El acuerdo PNV PSOE es una buena noticia para una salida social y de diálogo a la crisis económica y a la territorial.

Parece mentira que el único punto de inflexión en relación a Cataluña venga de Euskadi y de partidos minoritarios a nivel del estado.

Se echa de menos un ejercicio de realismo político, tanto en Cataluña como por parte del gobierno del PP, sobre el encaje plurinacional en el Estado. 

Porque la deriva de judicializacion y decisionismo supone una escalada de crispación que solo interesa a sus actores políticos implicados en sus propios feudos, pero que aleja la búsqueda de soluciones políticas imaginativas. Es un fracaso palmario de las derechas española y Catalana.

Pudiera ocurrir también, en este contexto, que el PNV sea la llave de la estabilidad presupuestaria del gobierno de Rajoy junto con Ciudadanos. El agua y el aceite mezclados por el presupuesto.

Se apunta con ello a una política económica continuista, de austeridad atenuada o compasiva, con vuelta atrás en el impuesto de sociedades, más impuestos indirectos, nuevas privatizaciones y la asistencia social como alternativa compasiva al estado del bienestar.

De nuevo estaríamos ante otra paradoja, pero una muestra también del fracaso político de nuestra vieja y nueva izquierda, enfrascadas en guerras tribales y de taifas que les han impedido actuar en un momento decisivo. 

Anteponer las líneas rojas y el sorpaso, en la lógica antagonista del viejo bipartidismo, han incapacitado a la izquierda como alternativa en estos últimos procesos electorales.

El cambio social, generacional y de representación se ha quedado fuera de los gobiernos central y autonómicos y no se le esperaba corto y medio plazo. La frustración está servida.

Hoy la derecha se presenta como alternativa a sí misma ante el vacío programático y político de la izquierda, amalgama de causas sin proyecto definido para la mayoría.

De nada vale banalizar la irrupción de la derecha extrema en el panorama política internacional. El caso Trump y Lamas, y la reciente elección de Fillon al frente de la derecha francesa muestran un horizonte de polarización y exclusión social, política y moral de consecuencias muy negativas para las conquistas del humanismo, los trabajadores y de la izquierda.

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