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La crisis no es inevitable

Gonzalo García Salvador
Gonzalo García Salvador
Consultor y abogado hispano-colombiano, ha desarrollado su carrera profesional en el ámbito del asesoramiento empresarial y el desarrollo local entre España y América Latina. Tras participar en distintas responsabilidades en entidades de la economía social en Andalucía, actualmente compagina su actividad profesional con la docencia y el desarrollo de proyectos de cooperación.
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análisis

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No es inevitable, siempre que no corramos hacia otro suicidio económico, a base de abruptas subidas de tipos de interés o bajadas impositivas sin sentido. Si bien es necesario seguramente un cierto aterrizaje de la economía global, después de la fuerte recuperación post-covid, no es necesario correr hacia del precipicio.

Si bien hay ciertos consensos sobre lo que está pasando, resulta difícil de entender que se establezca como verdad absoluta que tenemos que ir hacia una crisis. Es cierto que el Índice de Gestores de Compras (PMI) para la zona Euro se situó en 52 puntos y que el dato del sector servicios bajara a 53 enteros desde los 56,1 de mayo. La incertidumbre en torno a la Guerra de Ucrania, la inflación, los problemas logísticos que aún acarreamos desde la aparición del COVID y la prevista subida de tipos, empujan hacia un escenario de crisis económica. Pero no todo está dicho, por mucho que haya una línea de pensamiento política y económica, que no hace más que empujar hacia el precipicio.

Las presiones para seguir subiendo tipos de interés de manera abrupta por parte de la FED, a la que se ha visto también arrastrado el Banco Central Europeo, no se entienden tanto si como comunicaba recientemente el Federal Reserve Bank of San Francisco  una buena parte de la inflación a la que nos enfrentamos, tiene origen en la oferta. Así, por sí sola, una intensa subida de tipos difícilmente podrá controlar la inflación, mientras que abre la puerta a una recesión de gran magnitud, con un escenario de estanflación y posiblemente una crisis de deuda que nadie desea.

Sin embargo, aún hay tiempo para evitar estos escenarios. El IPC subyacente en la Eurozona, cerró 2021 en un 2,1% frente al 5% del IPC general, marcando un claro responsable de la inflación. Los productos energéticos explicaban ya en diciembre más del 70% de la subida de la inflación el pasado año. La guerra económica mundial que ha traído la Guerra de Ucrania junto con el deficiente diseño de los mercados energéticos en Europa y los problemas en las cadenas logísticas marcan la evolución de esta inflación.

Como se ha comprobado en España en el ámbito eléctrico hay posibilidades de intervenir directamente sobre los fundamentales de la inflacción. Resulta sorprendente como ha dejado de oírse en muchos medios la evolución del precio diario de la electricidad. Gracias a la llamada excepción ibérica, el precio medio del megavatio hora en el mercado mayorista español ha quedado fijado en junio, en 236,75 euros con tendencia a la baja (con el precio de casación más el coste de ajuste), mientras que el precio medio en Alemania fue 262,45 euros, en Francia, 303,56 o en Italia, 320,80. Así mismo los futuros en España para el cuarto trimestre del año se sitúan en 147 €/MWh, mientras que en Alemania se elevan hasta los 362 €/MWh y en Francia hasta los 787 €/MWh.


La aplicación del mecanismo ibérico en el mercado mayorista ha reducido el coste del MWh un 47% en comparación con un escenario sin mecanismo, un 20% si se incorpora el coste del ajuste, lo que en el medio plazo ayudará a estabilizar la inflación. El caso de la electricidad demuestra que una decidida intervención del Estado es posible y puede  cambiar algunos de los vectores que están precipitando la inflación.

Otro de los elementos principales, más en un país cuya distribución depende tanto de la carretera, el crudo, lleva meses bajando. Las propias expectativas de crecimiento negativas, así como las medidas internacionales que se han ido gestando, están logrando controlar el precio del crudo.

El anuncio del presidente Joe Biden de su intención de sacar al mercado 180 millones de barriles de las reservas estratégicas de petróleo de EEUU en los próximos seis meses, así como la decisión de los principales países exportadores de petróleo de aumentar la producción de crudo más de lo previsto para frenar la escalada de precios registrada desde el inicio de la guerra en Ucania, marcan esta tendencia. Así, el barril West Texas Intermediate ha tenido una senda descendente hacia los 100 dólares y los futuros del WTI ya han llegado a caer por debajo de los 100 dólares durante las últimas semanas, así como el Brent ha cotizado por debajo de los 100 dólares en julio.   Todo esto tendría que servir para ir reduciendo el impacto inflacionario que están produciendo los combustibles en la Unión Europea y pese a ello esta bajada no se está viendo reflejada en los combustibles.

Sin embargo, los precios de los carburantes, siguen en máximos, pese a las ligeras bajadas que se han producido. Que el alza del gas influye en los costes del refino es indudable, pero no explica ni los precios actuales de los combustibles, ni los efectos de segunda ronda que estamos sufriendo actualmente.

Los márgenes de beneficio de las empresas petroleras, que han aumentado un 60.4% (frente al 46,5% en la eurozona) están impidiendo que se vean reflejadas estas bajadas en el combustible, con los efectos en todas las cadenas productivas.  Un referente el margen de beneficio de las refinerías, son las de Repsol en España que ha triplicado respecto al primer trimestre del año, o de Shell que han sido los mejores de su historia.  De márgenes de 6,8 dólares por barril entre enero y marzo se ha pasado a 23,3 dólares en los tres meses siguientes (1,5 dólares por barril el año pasado, 15 veces menos), con un precio del Brent a la baja, como ya comentamos.

Desgraciadamente, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) afirma que carece de capacidad para intervenir, dado que fiscaliza solamente el mercado minorista, por lo que se hace necesario buscar soluciones que no lleven al conjunto de la economía a pagar por el control oligopólico del sector.

Como decía acertadamente el Presidente de Gobierno en el Estado de la Nación,  es ”…el precio que tenemos que pagar para formar parte de esta comunidad internacional, y, sobre todo, de esta Europa que defiende sus valores y su democracia, el precio que tenemos que pagar por formar parte de esta defensa contra el autoritarismo es la incertidumbre económica que viven nuestros conciudadanos y también la inflación. El frente de guerra en Ucrania es la barrera que sostienen la libertad, los derechos humanos y el progreso. ¿Cómo no vamos a defendernos?”

Así pues, ante una agresión económica como la que estamos recibiendo no se puede aceptar sin más que los márgenes de las empresas petroleras pongan por delante sus intereses a los intereses de la Nación. Sin duda, aumentar los impuestos a las petroleras, difícilmente van a conseguir que se controlen los precios del combustible aunque permitan financiar compensaciones a  muchos trabajadores.

Si la “excepción ibérica” ha funcionado, dadas las medidas extraordinarias que se están barajando actualmente, sería razonable intentar establecer topes temporales a los precios del refino. Las medidas tomadas hasta el momento, apenas han servido para poner en una complicada situación al conjunto de las gasolineras en España, que llevan meses financiando el descuento de 20 cnt, por litro y que reciben de Hacienda las correspondientes compensaciones generalmente tarde y desajustadas a los volúmenes servidos.

Es comprensible que el sector de las refinerías en España esté intentando aprovechar este momento dulce para ellas. Con unos proveedores mucho mas diversificados que las refinerías en Europa (muy dependientes de Rusia), unas instalaciones competitivas y modernizadas y con volúmenes de exportación record en Europa, es lógico que intenten compensar los años de vacas flacas que han pasado. Más, cuando en 2035 está fijado el final de los motores de combustión en Europa y avanza la prohibición del diesel en muchos ámbitos territoriales el 2025, lo cual dibuja para ellos un horizonte complejo. Pero las necesidades de capitalización del sector para abordar su transformación al nuevo marco energético, no pueden arrastrar al conjunto de la economía nacional. Si es necesario ayudar al sector a su transformación para reconvertirse a la producción de hidrógeno, hay mecanismos y fondos para ello, pero las distorsiones que están creando en la economía Española no tiene justificación alguna. Disparar la inflación de manera desorbitada cuando no hay más justificación que la escalada de márgenes que están aprovechando, no es admisible.

Si se quiere controlar la inflación de manera razonable, no hay muchas alternativas a la intervención de precios de refino del combustible, antes de que sea inevitable una caída abrupta del consumo y una subida de los salarios, hasta ahora muy controlados, que disparen definitivamente la escalada inflacionaria atrapándonos en una dolorosa crisis.

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