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“La corrupción es el principal problema de Colombia por encima de todos los demás”

“No hace falta ser un gran científico social para ver que la política en Colombia se ha depauperado, la dirigencia se ha deteriorado notablemente”

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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análisis

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Vladimir Flórez es, a sus 58 años, uno de los columnistas más leídos de Colombia. Sus colaboraciones y caricaturas en el diario El Tiempo son comentadas, leídas, alabadas y criticadas por millones de lectores todas las semanas. Conocido por el seudónimo Vladdo, este ilustrador, caricaturista y veterano periodista ha recibido numerosos premios y colabora con varios medios de comunicación, entre los que destaca la cadena alemana DW. Creyente casi fanático del poder del papel en los medios, que considera como el ADN de cualquier publicación, ha fundado Un pasquín, un periódico gratuito e irreverente con grandes columnas de opinión y que aglutina a un sector muy relevante de analistas de la intelligentsia colombiana.

¿En qué momento histórico cree que estamos en Colombia, en retroceso, en un periodo de cambio o en un momento crítico?

Yo creo, personalmente, y utilizando una palabra que no existe en el diccionario, que hemos devolucionado, porque nos hemos devuelto hacia atrás en el tiempo. Nosotros, después de muchos años terribles, tuvimos hace algo más de cinco años una oportunidad de pasar una página y darle un nuevo aire al país pero no se logró por distintos factores y motivos. Pero no se logró, como le he dicho, y fue fatal para todos. Ese fue un momento y una oportunidad que hubiera significado pasar la página de la guerra y la violencia, de la confrontación y del enfrentamiento. Pero, de todas formas, ese momento y ese proceso contribuyeron a reducir la violencia en el país y hemos visto como en los últimos años no se ha vuelto a ver como un grupo guerrillero se toma un pueblo y secuestra a centenares de personas, tal como ocurrió tantas veces en el pasado. Desde la desmovilización de las FARC la violencia en el país es mucho menor. El país se volvió accesible, se puede viajar por todo el territorio nacional, algo que hace años resultaba imposible a merced de la presencia de la violencia de las FARC.

Estamos en una situación de pre paz, me atrevería a decir, porque la violencia sigue presente en nuestras ciudades, donde golpea duramente la delincuencia, pero también en el campo, donde vemos masacres y asesinatos de decenas de líderes sociales, firmantes de los acuerdos de paz y ex combatientes. Tenemos una serie de problemas y desafíos que suponíamos que el gobierno de la seguridad democrática no iba a permitir, que no se iban a dar, y la seguridad no solamente no se recuperó, sino que se deterioró aún más. Tuvimos en el 2018 las elecciones presidenciales más pacíficas de la historia, o al menos de la historia reciente, y eso no creo que vaya ocurrir ni siquiera en este año electoral. Luego, con respecto a las próximas elecciones, vemos muchos dirigentes pero pocos estadistas y eso tampoco le ayuda mucho al país.

Lo que se percibe es mucha confusión y muchos candidatos, la gente no sabe qué votar. ¿Cree que es así?

No hace falta ser un gran científico social para ver que la política en Colombia se ha depauperado, la dirigencia se ha deteriorado notablemente. Hace años los jefes de los partidos, independientemente de que fueran de la simpatía de uno o no, eran personajes que tenían cierto prestigio y el gobierno los consultaba para afrontar crisis. Ahora no ocurre eso, ni siquiera los expresidentes asisten al llamado del presidente Iván Duque, como ocurrió el año pasado cuando fueron llamados para la Comisión de Exteriores. Ninguno de los llamados aceptó ir, algo que antes, por ejemplo, no ocurría. Eso antes era un honor, produciendo resultados tangibles, y ahora eso no ocurre porque la institución presidencial se ha deslegitimado mucho. La llegada de Iván Duque a la presidencia supuso un quiebre, de tal forma  que la institución presidencial ha quedado con el listón muy bajo.

La gente piensa que si Iván Duque es el presidente, un perfil con una trayectoria ínfima, casi nula, entonces cualquiera puede ser presidente y, por eso, tuvimos hasta sesenta candidatos presidenciales, aunque ahora se han reducido a 26, que igual son un montón. Y esa profusión de candidatos no es señal ni sinónimo de madurez democrática, sino al contrario; es la señal de una clara desinstitucionalización. Hasta los partidos políticos se han desinstitucionalizado y cualquiera puede ser presidente de un partido político, algo que en el pasado no ocurría, en que los líderes políticos tenían una talla y una formación de la que carecen hoy en día. Hoy, sin embargo, tenemos un presidente de la república que no inspira ni respeto ni confianza, habiéndose perdido la majestad del cargo porque tenemos un presidente frívolo.

¿Comparte los temores que tienen algunos con respecto al candidato de la izquierda con más posibilidades, Gustavo Petro, de que pueda llevar el país a un régimen parecido al venezolano?

No, a mí no me asusta eso. A mí lo que me preocupa de Petro es que es un personaje caótico, por un lado. Yo lo conozco muy bien, yo fui muy cercano a su campaña cuando se lanzó a la alcaldía e incluso lo apoyé mucho, siendo una de las tres personas que inscribió su candidatura con mi firma en la Registraduría de la Nación, por invitación del mismo Petro. Él convoca a una reunión para hablar de un tema y acaba hablando de otro. Cita a una hora y llega dos horas después, la puntualidad no es uno de sus puntos fuertes. Petro, además, es un personaje impredecible, nunca sabes por dónde te puede salir. Luego, por otro lado, no es un hombre que invite a la concordia, sino más bien lo contrario, jugando a dividir a la gente por eso del divide y vencerás, fomentando el enfrentamiento entre la gente. Petro acabó con muchos colaboradores muy mal a lo largo de toda su trayectoria. Ahora trata de arrebatar votos de todos los sectores, cayendo en muchas contradicciones, y sumando a personajes de dudosa trayectoria y cuestionados para ganar votos de todas las orientaciones e intentar ganar en la primera vuelta la presidencia, algo que realmente veo imposible. El problema de Petro, al menos así lo veo yo, es que es una persona que no está preparada para gobernar ni para liderar un proyecto nacional. Ni siquiera es capaz de ejecutar un presupuesto porque tiene miedo y le falta la capacidad para liderar un equipo. Luego, en términos ideológicos, es muy contradictorio, por ejemplo en cuestiones como el aborto. Otro asunto preocupante es que con Petro la estabilidad institucional va a estar en un punto preocupante, fruto de esas contradicciones y falta de liderazgo de Petro. Dijo, por ejemplo, que iba a imprimir más billetes para acabar con la pobreza, desconociendo el manejo de la economía, y sembrando zozobra en numerosos sectores económicos.

Muchas de las cosas que dice Petro no tienen ninguna lógica y son fruto de ese populismo de izquierdas, que tiene su otra cara en el populismo de derechas que practica Uribe. Incluso Duque lo practicó en su anterior campaña con ese eslogan de “mejores salarios, menos impuestos”, que es una de las cosas más básicas que he escuchado en política, ¿quién no lo va a querer? Todo el mundo quiere eso, que le bajen los impuestos y le paguen más dinero. Esa fue una frase estrella de Duque y Petro dice cosas parecidas sin pensar en las consecuencias que se pueden derivar de las mismas, sobre todo para el erario público.

¿Por qué la violencia sigue tan presente en Colombia y que, pese al proceso de paz, los homicidios aumentaron en el 2021?

Aquí hay un problema que no solamente tiene que ver con la guerra por la toma del poder, que era lo que hacían las FARC pero que acabó en un proyecto desdibujado que tenía más que ver con el narcotráfico que con el ideario original de este grupo. La guerra, finalmente, estaba alimentada y financiada por el narcotráfico. Las FARC salieron de ese escenario y quedó ese espacio libre sin ocupar por el Estado, creciendo de nuevo, tal como vemos, los cultivos ilícitos. Se dice que tenemos menos hectáreas de coca, pero sin embargo se produce más droga, lo que revelaría que el narcotráfico ha mejorado sus procesos, y en este gobierno incluso hemos visto funcionarios del gobierno implicados en la industria de la droga y con oscuros nexos con figuras relacionadas con este mundo delincuencial. La guerra contra el narcotráfico es una guerra perdida, como dijo el asesinado Álvaro Gómez, y la verdad es que esta plaga es el gran combustible de la violencia y de la corrupción. El principal problema de Colombia por encima de todos los demás es la corrupción, el más grave a mi modo de ver. Y lo es porque la corrupción tiene que ver con la administración de justicia, con la deficiencia en la educación, con los servicios públicos, tiene que ver con todos los problemas que tenemos en el país. Y esa corrupción está financiada por el narcotráfico, el tráfico de armas y toda una serie de conductas ilegales que se camuflan con el ejercicio empresarial, el ejercicio de la política, la evasión de impuestos  y toda una serie de prácticas que tienen al país en una situación muy lamentable. Este gobierno, desgraciadamente, no hizo nada para poner coto a este flagelo del narcotráfico. Tampoco estuvo en primera línea en la lucha contra la corrupción, descubriéndose incluso que un asesor de Duque entregó contratos a su mujer de una forma descarada y nunca se hizo nada hasta que fue denunciando por los medios de comunicación. Es todo una farsa y puro cinismo. Duque, que pregonaba “corrupción cero”, perdió la oportunidad de ser el presidente nuevo, innovador y joven que cambiara las costumbres políticas y le abriera la puerta a una nueva manera de gobernar a las nuevas generaciones de colombianos. Duque defraudó y su discurso quedó en nada de nada, como su famosa “economía naranja”, que nadie sabe lo que era realmente. Lo que hemos visto, por el contrario, es un retroceso en todos los sentidos en el país.

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