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La democracia ha impuesto a la ciudadanía la dictadura más cruel, la de los ricos y las grandes empresas

Ya es un hecho que a los políticos de las democracias les importa más complacer a los grandes intereses especiales que gastan miles de millones en influir en las elecciones que ayudar a los pobres, los enfermos, la clase media, las mujeres, las minorías o los niños.

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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análisis

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Los ciudadanos de occidente saben que los gobiernos elegidos democráticamente no trabajan para la mayoría de los ciudadanos sino en beneficio de los ricos y de las grandes empresas que controlan a los gobiernos a través de grandes sumas de dinero invertidas en agresivas campañas de lobby.

Los ultrarricos se aprovechan de las lagunas fiscales que no están disponibles para la mayoría de la ciudadanía, pero están tranquilos porque saben que ningún gobierno, independientemente de la ideología que representen, va a molestarles con reformas fiscales justas. El mejor ejemplo de ello se encuentra en la actualidad en el gobierno español, con Pedro Sánchez a la cabeza, que está frenando cualquier reforma impulsada por la izquierda para que las élites paguen los impuestos que les corresponden, como hace el resto de la ciudadanía.

Las grandes empresas y las multinacionales gastan millones de euros en acciones de lobby que finalmente se traducen en la aprobación de políticas que perjudican a los consumidores, trabajadores y a las pequeñas y medianas empresas

Ya es un hecho que a los políticos de las democracias les importa más complacer a los grandes intereses especiales que gastan miles de millones en influir en las elecciones que ayudar a los pobres, los enfermos, la clase media, las mujeres, las minorías o los niños. 

Por todo ello, la democracia ya se ha convertido en un departamento más de las grandes empresas o en el gestor de los intereses de los ricos. Por eso, la gente se desapega y reclama un gobierno que rinda cuentas al pueblo, no a las corporaciones ni a los intereses especiales, si espera enfrentar los muchos y complejos desafíos del siglo XXI.

Un gobierno que funcione para todos

Tras la crisis global de 2008 una avalancha sin precedentes de dinero procedente de las élites estaba a punto de inundar los sistemas democráticos, lo que otorgó aún más influencia a los ricos y poderosos y ahogó las voces de los ciudadanos de las clases medias y trabajadoras que sufrieron las consecuencias de los juegos de los poderosos. De ahí vinieron las políticas de austeridad que, tal y como se ha demostrado, sólo han beneficiado a las élites y han incrementado la desigualdad entre el 1% más rico del planeta y el resto de la humanidad. Esto no se podría haber ejecutado sin la complicidad fanática de las democracias.

Además, estos grandes intereses especiales del dinero han estado controlando la narrativa sobre impuestos, regulaciones, cambio climático, educación, nominaciones judiciales y muchas otras áreas durante décadas a través del control absoluto de los medios de comunicación. Además, cuando aparece algún medio que no se pliega al chantaje y sigue desarrollando una línea editorial libre e independiente, sus tentáculos se mueven para ahogarlo o para redistribuir los canales de financiación, incluso con movimientos propiciados por elementos gubernamentales.

Las grandes corporaciones y los ricos han logrado socavar las ideas políticas populares para promover su propia agenda egoísta sin ningún retroceso real. El Covid-19 y la guerra de Ucrania están provocando un flujo inquietante que hará empeorar aún más la situación actual.  

La amenaza única de la ultraderecha

Esta situación ha provocado que los movimientos de extrema derecha se estén posicionando para alcanzar el poder en los países democráticos. Las opciones políticas tradicionales que han gobernado las democracias, tanto de izquierda como de derecha, se han posicionado de tal forma en favor de los poderosos y en contra del pueblo que éste ha buscado una salida en aquellas formaciones que les prometen recuperar lo que las élites les han hurtado con la complicidad de los líderes políticos. El discurso es sencillo: decir lo que la gente quiere escuchar. Y eso está teniendo efecto.

Cuando la ciudadanía ve cómo los poderosos controlan todos los poderes democráticos, sobre todo la justicia; cuando desde los parlamentos se legisla en contra de las necesidades reales del pueblo y se adoptan medidas que sólo favorecen a los ricos y a las grandes corporaciones; cuando se permite el blanqueo absoluto de regímenes autoritarios y condenados por violaciones de derechos humanos para favorecer los intereses económicos de unos pocos, evidentemente, la ciudadanía busca una salida a la dictadura que ha impuesto la propia democracia.

En Europa, tras la crisis de 2008 hubo un movimiento de indignación popular que llevó a la creación de diferentes formaciones políticas de izquierda que prometían luchar contra los privilegios de la casta. Han pasado 14 años y esos movimientos, cuando han llegado al poder, se han diluido como azucarillos en una taza de café y han terminado siendo igual de cómplices que los partidos tradicionales. Los ciudadanos de Grecia, Italia o España dan fe de ello. Por eso, la ciudadanía que está sufriendo las consecuencias del asalto al poder de las élites ahora sólo encuentra una salida desesperada hacia la extrema derecha, exactamente igual que ocurrió en Europa en la década de los 30.

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3 COMENTARIOS

  1. Confundir lo electoral con lo democrático es como confundir las ruedas con el coche. Sin ruedas, el coche no se desplaza; sin elecciones no hay democracia. Pero, ni las ruedas son el coche; ni las elecciones la democracia. Democracia es la capacidad de decidir los pueblos sobre si mismos y su futuro, y esto pasa por decidir directamente en lo determinante de la vida: la Economía, dado que todo lo existente es producto del trabajo. Si no es así, todo es representación, farsa, comedia, para embaucar a incautos.
    El capitalismo nació del crimen y se mantiene gracias a él; basta con contemplar como viven la mayoría de la gente en el planeta.
    Ya decía Rosa Luxemburgo: «Socialismo o barbarie»

  2. Por «definición» y con tal punto de encaje resulta un artículo excelente, y además es por lo contrario que se vuelve abierto al debate, como así afronta Moine de puta madre. Pero más allá de la semántica está la ineludible cuestión práctica y existe una base jurídica para estudio y aplicación de normas o leyes con sede en el tribunal constitucional mas están a otra cosa, si no vieron de imposible encuadre en la «carta magna» – o léase carta en la manga- de cosas tales como rescate bancario, estado de alarma, concesión de medallas de oro y plata del congreso a los más crueles y sanguinarios torturadores de la dictadura, el juicio del procéss contra los derechos civiles y políticos o los derechos humanos aceptados en la propia carta, la bendita inviolabilidad (y que por toda definición etimolóxica significa que a todos «poden dar polo cú» menos al rey, y con una base legal que mana de la propia carta) la ley mordaza, oneroso espionaje o guerra de los medios afines y sólo con fines políticos, las garrapatas que nos anidaron en el CGPJ o sede del sorteo del tocomocho.
    No están las personas que sin ser por fuerza referentes de signo político ni de corriente judicial sí están siempre a favor de la legalidad y del avance en derecho social eligiendo o desechando por la vía de apremio a los jueces de los altos tribunales en la función y el ejercicio de la simple, relajada y correcta manera de mantener a un pueblo dentro de la dignidad. Porque la única definición acertada para una democracia es aquella donde es el pueblo quien elige a sus representantes, nada pone de partidos ni de jueces, pero si se suman no sea para romper el asa de aquel ente total que ostenta todo poder: El pueblo. Pero son ellos quienes eligen a los representantes porque tú sólo votas una lista de corte político y que casi nunca corresponde a aquellos que te suplicaron un voto en un mitin ni tienen intención de volver a «tu pueblo de mierda».
    Es que es un tema de primaria, como lo es que aquella carta mencionada haga en su título preliminar «tabla rasa de lo anterior» dejando sin efecto toda ley y disposición franquista pero manteniendo a un rey electo unilateralmente por una ley de sucesión de 1957 aunque en cordura no se mantiene siquiera dentro la propia ley de sucesión de los borbones.
    Cualquier lugar estará capacitado para ofrecer mucho más a su interés y por ésto existe el nacionalismo, y/o a desechar toda injerencia que resulta dañina y maligna en tu pueblo y de ahí sale la idea del independentismo, que no inventaron los catalanes sino que está a disposición de todos los pueblos.
    Cuántas veces habrá que echar a estos degenerados? Fascistas y Borbones. Pero ni inmutan porque ya están al tanto los que encarcelan toda disidencia. Como en 1977.

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