La dimisión de Pablo Iglesias aboca a Unidas Podemos a un futuro incierto

El partido no solo necesita renovar caras, también formas y estilos políticos

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¿Qué queda del proyecto de Unidas Podemos tras la histórica dimisión, renuncia o espantada de Pablo Iglesias? Esa es la gran pregunta que se hacen los militantes, los votantes, las bases desconcertadas ante el éxito arrollador de Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Aunque el líder morado echó el resto en la campaña electoral y fue capaz de salvar los muebles, el partido sale seriamente tocado, con una clara crisis de liderazgo y lo que es todavía peor: una importante depresión derivada no solo de la sensación de derrota sino de la nostalgia de los tiempos pasados y de lo que pudo ser y no fue tras el movimiento de los indignados del 15M.

En cuanto a la cuestión de la jefatura, el problema no es tan fácil de resolver como poner a otro o a otra en el puesto del macho alfa fundador. Podemos es un proyecto claramente personalista, caudillesco, como se ha demostrado cada vez que Iglesias veía amenazada su coleta, cada vez que se asfixiaban las voces disidentes y cada vez que se metía la fumigadora a fondo. No hace falta dar nombres de las cabezas rodantes y los cadáveres de aquellas animosas cazas de brujas de estalinistas y anticapis contra socialdemócratas que poco a poco fueron debilitando el proyecto. Todos recordamos a los afectados por las purgas, precisamente uno de ellos, Íñigo Errejón, es el único líder de la izquierda que sale bien parado del aquelarre ayusista y que puede presumir de un gran resultado en estas fatídicas elecciones para el bloque progresista. Por algo será.

El dirigente de Más Madrid es quien mejor está leyendo los malos resultados del 4M, especialmente preocupantes en el cinturón rojo de la capital, donde las masas obreras desencantadas con el sanchismo han castigado durante a la izquierda votando Ayuso, bien por pura rabia antigubernamental o por fatiga pandémica, eso ya da igual. Errejón entiende que cuando el adversario te bate en las urnas en buena lid es que “ha entendido algo del ánimo social”. Ayuso ha ganado ofreciendo un par de cañas y una corrida de toros, sin programa alguno, simplemente tirando de sentimiento e ilusión, algo de lo que la población madrileña estaba muy necesitada tras más de un año de macabra pandemia. Esa vena anímica no la ha sabido captar la izquierda, tal comos sugiere Errejón. El político de MM ha madurado y aunque sigue conservando la misma cara de niño de aquellos botellones subversivos y aquellas revueltas estudiantiles de antaño, ha sabido adaptarse al sistema para cambiar las cosas desde dentro con la ayuda de la imprescindible Mónica García.

Demuestra no poca elegancia Errejón al no querer hacer sangre con la caída en desgracia de su ex mejor amigo: “Es inequívoco que Pablo Iglesias ha sido una figura decisiva en el cambio político en España. Se merece todo el respeto y toda la tranquilidad que no le han dejado tener hasta ahora”. Exquisito ese no querer pasar facturas del pasado en un momento tan doloroso como este.

Podemos pretende convocar una nueva Asamblea Ciudadana lo antes posible para reorganizar el maltrecho aparato de partido y hacer efectivo el dicho de a rey muerto, rey puesto, en este caso reina, ya que todo apunta a que la elegida será la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra (una apuesta a todas luces continuista u oficialista que conduce a una tensa bicefalia con Yolanda Díaz). Cómo responderá el electorado ante ese cambio de naipes es una incógnita, pero si complejo se antoja el relevo de un mito de la historia por una mujer de gestión menos carismática, todavía lo es más la cuestión del análisis de la situación, de las ideas, del futuro del proyecto morado. Y aquí no vale meter la brocha gorda de Monedero y calificar de estúpidos a los votantes por haber votado trumpismo castizo. Su interpretación de lo que ha pasado (“quien gana 900 euros y vota a la derecha no son Einstein”) demuestra su frustración, su sectarismo y su mala cabeza, cosa rara en alguien que se supone ha escrito y leído todos esos tochos infumables de Derecho Político que se venden a precios carísimos en la facultad. Acusar de idiota al electorado es tirar piedras sobre el propio tejado y granjearse votos en contra para toda la vida. Poco inteligente, además de absurdo.

Por tanto, superado el troskismo trasnochado de Monedero, lo que le conviene a Podemos y en general a la izquierda española es recapacitar y ver qué es lo que se ha hecho mal. No es poco el trabajo. El proyecto podemita nacido tras las manifestaciones de indignados del 15M sigue teniendo vigencia en un tiempo en que el conservadurismo populista se abre paso en todo el mundo. Es, sin duda, una barricada más de defensa del Estado de bienestar y un paraguas útil para todos esos millones de votantes que todavía confían en una izquierda transformadora y real. Pero el proyecto debe superar de inmediato la herencia pauloeclesial y dejar atrás la confrontación radical de bloques, la dialéctica guerracivilista que no lleva más que a la derrota y la melancolía, adaptándose a los nuevos tiempos. El 53 por ciento de los votantes españoles no tiene una ideología definida y vota a estos o a aquellos en función de lo que ofrecen los políticos y del estado de ánimo de la sociedad, según el CIS. Esa es la gran lección que nos deja el 4M.

No se trata de renunciar a las esencias, pero si Podemos quiere sobrevivir al tsunami ultraconservador debe reciclar discursos y formas, no tanto contenidos, que deben seguir siendo los esenciales de la izquierda (lucha por la igualdad social, feminismo y ecologismo). Si están tan desorientados tras la deserción de Iglesias que los ha dejado huérfanos, que se fijen por dónde van los tiros en partidos como Los Verdes alemanes, que están a un paso de gobernar tras años de conservadurismo merkeliano. Y sobre todo que tengan en cuenta que la renovación debe hacerse ya, antes de unas elecciones generales que pueden resultar letales para la izquierda española. Suárez se fue a casa y la UCD reventó por los aires; Rosa Díez dimitió y UPyD se fue al cuerno; Rivera tiró la toalla y ya vemos dónde ha terminado Ciudadanos, en el basurero de la historia. La renuncia de Iglesias puede ser un preámbulo de algo mucho peor. La política de hoy es compleja y no puede reducirse a una pelea de gallos constante entre rojos y fachas. O se ponen las pilas, echándole una buena dosis de pragmatismo e ingenio, o más pronto que tarde los morados estarán liquidados y muertos.

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