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La codicia del modelo de negocio tecnológico, el verdugo de la prensa libre y del derecho a la información

Las democracias que teóricamente deberían ser respetuosas de los derechos tendrían que darse cuenta de la amenaza existencial de los ecosistemas de información distorsionados por un modelo de negocios de Big Tech obsesionado con recolectar datos de las personas. Esto está socavando al periodismo incluso cuando socava el periodismo serio, libre e independiente, además de polarizar el debate en la sociedad y la vida política

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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análisis

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Es la hora de hablar. En esta época de revolución tecnológica, el enorme potencial de la tecnología para hacer avanzar a la humanidad se ha visto invadido por el modelo comercial y el diseño de las multinacionales, de las Big Tech. Sin embargo, el verdadero progreso humano proviene de aprovechar la tecnología para promover los derechos y libertades de todos, no sacrificándolos por la riqueza y el poder de unos pocos.

Las democracias que teóricamente deberían ser respetuosas de los derechos tendrían que darse cuenta de la amenaza existencial de los ecosistemas de información distorsionados por un modelo de negocios de Big Tech obsesionado con recolectar datos de las personas. Esto está socavando al periodismo serio, libre e independiente, además de polarizar el debate en la sociedad y la vida política.

A los medios de comunicación se les llegó a denominar como «el cuarto poder» de la democracia por el control que la prensa libre e independiente lleva a cabo de los desmanes de los poderosos de todos los ámbitos. Sin embargo, con el actual modelo basado en los beneficios y la codicia corporativa, los hechos se han vuelto opcionales y la confianza en los medios de comunicación está desapareciendo. Este fenómeno está provocando lo que las élites quieren: que nadie rinda cuentas.

Muchos gobiernos democráticos de todo el mundo, no sólo los regímenes autoritarios, se están aprovechando de la codicia de las Big Tech para asaltar y consolidar el poder. Por eso también atacan y amordazan a la prensa libre. Esto es muy peligroso porque se está permitiendo que los derechos humanos sean gestionados por los planes de negocio de las grandes empresas tecnológicas que, a la hora de facturar cientos de miles de millones de euros, estén promoviendo de manera activa la desinformación, el discurso de odio y el abuso.

El ecosistema de información tóxica resultante no es inevitable. Aquellos que ocupan el poder deben hacer su parte para construir un mundo que priorice los derechos humanos, la dignidad y la seguridad, incluso salvaguardando los métodos científicos y periodísticos y el conocimiento probado.

Para ello se hace necesario que se ponga fin al actual modelo de comercialización de datos. En la actualidad se ha creado una casta de «editores invisibles»: los algoritmos opacos (que nadie sabe cómo funcionan ni qué condicionantes les hacen funcionar) y los sistemas de monitorización creados por las empresas de tecnología que rastrean y dirigen a la ciudadanía.

Este modelo comercial se basa en la estafa de nuestro supuesto consentimiento. Están obligando a los hombres y mujeres del mundo a elegir entre permitir que las plataformas y las empresas de gestión de datos se hinchen a ganar cientos de miles de millones de euros con nuestros datos personales o ser excluidos de los beneficios del mundo moderno. Esto es intolerable.

La vasta maquinaria de monitorización corporativa no solo abusa del derecho a la privacidad, sino que permite que los datos de las personas se utilicen en su contra, socavando las libertades y permitiendo la discriminación.

Este modelo comercial poco ético debe frenarse a nivel mundial, incluso poniendo fin a la publicidad resultante de la monitorización que las personas nunca pidieron y de la que a menudo no están al tanto.

Las Big Tech han desatado fuerzas que están devastando a los medios libres e independientes al acaparar la publicidad digital y, al mismo tiempo, permitir un tsunami de mentiras y odio impulsado por la tecnología que oculta los hechos. 

Actualmente, solo el 13% de la población mundial puede acceder a una prensa gratuita. Si los medios de comunicación tienen como obligación hacer que el poder rinda cuentas y proteja a los periodistas, se hace necesaria una inversión sin precedentes en medios verdaderamente libres e independientes que aseguren su sostenibilidad al tiempo que incentivan el cumplimiento de las normas éticas en el periodismo.

Sin embargo, eso a las élites no les interesa porque no hay mejor forma de controlar al periodismo que el de generar un escenario de precariedad permanente en el que sólo los siervos, los que se someten a través de las mordazas, podrán sobrevivir.

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1 COMENTARIO

  1. La tecnología no es más que una herramienta organizada para aprovechar el conocimiento, el problema es como el poder la usa en una dirección concreta que, representante del capital, el dinero, trata de reproducirlo para sostener el privilegio, mantener la diferencia y llevarla, como corresponde a la ideología que lo sostiene, a condiciones de irreversibilidad. La realidad es la que es, y las tecnológicas contra el relato neoliberal que nos habla de la creación de trabajo y de avance social, en las que sí está presente la tecnología, por su orientación amoral y objetivo puramente material, lo que hacen es usarla para ofrecer nuevas formas de esclavitud, adoctrinamiento y sumisión, en una marcos de dominación en los que imponen el relato y su doctrina. Destrozando los mecanismo de redistribución y reparto, algunas pagan menos impuestos que un asalariado mientras se reparten beneficios como para ser más poderosas que algunos estados; los principios de igualdad y libertad, reduciendo al individuo a un mero dato controlado por algoritmos; los del derecho; escapando al marco legislativo internacional (…); lo que tenemos ante nosotros no es a la tecnología sino su control y ocupación por una nueva forma de tiranía dispuesta a esclavizar todo su entorno en una forma de alienación en la que el ciudadano pierda su condición de sujeto social y la ciudadanía la condición de pueblo.
    A las elites no les interesa cambiar lo que ocurre, no porque el caso particular de un periodismo reducido a la precariedad y la dependencia, que también, sino por el objetivo universal de una sumisión y dependencia de la mayoría, de todas y cada una de las diferentes fuentes de energía que pudiera procurar la mas mínima llamada a la emancipación y la independencia. Son ellas, las elites, en su creciente y exponencial decrecimiento de más poder cuanto menos son, las que establecen el marco socio-económico en el que tiene lugar esta metamorfosis tecno-mórbida.

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