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La dirigencia china diseña su XIV Plan Quinquenal

José Luis Carretero Miramar
José Luis Carretero Miramar
Abogado y profesor de la escuela pública y secretario general del sindicato Solidaridad Obrera.
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análisis

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La semana del 25 al 30 de octubre, los 364 miembros del Comité Central del Partido Comunista Chino se reunieron en un hotel al oeste de Pekín para desarrollar las líneas principales del XIV Plan Quinquenal, con el que la República Popular pretende “formar las nuevas instituciones de una economía abierta de un nivel superior” de cara al año 2025, y preparar las bases estratégicas de su desarrollo económico hasta 2035.

El documento resultante del cónclave no se conocerá hasta marzo, cuando sea definitivamente aprobado en la reunión plenaria del Congreso Nacional del Pueblo (el Parlamento chino), pero ya se han hecho públicas las principales propuestas que incorpora este ejercicio de planificación política y económica sin parangón en ninguna otra parte de mundo.

Los Planes Quinquenales de China son un poderoso instrumento de la dirección del Partido Comunista para disciplinar el desarrollo de la economía nacional. Nacidos en 1953, cuatro años después de la fundación de la República Popular, los trece planes quinquenales implementados hasta la fecha han contribuido decisivamente a la transformación de China, que ha pasado de ser una economía sustancialmente agraria en busca de la autosuficiencia alimentaria a convertirse en el principal taller del mundo en acelerada mutación en una decisiva potencia tecnológica global.

Hay que tener presente que el modelo productivo chino está aún controlado, en gran medida, por el Estado. Pese a la apertura económica implementada y a las reformas liberalizadoras llevadas a cabo tras la muerte de Mao, el Estado sigue teniendo en sus manos muchas de las palancas esenciales que hacen funcionar la maquinaria productiva. Desde las materias primas al sistema financiero, pasando por el transporte, gran parte de la vida económica sigue siendo dirigida de manera más o menos completa por el aparato estatal. Esto permite a las élites de la República Popular, mediante mecanismos de planificación indicativa como los Planes Quinquenales, dar un sentido estratégico al proceso de desarrollo e imprimirle una direccionalidad que contrasta con el caótico desempeño de las economías capitalistas occidentales, en las que la maquinaria estatal ha sido colonizada por el neoliberalismo y las furias privatizadoras.

La planificación económica china es esencialmente indicativa. Eso quiere decir que el Estado marca unos objetivos y los distintos actores económicos y políticos tienen una amplia libertad sobre cómo cumplirlos. Este mecanismo permite que los ambiciosos dirigentes locales compitan entre sí, y obliga a que los poderes locales y regionales que tengan la ambición de convertirse en nacionales (en un contexto en el que los cargos públicos no se eligen mediante elecciones pluripartidistas) se esfuercen para poder presentarse como los que mejor cumplen los objetivos indicados por la cúpula del Partido. 

El XIV Plan Quinquenal aprobado este mes de octubre pretende hacer frente a una situación extremadamente delicada. China se enfrenta a problemas graves. Tiene frente a sí la explosión de la pandemia de la Covid que, pese a que parece haber sido controlada rápidamente, puede volver a convertirse en un grave problema sanitario, al tiempo que seca, en gran medida, los mercados de consumo occidentales en los que se basan gran parte de sus exportaciones. Además, la presión económica y política norteamericana sobre China no ha hecho más que aumentar en los últimos años, incluyendo una inacabada guerra comercial, sanciones contra las empresas tecnológicas chinas (como Huawei o ZTE), expulsiones y detenciones de ciudadanos chinos en Estados Unidos, presiones militares constantes en el Mar de del Sur China (donde la República Popular mantienen distintas pugnas territoriales con otros países de la región) o el cada vez más abierto apoyo estadounidense a una hipotética declaración de independencia de Taiwán.

En este contexto, la dirigencia del Partido ha respondido a esta complejísima situación con un Plan Quinquenal que, por primera vez, no sólo establece objetivos para el siguiente quinquenio (hasta 2025), sino también para los próximos quince años (hasta 2035). Trata, con ello, de conseguir una mayor profundidad estratégica en su política económica, sabedora de que se encuentra en un momento decisivo para conseguir sus objetivos seculares, consistentes en convertir al país asiático en una gran potencia tecnológica e industrial, superando a las decadentes economías occidentales.

Las líneas estratégicas fundamentales del Plan Quinquenal son las siguientes: implementar un sistema de “circulación dual” en la economía, que permita desarrollar el mercado interno y compaginar la apertura al mercado mundial y las exportaciones con el desarrollo de una clase media china de masas; intensificar el ritmo en su imparable avance en el desarrollo de las nuevas tecnologías como el 5G o la Inteligencia Artificial; alcanzar la neutralidad en sus emisiones de CO2 a la atmósfera para 2060; y reforzar sus Fuerzas Armadas de manera que puedan garantizar la integridad de su territorio nacional.

La política llamada de “circulación dual” tiene una importancia esencial para el futuro de China como potencia económica. Las crisis recurrentes del sistema-mundo capitalista están convenciendo a la dirigencia china de los límites inherentes a su política de las pasadas décadas, basada en la exportación masiva de productos industriales a los países occidentales. La China “taller del mundo” ha tenido dificultades para vender a las economías colapsadas por las recurrentes crisis financieras y sanitarias de los últimos años. Sustituir a los compradores occidentales por una nueva y floreciente clase media china parece la única salida viable a medio plazo. Más en un contexto de “desglobalización” creciente, en el que el comercio mundial no deja de languidecer

Para ello, China se plantea implementar políticas encaminadas en dos direcciones, que pueden volverse contradictorias, si no son firmemente controladas y calibradas por los expertos del gobierno chino: profundizar los procesos de apertura económica hacia el exterior (por ejemplo, abriendo cada vez más su sector financiero, como se le ha reclamado desde Occidente) y desarrollar ampliamente sus servicios públicos, dinamizando un proceso de desarrollo científico disruptivo que garantice la soberanía tecnológica del país. En palabras de Pony Ma, presidente de Tencent:

“Abriremos aún más nuestras mentes para atraer talentos globales y crear un ecosistema de innovación que integre empresas, universidades e institutos de investigación, esforzándonos en convertirnos en un nodo clave que conecta redes nacionales e internacionales.”

Este enorme esfuerzo de desarrollo tecnológico, que está convirtiendo a China en la mayor potencia global en áreas como la Inteligencia Artificial, el 5G o el Big Data puede, también, encontrar fuertes obstáculos en la creciente animosidad norteamericana. Los estadounidenses, sabedores de la importancia geoestratégica de este asunto, están presionando a China por todas las vías posibles: guerra comercial, sanciones a las grandes tecnológicas chinas, presiones a sus países aliados para que no contraten a empresas como Huawei o ZTE, etc. La posibilidad de una gran desconexión tecnológica global, es decir, de que se creen dos grandes espacios tecnológicos diferenciados y no interoperables, entre el área de influencia norteamericana y la de los estados influenciados por China y Rusia, es cada vez más realista.

El Plan Quinquenal, además, ha dejado claro que China pretende acelerar la reconversión ecológica de su aparato productivo, objetivo que va a ser altamente problemático dada la fuerte dependencia del carbón de parte de su economía. Sin embargo, el sólo hecho de que se haya marcado el objetivo de alcanzar la neutralidad climática para 2060, mientras Estados Unidos guarda un total mutismo sobre el tema, ha provocado un cierto optimismo entre los ambientalistas.

Asimismo, de manera más tangencial, China se propone continuar modernizando su Fuerzas Armadas. No olvidemos que el documento “China´s National Defense in the New Era”, publicado por su el gobierno en julio de 2019, establece dos grandes áreas de mejora para el Ejército de Liberación del Pueblo: la mecanización de sus unidades, que les permita moverse con mayor rapidez y eficacia; y la informatización de determinados núcleos de mando y control en condiciones de ciberseguridad.

El XIV Plan Quinquenal establece, pues, las líneas estratégicas principales de la dirigencia china para los próximos años. Los gobiernos occidentales, mientras tanto, han demostrado en la pandemia de Covid-19 ser absolutamente incapaces de implementar, incluso, una política sanitaria mínimamente coherente. Mientras en España los políticos de todo pelaje provocan el caos, y los empresarios del Ibex se aprestan a repartirse los fondos de reconstrucción de la Unión Europea, los líderes del Partido Comunista Chino se obligan a ejercer su poder con una cierta coherencia y sentido de Estado. En España se habla de un “cambio del modelo productivo” que nunca se planifica. En China se determinan los objetivos a alcanzar a décadas vista.

Los trabajadores sufren en España y en China. La explotación no conoce fronteras y, hoy en día, tras la pandemia, la pérdida de libertades civiles, tampoco. Los y las amantes de la libertad y de la justicia social deben apostar por una economía basada en la planificación participativa, en la coordinación democrática y autogestionaria de la producción. Sin parasitismo especulador, ni termita burocrática. El Plan Quinquenal de todas y todos debe consistir en planificar la esperanza.

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1 COMENTARIO

  1. China ha puesto a eeuu ya por detrás al marcar su objetivo «eco» 2060.
    Solo está por ver si es capaz de cumplirlo.
    Si es así EU preferiría comprar a china a igualdad de precios.
    La desconexión global digital será algo así como lo sucedido entre el BETA y el VHS?
    Si hubiera conflicto armado? Por quien se decantaría EU?

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