Estamos tomando como costumbre valorar ciertas formas o ciertos actos de algunos individuos como acciones que están fuera de las evaluaciones sociales o que no tienen obligaciones morales.
Vivimos en una sociedad que banaliza con mucha facilidad todos aquellos problemas a los que se enfrenta –siempre existe un visionario dispuesto a descubrirnos una vez más el universo al que nosotros, los mortales, no hemos podido acceder por nuestra torpe y tosca obstinación de ser humanos; pero, por eso, existe él. El héroe. Ese hijo que siempre quisimos tener y nunca pudimos. Y con ello, poder resarcirnos de todos nuestros complejos y fracasos: ya está él para solucionárnoslo-. Lo llaman el visionario, el hombre, el macho: él.
Hemos creado una estructura social alrededor de un consumismo demoledor que alimenta nuestra ignorancia y da pábulo a nuestra arrogancia –creemos que somos la sociedad más inteligente y más preparada de la historia y, sin embargo, seguimos cometiendo los mismo errores de siempre: nos dejamos dirigir sabiendo que nos mienten, tanto los unos como los otros: este es nuestro legado, este es el pan-. Y estamos corriendo el riesgo de perder la sensibilidad ante los problemas y las circunstancias que nos afectan –no hace falta tener mucha imaginación para ello. Así, en nuestro famélico y tardo imaginario creemos que hemos contribuido a la sabiduría popular y, sin embargo, demostramos que no tenemos ni idea de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor-.
El mal no sólo se limita a la guerra o aquellas personas que proyectan una violencia extrema.
Hoy en día las malas praxis se proyectan con más frecuencia que con la que creemos. Desde la insensibilidad al sufrimiento por los demás, pasando por la incomprensión o el rechazo, hasta llegar al desplazamiento de la propia mirada ética –decir que, para un demagogo, todo individuo tiene ética, mi querido lector, pero usted y yo sabemos que cualquier individuo o ser viviente, ya desde corta edad, sabe discernir entre el bien y el mal: de ahí, quizás, la cabeza baja y hacer morritos: fíjese en el individuo o en esos entes en cuestión-.
Y la única cura que encuentro a este problema es ser practico. Un valor en alza, para aquellos que sean nuevos en esto, y que nos convida a no complicarnos, a solucionar los problemas reales de la gente. Debemos retomar la mirada honesta, honrada y cercana a aquellos que sufren el día a día, sin demagogias, sin filigranas, dejando a un lado nuestros intereses más íntimos. La ciudadanía necesita hechos que realmente les solucionen los problemas -no imágenes o gestos- y necesitan verse reflejados como lo que son: gente humilde y trabajadora que lucha por el pan y la justicia. Ahí es nada. Y ese es nuestro reto. Estar a la altura de las circunstancias, para no traicionarlos.
La actitud servil del Psoe ante una derecha capitalista sin escrúpulos, que no olvida su pasado franquista, es la causa del problema. Zapatero tenía la posibilidad de cambiarlo todo, pero esa falta de fe en sus propias creencias y ese acercamiento a las comodidad del poder, puertas giratorias, les ablandaron, por eso Podemos existe y ahora hay que negociar con ellos, porque si lo hacen con el PP o Ciudadanos sería un franco retroceso
https://iberomagazine.com/2018/10/30/el-fracaso-de-la-social-democracia/