de partida electoral: PP y Podemos. Lo que tampoco significa que no lo hicieran después desde sus eventuales poltronas gubernamentales (el caso de Rajoy en la legislatura concluida fue paradigmático al respecto).

Aunque la vida y la política dan muchas vueltas, ahora parece que ya nadie confía en un posible acuerdo de investidura, actuando por tanto los partidos en clave propagandista de cara a los posibles comicios del 26 de junio y volviendo de nuevo a las promesas políticas gratuitas o premeditadamente falsas. Y, sobre todo, al juego de manipular las encuestas electorales (cada una con su correspondiente apoyo mediático) para condicionar el voto ciudadano: a fin de cuentas más corrupción o guerra sucia partidista.

En eso siguen unos y otros. Y ya hemos visto sondeos de opinión tempranos que lo corroboran (y más que veremos en los próximos días), con datos tan dispares como elocuentes.

Para empezar, El País (06-03-2016) ha sido el primero en endilgarnos una encuesta de Metroscopia resaltando que la mitad de los votantes de Podemos desaprobaron su falta de apoyo a la investidura de Pedro Sánchez, que el 48% de los españoles consideraba este fracaso como una mala noticia y que el 36% la daba por buena (con una muestra nacional de sólo 730 entrevistas). O sea, que las encuestas de Metroscopia -curiosamente financiadas por Telefónica- siguen coincidiendo con la línea editorial del medio que las publica (cosas de la vida), a pesar de que el sentimiento de los ‘podemitas’ y el sentido común de los analistas independientes apunten en otra dirección. Además, se insistía en que para el 80% de los españoles, nada más y nada menos, el tiempo político de Rajoy ya había pasado.

Lo que no explicaba la encuesta de Metroscopia (y tampoco El País) es por qué extraña razón los 130 escaños que suman Ciudadanos y PSOE son más o mejores que los 159 conseguidos de forma conjunta por PSOE y Podemos, o que los 163 logrados el 11-M por PP y Ciudadanos.

Por su parte, NC Report publicaba acto seguido otra encuesta en La Razón (07-03-2016) tratando también de reorientar la opinión pública, pero en sentido muy distinto: destacando el inmediato crecimiento electoral del PP y de Ciudadanos (cosa discutible) y la posibilidad de lograr una gran coalición liderada, erre que erre, por Rajoy. Así, este trabajo demoscópico aseguraba que en unas elecciones nuevas el PP subiría medio punto en su porcentaje de votos (obteniendo entre dos y cinco escaños más de los conseguidos el 20-D) y que, además, Ciudadanos crecería un punto y medio (logrando entre dos y seis escaños más). Es decir, que de sus actuales 163 escaños conjuntos pasarían a tener entre 167 y 174, pudiendo quedar por tanto a sólo dos de la mayoría absoluta…

Y todo ello a pesar de que la participación electoral se reduciría en un 4,4%, pasando del 69,4% que se logró en el 20-D a un 65% en el próximo mes de junio (y quizás a menos). Total: según NC Report y La Razón, la derecha volvería por sus fueros de gobierno con Rajoy a la cabeza, mientras que la izquierda perdería fuelle, no se sabe bien por qué extraña razón.

Una idea que GESOP (El Periódico 11-03-2018) balancea aún más a favor de la formación naranja: Ciudadanos alcanzaría hasta 59-62 escaños y el PP bajaría a los 107-110. Podemos también perdería votos en favor de IU.

Claro está que ninguno de los estudios citados (ni sus medios informativos de apoyo) se han interesado lo más mínimo por algo sin duda trascendente: el efecto que tendría en las bases electorales populares un acuerdo entre Podemos e IU, bien por una decisión orgánica de ambas organizaciones o bien por la personal de Garzón para unirse a Podemos con sus seguidores, caso de que las momias de su actual partido le forzaran a tomar esa vía en su congreso de mayo.

Al decir de los castizos, con un acuerdo nacional entre IU y Podemos (y con sus mareas orientadas hacia un gobierno neto de izquierdas), el PSOE amancebado con Ciudadanos (un idilio absurdo y contra natura) se iba a enterar de lo que vale un peine. Entonces, de no rectificar, los socialistas pasaría de forma inexorable a la ultratumba política, con Susana Díaz, su adalid de nuevo cuño, tan arruinada políticamente como Pedro Sánchez.

Como todo parece seguir igual que antes, incluidas la tozudez de los líderes políticos para no apearse de sus posiciones más bizantinas y la continuidad de las malas prácticas de su oficio, el presagio de ver a los votantes de izquierda reagrupados en un frente electoralmente más útil, no parece inverosímil. Así se sabría quién lidera de verdad las bases de la izquierda y si el PSOE sigue o no sigue en no se sabe qué ni dónde. Ciudadanos tendría un problema parecido en el hemisferio político de la derecha.

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