"Los últimos españoles sin patria y sin libertad", de Jesús Eguiguren, libro prologado e introducido por Manuel Domínguez Moreno. Editorial Cambio

Durante los años más duros de la actividad terrorista de ETA, desde el lado democrático se exigía a la izquierda abertzale que dejaran las armas, que entraran dentro del juego democrático y que defendieran sus reivindicaciones en las sedes parlamentarias. No se puede olvidar jamás cómo Ernest Lluch defendió siempre el diálogo con los que mataban y, por esta razón, los asesinos de ETA le pegaron dos tiros. Era incómodo porque reclamaba diálogo cuando lo que se quería era imponer las ideas a través de la violencia.

Esta semana se cumplen 20 años de asesinato de Ernest Lluch. Yo le conocí y conversamos en varias ocasiones, al igual que con Jesús Eguiguren, para más datos –hoy se pueden dar– en un restaurante en Urrestilla, al lado de Azpeitia. El legado que dejó fue el del camino que había que seguir para terminar con ETA era el del arreglo y el diálogo, jamás el de la imposición, la violencia o cualquier otro que no pasara por el entendimiento y por hacer entender a los terroristas que las armas no llevaban más que a generar dolor a todo el pueblo vasco y español.

Yo puedo hablar mucho sobre cómo se gestó la paz, tengo mucho que decir y lo que tengo que callar es por respeto a quienes ya no están. Durante más de 10 años estuve protegido por escoltas puestos por el Ministerio del Interior por decir y escribir las cosas que eran necesarias para alcanzar la paz, cosa que a los intransigentes no les gustaban. Sin embargo, una cosa tenía clara entonces y, a pesar del paso del tiempo, lo sigo manteniendo: ETA sólo dejaría de matar si había diálogo y si aceptaban los procedimientos democráticos para alcanzar sus objetivos. Desde luego, la imposición, la venganza, la violencia, mantener el odio e, incluso, incumplir la ley como elemento de ejemplarización no eran el camino, aunque hubiera muchos que no lo entendieron y que, aún hoy, no lo comprenden.

Los que vivimos en Euskadi en aquellos años sabemos lo que realmente pasó. Jesús Eguiguren y yo comentamos en muchas ocasiones, incluso minutos después del asesinato, que Lluch hubiese buscado el diálogo hasta con quien sabía que lo iba a matar. Y ese era el camino. Como anécdota diré que, en Euskadi, incluso dentro de la banda, me llegaron a llamar «el Lluch del sur» por mi empecinamiento, junto a Eguiguren y otros. a los que llevo en mi corazón estén donde estén, en llegar a la paz a través del arreglo, el diálogo y el entendimiento.

El proceso de paz empezó en Euskadi y eso provocó la división entre quienes apostábamos por la palabra y quienes seguían viendo como única solución la violencia en todos sus ámbitos. En este lado se situaron periodistas, políticos y algún que otro filósofo. Todos queríamos el fin del terrorismo, que los asesinatos cesaran (varios amigos y conocidos míos fueron asesinados en aquellos años). Los que estábamos allí, defendimos la paz, cada cual desde su ámbito de influencia, unos desde la política, otros con sus escritos. No obstante, llegar al arreglo sin proclamar una victoria era algo que muchos y muchas no podían aceptar por sus ansias de venganza o, lo que es peor, por sus intereses políticos. ¡Qué mayor victoria que la PAZ!

Jesús Eguiguren (izquierda) y Manuel Domínguez Moreno (derecha) en la presentación de «La crisis vasca. Entre la ruptura y el diálogo» en el hotel Ercilla de Bilbao y en la que estuvieron presentes, entre otros, Patxi López y la Ejecutiva del Partido Socialista de Euskadi

Cuando entró el diálogo, cuando se empieza a vislumbrar y entender que el proceso de paz era el único camino, y se acepta, en el propio Partido Socialista se produce una especie de escisión, pero los que estaban en contra del arreglo y el consenso corrieron a quedarse con el triunfo. No importó en esos momentos, éramos Salomones. La vida y la paz eran el destino y la historia de la verdad.

Lo que está ocurriendo con EH-Bildu en la actualidad es una especie de síndrome de Estocolmo de quienes aún no han asumido que ETA ha dejado de matar. La izquierda abertzale aceptó que para alcanzar sus objetivos sólo existía el camino de la democracia. Y lo hicieron, con todas las dificultades internas que hubo.

Hoy Bildu no es Herri Batasuna, es EH-Bildu, un partido democrático y constitucional, por más que haya quien pretenda que así no sea. El problema que tienen los que siguen defendiendo el sometimiento del terrorismo y el castigo es que se han quedado sin discurso porque ETA lleva una década sin matar a nadie. ¿O es que pretenden que los terroristas vuelvan al monte?

Como no tienen discurso, se apropian vilmente de las víctimas, tanto la derecha como ciertos reductos del Partido Socialista. Los actuales diputados de EH-Bildu no han atentado contra nada ni contra nadie, no han asesinado, no han sido condenados por terrorismo, incluso no se les conoce, al menos que se sepa, los que de otros se sabe, actos de corrupción política contra el pueblo vasco o español en general. En el año 2015, el partido abertzale condenó explícitamente la violencia de ETA.

Muchos de los que se escandalizan porque el Gobierno haya llegado a un acuerdo con Bildu llevan viviendo años a costa de mantener vivo el discurso de ETA. Por eso, porque tienen intereses personales en juego, no entienden que la presencia de Bildu en las instituciones es la mejor representación de que ETA fue derrotada con, precisamente, lo que ahora niegan desde la derecha y las añejas bodegas ocupadas por quienes una vez, algunos de ellos fueron socialistas, con el dialogo y el arreglo. Por eso necesitan que la izquierda abertzale salga de las instituciones, abandone la democracia para que los más radicales tengan la tentación de retomar la lucha armada. Si ETA volviera a matar, muchos, por desgracia conseguirían el argumento para mantener el discurso de la confrontación y el odio. El discurso de las dictaduras públicas y privadas.

1 COMENTARIO

  1. Escribe el señor Domínguez; «el camino que había que seguir para terminar con ETA era el del arreglo y el diálogo, jamás el de la imposición, la violencia o cualquier otro que no pasara por el entendimiento y por hacer entender a los terroristas que las armas no llevaban más que a generar dolor a todo el pueblo vasco y español»

    ¿Si donde pone ETA, pusiéramos ISIS, seguiría siendo válido el razonamiento?. No, con los asesinos fanáticos, no funciona el buenismo ni hay diálogo posible; vencen ellos o nosotros.

    Dice también; «ETA sólo dejaría de matar si había diálogo y si -aceptaban los procedimientos democráticos para alcanzar sus objetivos-»

    La secesión de una parte de una nación, no es un derecho democrático. Segregar a los españoles por grupos étnicos, tal como pretenden los nacionalistas menos todavía. La soberanía recae en el conjunto de los ciudadanos de la nación política, no en cada uno de los grupos étnicos que forman la nación, y los ciudadanos no podemos ceder la soberanía.

    La democracia no puede aceptar que por «procedimientos democráticos» se persigan objetivos antidemocráticos. Y menos hacerlo bajo el chantaje de que si no accedemos a lo que nos piden nos pegarán un tiro en la nuca.

    ETA dejó de matar porque la presión policial cada día era mas fuerte, el mundo les había dado la espalda, y llegaron a la conclusión que nunca alcanzarían sus objetivos asesinando.

    Sus sucesores no son demócratas son totalitarios que renunciaron a las bombas para imponer su ideario neofascista, no por convicción sino porque no lograron amontonar muertos suficientes para que los españoles cediéramos a su chantaje.

    Son neofascistas que siguen celebrando las «azañas» de sus «soldados» y recibiendo entre vítores, cuando salen de la prisión, a asesinos confesos y convictos de mujeres niños, y a depravados como los que mantuvieron 532 días sepultado en vida a Ortega Lara.

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