Un domingo de pascuas como el pasado, pero de hace 30 años, los argentinos enfrentábamos la mayor amenaza a la democracia instaurada en 1983. Sectores del Ejército comandados por quien después fuera intendente como candidato del Partido Justicialista y más tarde candidato del Frente para la Victoria , Aldo Rico, se amotinaron y alzaron contra el orden democrático.

Descontentos con la política estatal instaurada por el Gobierno encabezado por Raúl Alfonsín, los sectores carapintadas pedían una amnistía general que librara a sus camaradas que habían delinquido durante la dictadura militar reciente, del accionar judicial.

No bastaba a su entender con lo que Raúl Alfonsín había expresado durante su campaña electoral al distinguir tres niveles de responsabilidad: en el primero quienes habían dado órdenes, sobre ellos querían hacer caer todo el peso de la culpabilidad; en el segundo, los que se habían excedido en el cumplimiento de esas órdenes; y por último, los que las habían cumplido, sobre quienes se había decidido no actuar. Esta política que llevaba adelante el gobierno se había plasmado en el Juicio a las Juntas Militares y la sanción, en diciembre del año anterior, de la denominada Ley de Punto Final que establecía un plazo de treinta días, tras el cual caducaba el derecho a reclamar justicia, y tras este plazo ‘se extinguirá la acción penal contra toda persona que hubiese cometido delitos vinculados a la instauración de formas violentas de acción política hasta el 10 de octubre de 1983’.

Alfonsín argumentaba que ‘a nadie se le puede ocurrir llamar a mil militares en actividad a proceso’, pero sin embargo tras el llamado a declaración del Mayor Ernesto Barreiro, los sectores más reaccionarios y antidemocráticos del Ejército Argentino se sublevaron contra los mandos naturales.

Tras una rápida revisión de la situación, se decidió sofocar el alzamiento y para ello se movilizaron tropas leales desde la Provincia de Entre Ríos comandadas por el General Ernesto Alais. Estas tropas, pese a respetar la cadena de mandos y las directivas oficiales, no tenían mucha voluntad de reprimir la sublevación y esto quedó de manifiesto por el tiempo demorado en el traslado y su acantonamiento en las cercanías de Zárate.

Ante esta realidad, parte del Ejército sublevado y la parte no sublevada sin intenciones reales de reprimir la asonada golpista, Alfonsín sólo contaba con el apoyo de ciertos sectores políticos, incluida parte del Partido Justicialista, y de la población que masivamente se volcó a las plazas del país en apoyo a la democracia y sus representantes.

Así, y ante la muchedumbre reunida el domingo de pascuas en Plaza de Mayo, el Presidente Alfonsín decidió tomar el toro por las astas y anunció que se dirigiría a Campo de Mayo, que era donde estaban alojados los insurrectos, para exigir su rendición.

Se dirigió entonces a Campo de Mayo y tal como había anunciado, se trajo consigo la rendición de los sediciosos. Fue entonces cuando pronunció una de sus frases más recordadas cuando al volver, y desde los mismos balcones de la Casa Rosada, afirmó Felices Pascuas, la casa está en orden .

Mucho se habló sobre Alfonsín y su frase, sobre si era cierto que la casa estaba en orden o no, si había negociado o no con los carapintadas, sobre qué había ocurrido en Campo de Mayo durante su visita, y tras el transcurso del tiempo es evidente que Alfonsín, fiel a privilegiar la ética de la responsabilidad por sobre la ética de los principios, puso por delante la necesidad de garantizar la democracia, como dijera en la campaña electoral, para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino.

Hay quienes relacionan el alzamiento carapintada con la sanción, meses después, de la denominada Ley de Obediencia Debida, que establecía que los delitos cometidos por los miembros de las Fuerzas Armadas cuyo grado estuviera por debajo de coronel (en tanto y en cuanto no se hubiesen apropiado de menores y/o de inmuebles de desaparecidos), durante el Terrorismo de Estado y la dictadura militar no eran punibles, por haber actuado en virtud de la denominada «obediencia debida» (concepto militar según el cual los subordinados se limitan a obedecer las órdenes emanadas de sus superiores). Sin embargo esto no es así, puesto que a los ya mencionados tres niveles de responsabilidad enunciados por Alfonsín durante la campaña electoral, se debe sumar que la idea de la Ley que luego se conociera como de Obediencia Debida había sido formulada pocos días antes por el propio Alfonsín.

Tiempo después el ex Presidente reconocía en el libro de su autoría ‘Memoria política. Transición a la democracia y derechos humanos’ que ‘Tengo presente que le expresé a mis colaboradores mi fastidio ante la posibilidad de que, después del alzamiento, ese proyecto de legislación se interpretara como producto de la presión. Pero, ¿existía otra alternativa?’, pero en honor a la verdad el día 23 de marzo de 1987es decir con anterioridad al alzamiento, el Presidente Alfonsín en un discurso con motivo del centenario de la ciudad de Las Perdices en la Provincia de Córdoba manifestó que ‘para desarrollar esta acción fuerte, entusiasta de nuestro pueblo, debemos superar también otro problema que está vinculado en cierta forma a esto que decíamos del pasado; me refiero al problema de los juicios con motivo de la represión. Cien veces me he referido a este tema. Lo hice de manera particular durante la campaña electoral, de modo que considero que lo que manifesté durante esa campaña electoral es un verdadero compromiso que he contraído con el pueblo y que estoy dispuesto a cumplir usando para ello todas las facultades que me otorga la ley. Dijimos que había tres grados de responsabilidades: una responsabilidad de quienes habían puesto en marcha, con su decisión política, la metodología; una responsabilidad distinta para quienes se habían excedido en el cumplimiento de las órdenes, y otra responsabilidad, también distinta, de quienes habían cumplido las órdenes en circunstancias tales que prácticamente constituían una coerción.’, por lo tanto, mienten quienes dicen que Alfonsín negoció con Rico.

Por lo tanto hoy, 30 años después de aquella frase, y dada las circunstancias de poder evaluar los hechos en perspectiva histórica, podemos decir, Doctor Alfonsín la casa está en orden, porque pese a todas las críticas que podemos realizar, el sólo hecho de tener la libertad de poder criticar así lo demuestra. Por primera vez en su historia la Argentina lleva más de 33 años de democracia ininterrumpidos, y eso se debe, entre otras cuestiones, al accionar de Raúl Alfonsín durante los sucesos de Semana Santa de 1987.

 

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