En el enésimo guiño recíproco entre Susana Díaz y Felipe González, la presidenta de Andalucía ha sido la más ferviente defensora socialista del expresidente del Gobierno tras las palabras del líder de Podemos, Pablo Iglesias, pronunciadas en el Congreso durante el debate de investidura de Pedro Sánchez. “Ha sido una indecencia política. Lo que debería hacer cuanto antes es pedir disculpas al presidente González y al PSOE, porque no ha estado a la altura de lo que estaba representando en esa Cámara”, ha dicho Díaz respecto a la lapidaria frase que Iglesias pronunció en su réplica a Sánchez desde su tribuna.

“No haga caso a Felipe González que tiene las manos manchadas de cal viva”. Con esta incendiaria frase de Iglesias a Sánchez saltó definitivamente por los aires cualquier posibilidad de acuerdo con Podemos, aunque ambas formaciones se hayan citado para la “próxima semana”, el mantra utilizado machaconamente por Sánchez en su discurso de investidura.

Sánchez, consciente de que necesita aún encarecidamente al menos la abstención de Podemos para ser investido presidente del Gobierno, se limitó a decir que se siente “muy orgulloso de Felipe González”. “Nosotros no jugamos con el terrorismo”, añadió en tono serio el líder del PSOE en recuerdo de las víctimas socialistas de ETA.

Esta escueta defensa de Sánchez a González no ha sentado nada bien en el PSOE andaluz, pero Sánchez aún guarda en su archivo personal de agravios los constantes movimientos dados por González para aupar a Susana Díaz al liderazgo del partido en detrimento de él. Ya que la contundencia del PSOE andaluz en reclamar disculpas públicas a Iglesias por sus palabras sobre la vinculación del expresidente socialista con la guerra sucia de los GAL en los noventa no ha encontrado ni mucho menos el correspondiente eco en Ferraz, aunque el propio Sánchez quizó zanjar de inmediato su defensa de González con su escueto “me siento orgulloso de Felipe González”, la estrategia incendiaria de Iglesias ha causado el efecto deseado: evidenciar las divergencias entre el actual líder socialista y la baronesa andaluza, mucho más contundente que el primero en su mensaje contra el independentismo catalán y en defensa de la unidad de España y el modelo territorial.

La referencia implícita a la historia reciente de este país por el caso del asesinato de los etarras Lasa y Zabala, por el que fue condenado el general de la Guardia Civil de Intxaurrondo Enrique Rodríguez Galindo, ha vuelto a poner sobre la mesa las propias contradicciones internas del PSOE, empeñado en mostrar públicamente una completa regeneración política pero al mismo tiempo incapaz de defender al cien por cien el legado que le han dejado sus “jarrones chinos” Felipe González, asociado ya para siempre a la guerra sucia contra el terrorismo etarra, y José Luis Rodríguez Zapatero, con su viraje económico de 180 grados y reforma constitucional exprés incluida.

Cabe recordar que Pedro Sánchez tenía diez años cuando se produjeron los hechos recriminados por Pablo Iglesias a Felipe González. El líder de Podemos apenas se mantenía en pie, tenía cuatro años. La historia de este país es tozuda, se empeña en volver una y otra vez en un bucle permanente.

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