Fernando Simòn, en su comparecencia diaria desde el Ministerio de Sanidad.

La curva epidémica sigue aplanándose. En las últimas horas han fallecido 87 personas por coronavirus en España, lo que supone que por primera en dos meses hemos bajado de la barrera psicológica de los cien de muertos, que pesaba como una losa sobre la maltrecha moral de la sociedad española. Solo el 16 de marzo, cuando se registraron 21 defunciones, fue mejor que la jornada de ayer. Todos los demás días superamos el centenar de decesos. Las cifras puras y duras −desprovistas de cualquier interpretación ideológica o política y sin que supongan caer en el triunfalismo ni lanzar las campanas al vuelo−, demuestran que estamos en el buen camino para vencer a la pandemia y que las teorías y terapias del equipo del doctor Fernando Simón eran las acertadas. Confinamiento y distancia social, decreto de estado de alarma, paralización de la economía y medidas económicas proteccionistas para amparar a la población y evitar el colapso del sistema sanitario público han dado finalmente los resultados esperados.

En ese contexto, la prórroga del estado de alarma que Pedro Sánchez llevará al Congreso de los Diputados esta semana se antoja no solo necesaria sino imprescindible para seguir derrotando al coronavirus, sobre todo en aquellas comunidades autónomas como Madrid, Cataluña y Castilla y León donde el riesgo de rebrote sigue siendo alto. A falta de una vacuna y de un tratamiento eficaz contra la enfermedad, las medidas del decreto excepcional siguen siendo las únicas armas de las que disponemos y eso lo saben Pablo Casado y Santiago Abascal, que todas estas semanas de pesadilla, mientras la sociedad española se arremangaba, se sacrificaba y luchaba contra el mal, han estado jugado irresponsablemente a la política basura, a la demagogia descarada, al populismo y a la retórica estéril.

PP y Vox, con sus arengas mitineras y electorales, han hecho mucho ruido pero han ayudado más bien poco a frenar la pandemia. La última idea descabellada ha sido sacar a la calle a los barrios ricos de Madrid, a las tropas de “borjamaris” y “cayetanos” con la excusa de un supuesto recorte de libertades que nunca existió, exponiendo a los madrileños a un nuevo contagio masivo. Hasta el periódico británico Financial Times (nada sospechoso de comunista) se ha sorprendido de la cerrazón de esta gente al destacar en sus editoriales que España es el único país del mundo donde la oposición no ha arrimado el hombro en ningún momento para derrotar la epidemia sino al contrario: las derechas se han dedicado a poner palos en las ruedas para derribar al Gobierno sin importar demasiado que el país agonizara en una ciénaga de virus. El rotativo británico se hace eco de que las políticas aplicadas en las últimas semanas en nuestro país están controlando la plaga, pese a que la oposición no ha aparcado en ningún momento su operación de acoso y derribo contra Sánchez. “Esta semana, el principal grupo opositor, el Partido Popular de centro derecha, calificó al primer ministro Pedro Sánchez de mentiroso. Y un líder regional del PP incluso acusó al gobierno de emitir órdenes para ocultar el verdadero recuento de muertes”, asegura el Financial Times en uno de sus artículos más duros contra las derechas hispanas.

Sin duda, los buenos datos que se han dado a conocer hoy (y que insistimos no deben llevar al triunfalismo porque la enfermedad seguirá entre nosotros durante mucho tiempo) demuestran que nuestra ciencia está funcionando eficazmente pese a que España ha sido uno de los países más castigados por el agente patógeno llegado de China. Como no podía ser de otra manera, la única manera de vencer al covid-19 era poniendo en marcha las medidas que aconsejaban los científicos, tal como se está comprobando ahora con los buenos resultados de las últimas 24 horas. Pero al mismo tiempo, las estadísticas positivas ponen de manifiesto el juego sucio, las conspiraciones, los bulos y mentiras, el obstruccionismo constante y la ciega sinrazón con la que se han manejado la derecha convencional y la extrema derecha a lo largo de toda esta crisis. PP y Vox han boicoteado sistemáticamente las últimas prórrogas del estado de alarma que el Gobierno ha planteado y esa será la responsabilidad que deberán asumir ante los españoles y ante la historia.

La semana que comienza es crucial para el futuro. Casado y Abascal volverán a quedar retratados al votar en contra, junto a la CUP, como partidos antisistema, mientras Ciudadanos, que la pasada semana dio su aval el Ejecutivo en un giro inesperado de Inés Arrimadas, ha insinuado por boca de alguno de sus líderes su posición en contra de las medidas sanitarias que están ayudando a salvar vidas humanas y miles de contagios. Cs debería tomarse muy en serio su decisión, ya que se juega buena parte de su credibilidad ante el país.

El Gobierno, pese a los evidentes fallos y falta de capacidad de respuesta ante la epidemia de los primeros días de la crisis, se ha repuesto del golpe y está demostrando que su estrategia clínica funciona. Sánchez, que cuenta con el respaldo mayoritario de la población, debe seguir insistiendo en el plan sin dejarse amedrentar por la furia de los ultras, las amenazas de la patronal o esas manifestaciones de pijos de los barrios bien de Madrid que se quejan de que el Ministerio de Sanidad coarta supuestamente su libertad al impedirles desplazarse al club de golf, a la casa en la sierra o al chalé en la costa. Los ridículos caprichos, delirios y rabietas infantiles de una casta de ricos privilegiados no deben cambiar ni un ápice la hoja de ruta científica que el Gobierno inició hace ahora dos meses. Rumbo fijo y a toda máquina hasta la extinción del maldito virus de Wuhan, esa debe seguir siendo la táctica a seguir. Y que otros se queden con sus odios cainitas, sus rencores, sus juegos retóricos y sus frustraciones por no poder conquistar el poder ni siquiera en medio de un infierno.

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