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La bronca le ganó al miedo

Eduardo Rivas
Eduardo Rivas
Licenciado en Ciencia Política
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análisis

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Pasó la primera vuelta de las elecciones brasileñas y los resultados fueron tal como habían anunciado las encuestas de intención de voto… aunque no tan así. Efectivamente Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), y Fernando Haddad, del partido de los Trabajadores (PT), pasaron el filtro y competirán el próximo 28 de octubre para resolver quién será el próximo Presidente del gigante del sur, aunque la línea de largada no es la que anunciaban los sondeos, sino que Bolsonaro quedó mucho más cerca del triunfo de lo previsto, en las elecciones del 7 de octubre alcanzó un 46% de los apoyos.

Puede sorprender el apoyo al candidato de ultraderecha, más aun teniendo en cuenta sus características personales, pero no es más que la consecuencia lógica de la realidad que se vive en Brasil en el día a día.

Tras el desencanto masivo del gobierno de Lula, lo que se impuso no fue (solo) la caída estrepitosa del PT, sino la implosión del sistema de partidos en su conjunto, y si bien Bolsonaro no es un outsider puesto que lleva 28 años como Diputado Federal, sus propuestas sí lo son porque siempre estuvieron por fuera del cauce ideológico de la mayoría de la población brasileña. No es un dato menor que Dilma Rousseff, quien se postulaba a Senadora Federal por el Estado de Minas Gerais, región que supo ser una verdadera mina de oro en cuanto a votos del PT, no logró ingresar a la Cámara y terminó en cuarto lugar.

Es claro que el triunfo de Bolsonaro, parcial por ahora, se explica mucho más por errores ajenos que por aciertos propios. Cuando el PT desencantó a la ciudadanía envuelto en denuncias de corrupción que involucran a sus principales dirigentes, el mensaje que le llegó a los ciudadanos fue que ni siquiera los ‘buenos’ podían hacer las cosas bien. Se hizo común el creer que incluso cuando uno de los ‘nuestros’ llegaba a posiciones de poder, éste lo corrompía sin límites. El paso de esta realidad al apoyo a quien cuestionara a la ‘clase política’ en su totalidad era pequeño.

Entonces ante esa realidad se apeló a la exposición pública del perfil de Bolsonaro creyendo que eso espantaría a los votantes… pero los votantes no apoyan, ni apoyaron, a un candidato solo por su alineamiento ideológico sino por cuestiones coyunturales y sus propuestas de solución a las mismas. Para tomar un ejemplo, en las elecciones presidenciales de 2006, cuando fue la reelección de Luíz Inácio ‘Lula’ Da Silva, Geraldo Alckim logró el 41,6% de los apoyos, con lo cual es claro que hay un porcentaje importante de los brasileños que buscan soluciones a los problemas por fuera de la izquierda.

Bolsonaro, entonces, supo consolidar tras de sí los votantes que buscan respuestas fuera del PT excluyendo de la contienda a otras opciones. El propio Alckim consiguió un magro 4,8% en las últimas elecciones, y lo hizo sin esconder su pensamiento, supo sacar provecho de una realidad circunstancial en donde la ciudadanía descree de todos sus dirigentes políticos, y ante esa realidad se presenta como alguien que viene a terminar con esa realidad. Bolsonaro supo sacar mejor provecho de la grieta brasileña.

La división era entre el miedo a Bolsonaro o el rechazo al PT, y los resultados electorales demuestran que fue mucho más fuerte el repudio a la formación de izquierda, puesto que no solo perdió Haddad sino que en elecciones parlamentarias y de gobernaciones la derrota también fue contundente, que el temor al líder del PSL. De hecho, el candidato a Diputado Federal más votado en la elección, y en la historia del Brasil, fue el propio hijo de Jair Bolsonaro, Eduardo Bolsonaro quien recibió más de 1,8 millones de votos.

En un país en el que en los últimos 30 años hubo dos presidentes destituidos, varios con denuncias ante la Justicia y uno preso, el caldo de cultivo para el encumbramiento de un líder de las características de Bolsonaro estaba listo.

Y todo indica que el ballotage será un mero trámite, puesto que matemáticamente cuenta con los apoyos para alzarse con el triunfo dado que los votantes de Geraldo Alckim están más cercanos a la derecha que al PT y se hace sumamente complejo que puedan unirse ‘todos contra Bolsonaro’ dado que el rechazo a las últimas experiencias de gobierno del PT sigue siendo muy fuerte.

En ese punto, Bolsonaro lograría sacar provecho del rechazo a Lula también en segunda vuelta, y aunque Haddad ya haya logrado el apoyo de Ciro Gomes, Marina Silva y Gilherme Boulos, parece no poder sumar para dar vuelta la elección. La bronca por la decepción del PT es más fuerte que el miedo a Bolsonaro.

Queda claro que más que ganar la derecha, pierde la izquierda, y en ese río revuelto, Jair Bolsonaro resultó ser el mejor pescador.

Como Silvio Berlusconi en Italia o Donald Trump en Estados Unidos, Bolsonaro pretende erigirse como el único capaz de encontrar soluciones a los problemas que aquejan al país. Y tiene un terreno fértil donde sembrar, puesto que la mayoría de la población brasileña descree de la democracia, no confía en que se gobierne para la mayoría y desconfía de los partidos políticos, entonces un candidato populista que pretende erigirse por encima de sus pares es visto como la única salida a la realidad actual. En un país que de los últimos 50 años vivió 20 en dictadura, una fórmula integrada por dos ex militares es una alternativa.

La cuestión entonces pasa por saber cuánto de su discurso es retórica y cuántos anuncios concretos para llevar adelante al momento de acceder al gobierno. Bolsonaro supo decir que ‘Estoy a favor de la tortura. Y el pueblo está a favor también’, ¿piensa avalar la tortura pese a que Brasil es firmante de la Convención contra la Tortura? ¿O piensa retirarse de la Convención, como propuso, para salir de Naciones Unidas? También sostuvo que ‘Hay que dar seis horas para que los delincuentes se entreguen, si no, se ametralla el barrio pobre desde el aire’, ¿esa será la orden para las fuerzas policiales?, ‘Deberían haber sido fusilados unos 30.000 corruptos, empezando por el presidente Fernando Henrique Cardoso’, ¿propondrá eso en lugar de promover impartir justicia?, ‘Dios encima de todo. No quiero esa historia de estado laico. El estado es cristiano y la minoría que esté en contra, que se mude. Las minorías deben inclinarse ante las mayorías’, ¿Ésta es su opinión sobre la democracia? ¿Su tolerancia al que piensa distinto? ¿Es lo que piensa o dijo lo que los líderes evangélicos querían oír en contraste al rechazo que les genera el PT? ¿Cuantas de sus propuestas de campaña serán propuestas de gobierno?

El primer test demostró que gran parte de Brasil quiere un líder como Jair Bolsonaro, en 20 días sabremos si la mayoría de Brasil quiere un presidente como Jair Bolsonaro, todo parece indicar que sí.

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