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La coronación de las derechas en Andalucía

El apoyo decisivo de la ultraderecha marca los dos primeros años de un gobierno conservador en Andalucía, en un intento del presidente Moreno Bonilla de mostrar moderación gracias a medidas campañas de imagen

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análisis

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Juan Manuel Moreno Bonilla, nieto de jornaleros malagueños emigrados a Cataluñay nacido en Barcelona en 1970, es el primer presidente andaluz que no pertenece al PSOE, también es el primero en un gobierno autonómico netamente de derechas y el dirigente del Partido Popular en Andalucía que peor resultado ha obtenido en unos comicios autonómicos, veinte puntos porcentuales por debajo del mejor resultado obtenido por el PP, en la cita de 2012, donde obtuvo 50 diputados. Ahora tienen solo 26 escaños. Este 18 de enero ha atravesado el ecuador de su mandato sentado en el trono presidencial, agasajado por un valido plenamente integrado en el discurso del PP como es Juan Marín, líder andaluz de Ciudadanos, y sobre todo marcado por la sombra de su Rasputín de turno, Alejandro Hernández, actual líder autonómico de Vox, y sin desmerecer el denodado trabajo de Elías Bendodo como mano derecha del presidente.

Aunque pueda parecer que es más el ruido que los sables en la entente cordial que mantienen PP y Ciudadanos con Vox, la realidad confirma que es la ultraderecha la que viene marcando la senda de la línea de gobierno de Moreno Bonilla

Cuando parecía que los pronósticos se iban a cumplir y Moreno Bonilla pasaría a la historia como uno de los líderes del PP andaluz más efímeros, las matemáticas hicieron su efecto conmutativo y el 2 de diciembre de 2018 la suma de sufragios de PP, Ciudadanos y la ultraderecha de Vox, que por primera vez en España entraba en un parlamento autonómico, posibilitaron el primer ejecutivo andaluz de derechas, que echó a andar el 18 de enero de 2019. Había comenzado el reinado de Juan Manuel Moreno Bonilla al frente de la Junta de Andalucía. Dos años después, un decreto certifica su ansia de virreinato, vía escudo manipulado de Andalucía con corona y laureles, en una autonomía que dejó plasmado en 1982 en su Estatuto de Autonomía el peso inviolable del Padre de la Patria Andaluza, Blas Infante, ejecutado por los fascistas al comienzo de la Guerra Civil.

El peso de la ultraderecha en los ejes programáticos del Gobierno bipartito de PP y Ciudadanos es tan evidente como evidente es el intento del equipo de Moreno Bonilla de ocultar su peso específico a toda costa mostrando una imagen de medida moderación en el discurso que no se complementa con la vía de los hechos consumados. Probablemente la imagen que retrata mejor que mil palabras esta injerencia consentida, vía acuerdo de legislatura al comienzo de su mandato en enero de 2019, es el fundido a negro que protagonizó la televisión autonómica andaluza, Canal Sur, el pasado diciembre de 2019, después de continuas denuncias de sus trabajadores por las injerencias y manipulación informativa a que se están viendo sometidos tras la entrada del nuevo equipo directivo en la cadena autonómica, vigilado muy de cerca por Vox en todos sus movimientos.

Presidente de discurso complaciente

La regeneración a todos los niveles que prometió el ejecutivo de Moreno Bonilla como eje del primer mandato de un gobierno conservador en Andalucía se ha visto salpicada por no pocas acciones encaminadas a contentar los continuos zarpazos de Vox a políticas ya consolidadas, como las referidas a la lucha por la igualdad o la potenciación de una educación pública de calidad. Aunque pueda parecer que es más el ruido que los sables en la entente cordial que mantienen PP y Ciudadanos con Vox, la realidad confirma que es la ultraderecha la que viene marcando la senda de la línea de gobierno de Moreno Bonilla, un presidente de maneras sosegadas y discurso complaciente que capea como puede el temporal que le imponen una y otra vez los doce diputados que logró Vox en las pasadas autonómicas, entrando democráticamente por primera vez en un parlamento autonómico en la historia de este país. Sin ir más lejos, la exclusión de los practicantes de esquí en Sierra Nevada o de los cazadores de las severas medidas de confinamiento interprovincial impuestas estos durante la tercera ola de la pandemia, que están afectando con fuerza a los ciudadanos andaluces, es buen ejemplo de la sombra que ejerce Vox en el ejecutivo bipartito para sonrojo a nivel nacional por unas decisiones difícilmente explicables, como se pudo comprobar con las argumentaciones dadas por el vicepresidente Juan Marín en una entrevista radiofónica.

Tanto es así que los tres presupuestos aprobados consecutivamente por el Gobierno de Moreno Bonilla lo han sido gracias inequívocamente a los apoyos de Vox, cuyo actual máximo dirigente, Alejandro Hernández, –el anterior, Francisco Serrano, dimitió de todos sus cargos públicos tras ser investigado judicialmente por un presunto caso de corrupción relacionado con subvenciones públicas irregulares– se permitió la boutade en un pleno parlamentario de mandar literalmente “a tomar por culo” a la presidenta del Parlamento andaluz, Marta Bosquet, de Ciudadanos. Ésta nunca le exigió una disculpa pública ni aquél se la concedió.

Este es el nivel que la fragmentación actual del Parlamento de Andalucía viene mostrando en estos dos años de mandato de las derechas. A esto se suma que la líder de la oposición, la socialista Susana Díaz, se afana casi tanto en evitar los embates internos de la dirección de su propio partido para que se haga a un lado como en mantener una línea coherente de oposición política basada en la confrontación del actual ejecutivo bipartito con su gestión como presidenta andaluza durante los anteriores seis años.

No mucho mejor están las cosas a su izquierda, donde el proyecto Adelante Andalucía codirigido en origen por la anticapitalista Teresa Rodríguez y el entonces líder de IU en Andalucía Antonio Maíllo, hoy retirado de la política, ha saltado por los aires en estos dos años de gobierno de PP y Ciudadanos. Teresa Rodríguez y otros siete diputados de los 17 que obtuvo la formación en 2018 han sido expulsados del partido acusados de transfuguismo.

De ahora hasta la convocatoria de los próximos comicios autonómicos a finales de 2022 a priori, Moreno Bonilla y su equipo juegan con ventaja, según los últimos sondeos, debido sobre todo a una oposición bastante diluida protagonizada tanto por el PSOE de Susana Díaz como por la multifragmentada Adelante Andalucía, con apenas tiempo de conformar nuevos equipos que sirvan para batirse el cobre con el primer gobierno de derechas en Andalucía, que viene dejando tras de sí un reguero de decisiones encaminadas a hacer de Andalucía, más pronto que tarde, otra Andalucía muy alejada de la que dejaron los socialistas durante cuatro décadas de mandatos consecutivos. Al menos en estos dos años de gobierno de PP y Ciudadanos no ha explotado por el momento ningún caso de corrupción del calibre de los ERE irregulares que se llevó por delante la gestión socialista durante una larga década de mandato entre los años 2000 y 2011.

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