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La broma inacabable

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análisis

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Definitivamente, España es el país del humor. Después de pasar de todo y por todo, muchos de sus habitantes hemos llegado a la conclusión de que solo mirando a través de las gafas del humor, la realidad se hace no solo soportable sino a veces hasta agradable.  “El humor, como dijo Víctor Borge, es algo que se desarrolla entre las aspiraciones de los hombres y sus limitaciones. Hay más lógica en el humor que en cualquier otra cosa. Porque, verás, el humor es la verdad. El humor es un pararrayos vital”. El humor también es, al igual que la birra: “causa y solución de todos los problemas de la vida” según la frase del gran Homer Simpson. El humor nos salva y al mismo tiempo nos condena a ser lo que somos. No se sabe si será por los miles de años de roces, de mezclas y remezclas entre los pueblos que han pasado por aquí, a las incontables combinaciones de genes que se han producido a lo largo de tantos años y entre gente tan diversa, o vaya usted a saber por qué, hemos conseguido darle la vuelta al infortunio a base de humor, de sacarle punta a todo, a la amargura, al dolor, al abatimiento, y para ello hemos desarrollado un particular alambique mental que partiendo de la fea y desagradable materia prima que es la pena, tan abundante por estos lares, hemos conseguido destilar una especie de licor espirituoso que nos hace ver la áspera realidad de una manera aceptable, incluso hasta graciosa.

No me digan ustedes que, por ejemplo, no tiene su gracia que Don Juan Carlos I, el emérito, diga que está “dolido y sorprendido” por  la separación de su hija Cristina y que ésta viajará a Abu Dabi para pasar unos días con su padre. La gracia está en pensar qué puede decirle a su hija, qué consejos, qué ejemplo puede darle  sobre este asunto de infidelidades, algo que él mismo ha practicado durante toda su vida. ¿Dirá que está en contra de las infidelidades en el matrimonio? Puede que diga eso y mucho más, y nada de lo que dijera nos sorprendería viniendo de él. Es posible que esté en contra de las infidelidades, pero solo de las infidelidades de los demás, nunca de las propias porque, como decía Faulkner: “no se puede vivir en Alaska y estar en contra de la nieve”. No creo que nuestro ex jefe del Estado haya leído a Faulkner, con tanto trajín de alcobas, lechos, tálamos, piltras, catres, por no hablar de maletas, maletines, cuentas bancarias, cartillas, cheques, pagarés, bonos, talones y demás, no habrá tenido tiempo el hombre. Pero de todos sus  monólogos humorísticos con que a lo largo de cuatro décadas amenizó nuestras nochebuenas mientras abríamos la botella de sidra champán “El Gaitero” y pelábamos los langostinos sin dejar de  mirar la pantalla, quedará para la historia su más descacharrante frase, ésa de: “Nadie está por encima de la ley. La justicia es igual para todos.”. No creo ser el único que al oírla se le saliera la sidra por las narices del ataque de risa. Ni Gila, ni Eugenio, ni Tip y Coll, ni Chiquito de la Calzada, ni Woody Allen, ni el mismísimo Groucho Marx pronunció una frase tan extraordinariamente graciosa. Y lo dijo sin reírse, por eso nos hizo tanta gracia. 

Don Mariano Rajoy, otro de nuestros eximios dirigentes políticos, tampoco se ha quedado atrás en cuanto a grandes frases y bien trabados monólogos humorísticos. Recordar sus chanzas, sus  impagables frases, sus salidas a la gallega no tienen precio y no podemos negar que es verdad que si bien como presidente del gobierno, su balance ha sido bastante negativo, como humorista gallego de manual nos ha hecho mucha gracia. Y esa gracia, esas risas que nos hemos echado con sus cosas compensa algo de todo lo malo que ha hecho, como por ejemplo atizar el desencuentro, el odio entre los catalanes y el resto de españoles. Él solo con su intolerancia, con su nula capacidad de diálogo, de negociación, la política es por encima de todo eso, una permanente negociación entre los diferentes puntos de vista, ha creado más independentistas catalanes que Jordi Pujol en todas sus décadas de “President”.

Hace poco nos sorprendió presentando un libro de memorias pocos días después de contestar una y otra vez “no sé absolutamente nada” o “no lo sé” o “no me acuerdo” a las preguntas de un juez sobre la “operación Kitchen” la caja B del PP y esas cosillas de corrupción de su partido acreditadas por varias sentencias judiciales firmes. Parece ser que Don Mariano, no confundir a este Mariano Rajoy con ese otro misterioso “M. Rajoy” que aparece en algunos papeles vamos a decir “comprometedores”, exprimió tanto su memoria, una memoria de registrador de la propiedad, que no es decir poco o, como él mismo diría, “es decir mucho” en elaborar sus memorias tituladas “Política para adultos”, que no le quedó memoria alguna para contestar a la preguntas del Juez. Mala suerte Sr. Juez, otra vez será. Un libro este donde vierte sus memorias políticas en unas páginas que, no hace falta decirlo, rebosan humor y verdad, sobre todo mucha verdad.

Otro personaje lleno de humor es Santiago Abascal, líder del partido Vox, cuando aparece, como suele hacerlo, muy tieso y marcial ante el atril, muy serio, con la voz y el gesto grave, arremetiendo contra lo que él llama “chiringuitos”y  prometiendo que va a acabar con ellos sin dejar ni uno. Y lo dice precisamente él, que ha vivido toda su vida de chiringuitos, de “carguitos”, como él mismo, despectivamente, los nombra. Unos “carguitos” muy bien pagados en los qué no se sabía bien qué era lo que hacía, pero en cualquier caso empleos públicos mandados crear para él por sus entonces   jefes y jefas como Esperanza Aguirre, otra impagable humorista. Unos carguitos hechos como un traje, a medida y, por supuesto, con cargo a los presupuestos generales del Estado. Abascal sabe que una de las claves para triunfar como humorista es decir cosas graciosas con el rostro serio, envarado, incluso agrio, acordémonos del genial Eugenio. También  tiene su gracia que salga vestido con camisetas militares y diga amar al ejército español, y lo dice alguien como él, que no hizo el servicio militar obligatorio. Para lo cual, y ahí sí estuvo bien, las cosas como son, encadenó tres prórrogas por estudios y por cargo público que le permitieron aplazar su alistamiento hasta 2001, cuando cumplió  los 25 años, justo en el año en que el servicio militar obligatorio fue suprimido. Otros muchos que no alardeamos de nuestro amor al ejército, a la patria, ni de ardor guerrero, nos comimos año y medio de mili como unos benditos. El abajo firmante haciendo patrullas nocturnas por las calles de una colonia militar con el fusil al hombro, además de los correajes, cargadores, y un radio teléfono del tamaño de medio jamón, cuyas baterías pesaban cuatro kilos, entonces todavía no había llegado la tecnología actual. Y durante el día  fregando suelos y perolas y haciendo tortillas, lentejas y macarrones para el rancho de la tropa, como si no hubiera un mañana. Todo eso se lo ahorró el señor Abascal por ser más listo que nosotros. Y hablando de patriotismo,  Miguel Gila, el gran maestro del humor, dejó un momento aparcado su lado humorístico por el que todos le conocemos, para hacer esta definición de patriotismo: “El patriotismo es un invento de las clases poderosas para que las clases inferiores defiendan los derechos de los poderosos”. Como puede verse, el señor Gila llevaba debajo de la boina algo más que los mejores monólogos de humor que se han oído en este país.

No se sabe el por qué de nuestro indomable e invencible sentido del humor que nos hace sobrellevarlo todo. Puede ser, como hemos dicho antes, producto de nuestra aperreada historia a lo largo de milenios de adversidades, o quizás sea por ese dominante aire solano que en verano hace hervir nuestras molleras, o por el agua que bebemos que es demasiado rica en cales, y esas cales nos calcifican la sesera, convirtiéndola en un puro guijarro y, por lo tanto, haciéndonos inmunes a todo mal, a todo infortunio y pesadumbre. O puede que sea una combinación de todos esos factores.

El difícil elegir cuál es la mayor broma que nos han gastado a los españoles en la última década. La cosa está muy reñida porque la mayoría de las noticias parecen llevar aparejada una inocentada, una guasa, un doloroso sarcasmo. Se podía elegir alguna de las grandes frases de Isabel Díaz Ayuso, una delirante y demencial monologuista metida a presidenta de la Comunidad de Madrid,  que viene pegando muy fuerte de un tiempo a esta parte y que, mucho nos tememos, todavía no ha tocado techo. 

Pero si hemos de elegir la mejor broma, aunque no terminamos de verle la gracia es, por su peso y volumen, el rescate a la banca, esa descomunal broma de que no nos costaría un solo euro y al final han sido más de cien mil millones. La forma de actuar de estos bancos y cajas tenía su gracia: cuando se estaban hinchando a ganar dinero con el “boom” inmobiliario todo iba bien, como un tiro, un tiempo feliz donde su única “inquietud” era saber dónde meter sus desorbitadas ganancias. Pero cuando aquel “Casino” montado por unos cuantos tahúres para ganar dinero a espuertas acabó su ciclo y tuvo que cerrar por pérdidas, llamaron sin vergüenza alguna a la puerta del gobierno para que les solucionara la papeleta. Porque en modo alguno  estaban dispuestos a asumir esas pérdidas, ellos estaban única y exclusivamente para ganar dinero, no para perderlo, eso de perderlo era algo que no entraba en sus cálculos. Su modelo de negocio era muy simple: privatizar las  ganancias y socializar las pérdidas. Algo muy parecido a esto ocurre con las autopistas de peaje estatales en manos de empresas privadas. Ustedes convendrán conmigo en que todo esto tiene una gracia que tira para atrás.

El gobierno del PP que acometió esta operación,  dijo en su día que el dinero del “rescate” sería un préstamo para ayudarles a salir del bache. Un préstamo que, insistió el ministro De Guindos, los bancos y las cajas devolverían hasta el último euro. Estas fueron sus palabras textuales: “La reestructuración bancaria se hace con un objetivo básico y fundamental: que no cueste un euro al contribuyente”. La gracia del chiste es que once años después de ese préstamo de 101.500 millones solo se van a recuperar, según el Banco de España, unos 9.500 millones. El por qué los bancos y cajas no devuelven ese préstamo es un misterio que nadie nos ha explicado nunca. Quizás Iker Jiménez haga algún día un hueco en su programa “Cuarto Milenio” y entre las noticias de avistamientos de Ovnis, civilizaciones extraterrestres, fenómenos paranormales y crímenes famosos nos explique este otro fenómeno paranormal y también crimen famoso, que fue el “rescate” financiero de 2012.

Si a pesar de éstas y otras muchas cosas el país sigue adelante con los faroles, es gracias a nuestro extraordinario sentido del humor capaz de aguantar impasible cualquier “broma”, sea ésta de la naturaleza que sea. Nuestra particular adaptación al medio, la selección natural, ha conseguido forjarnos un carácter, un temple, una manera de ser  que nos hace digerirlo todo, hasta lo indigerible. Ahora, a la vista de éstas y otras muchas evidencias, ha quedado sobradamente demostrado que España, una vez más, es diferente.

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