El beneficio atribuido de los bancos españoles en el tercer trimestre de 2019 ascendió a 8.996 millones de euros, lo que supone un descenso del 19,7% respecto al mismo período del año anterior, según la Asociación Española de Banca (AEB). Y con estas previsiones el beneficio a final del ejercicio sería, siempre según la AEB, de 10.890 millones de €, lo que significa un 17% menos que en 2018.

Este mal resultado según la patronal bancaria se atribuye, entre otras cosas, a “los mayores saneamientos y provisiones de carácter puntual realizados durante los dos últimos trimestres y los menores resultados procedentes de la venta de activos no corrientes explican la evolución del beneficio”. Sanear y provisionar supone corregir problemas derivados de la gestión del banco mediante la derivación de capital de la entidad por problemas derivados de la gestión.

En cuanto a la venta de “activos no corrientes”, éstos son productos financieros tales como valores de renta fija a largo plazo, acciones y aportes de capital. Es decir, negocio comercial bancario puro y duro, o la parte del banco que actúa como una tienda abierta al público.

Curiosamente los escasos incrementos del beneficio se encuentran en las partidas que inciden negativamente sobre los clientes, intereses, suben un 4,1% y las comisiones un 3%.

Aligerar la carga

Estos resultados pese a lo espectacular de la cifra total de beneficios denotan un problema de falta de crecimiento del negocio lo que índice directamente en la rentabilidad de las entidades que es el asunto más preocupante. La rentabilidad en cualquier actividad empresarial se mide por el crecimiento y en este caso no se da, sobre todo en las grandes corporaciones, y a excepción de casos en los que sí se ha obtenido un buen rendimiento en la gestión.

Así que toca aligerar la carga y arrojar por la borda pertrechos y otros enseres y al tocar puerto reducir el número de alistados. Es decir, cerrar sucursales y oficinas y despedir a unos miles de empleados.

Vayamos extrayendo las primeras conclusiones: suben los intereses y las comisiones, se cierran oficinas y se reducen las  plantillas, quiere esto decir que crece todo lo que afecta negativamente al cliente.

En septiembre de 2008, el total de entidades que operaban en España, entonces también las cajas de ahorro, contaban con 45.707 oficinas ara atender al público (Probablemente una cifra exagerada, sobre todo comparada con la red que existía en países europeos). Luego llegó la guadaña de la crisis o que provocó la desaparición de decenas de entidades tanto por inviabilidad o por fusiones y adquisiciones. También su papel en esta representación la digitalización y la obligada reducción de costes.

Tras esto llegamos a 2018 año en el que existían 26.011 oficinas, según informó entonces el banco de España, cifra similar a la de 1980 y eso que entonces las cajas no se habían expandido con el intención de trabajar como los bancos. Entre 2008 y 2018 se cerraron 19.696 oficinas bancarias, y solo en el último año 1.309, lo que representa el cierre de cinco locales al día durante diez años.

Un de las derivadas de esta situación es que en 2018 un total de 4.109 municipios, con una población acumulada entre todos equivalente al 2,7% de la población carecían ya de banco.

Desde las entidades se aduce en defensa de esta situación que esta merma en el servicio de atención a los clientes puede ser suplida mediante el uso de Internet lo que plantea a su vez una situación de exclusión e el caso de muchas personas mayores y municipios con escasa cobertura.

Trabajadores, la parte más fácil y vulnerable

Tras reducir el volumen de recursos e infraestructuras de atención a los clientes tocaba ir a por la otra parte más vulnerable y fácil: los trabajadores, problema que se soluciona, solo, con dinero.

A título de ejemplo, desde 2008 hasta 2018 la reducción de plantilla en las antiguas cajas de ahorro, ahora en manos privadas o semiprivadas, ha sido del 41,2%. Sigamos con ejemplos que ilustran bien todo esto: En 2018 de estas plantilla 2.235 empleados fueron a la calle, siendo 2013 el “año estrella” cuando se prescindió de 12.343 trabajadores, coincidiendo con  el paso de las cajas a manos de la banca privada.

Hasta septiembre de 2018, y desde el año de referencia, 2008 y según informa la AEB, sus entidades asociadas redujeron sus efectivos humanos en un 33,2%. Tres de cada diez.

Pero ahí no queda la cosa pues en 2019 continuó la “optimización de recursos humanos”, vamos el reparto de boletos para el Inem.

Santander anunció un proyecto que durará tres años, probablemente dos, y que conllevará el despido de 3.000 empleados y el cierre de 1.000 oficinas. Dicen que en parte como consecuencia de la succión del Popular. CaixaBank, por su parte, cierra 800 sucursales y prescinde de 2.000 empleados. BBVA echa el cierre a 195 oficinas, Bankia 25 y como resultados de la fusión de Unicaja y Liberbank desaparecen 200 oficinas y 3.000 trabajadores.

El cuanto a cierres en el año anterior, 2018, CaixaBank liquidó 276, Santander España,119, BBVA, 179, Sabadell, 15 y Bankinter, 1.

Menos mal que tenemos Internet, porque si nos veríamos obligados a recurrir a procedimientos de todo tipo para poder operar con nuestro banco, incluidos el aquelarre o la intervención de un chamán.

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