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La AstraZeneca y el efecto nocebo

Javier Puebla
Javier Pueblahttp://www.javierpuebla.com
Cineasta, escritor, columnista y viajero. Galardonado con diversos premios, tanto en prosa como en poesía. Es el primer escritor en la historia de la literatura en haber escrito un cuento al día durante un año, El año del cazador, 365 relatos que encierran una novela dentro.
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análisis

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Me llegó un sms y como no respondía me llamaron luego por teléfono de la comunidad de Madrid.

Le pregunté a la amable y eficiente operadora cuál era la vacuna que me querían inocular y me respondió que la AstraZeneca.

Según había leído en los periódicos a mí me correspondía la vacuna de Moderna.

-Pues esta es la que tenemos ahora.

Pedí que me volvieran a llamar al día siguiente para consultarlo con mi médico, dijeron y de acuerdo, pero no me llamaron. Aunque sí me advirtieron que si rechazaba la vacuna mi nombre aparecería en una lista. Tal cual y exactamente así me lo dijeron.

No hace mucha ilusión aparecer en listas, como no hace mucha ilusión tampoco tener los movimientos restringidos a causa de un virus sin que se respeten la libertad personal ni la capacidad de cada uno para cuidarse y cuidar a los demás: soy yo quien debería decidir si es necesario en una situación u otra llevar mascarilla, no un policía que nos sale al paso cuando vamos andando solos por el campo.

Creo que la razón principal para no ponerse la Astra Zeneca, amén de la posibilidad de trombos y de que conozco a un montón de personas que se han puesto enfermas después de la inyección, es el efecto nocebo.

El efecto nocebo, no sabía hasta hace un rato siquiera que existía la palabra, es lo contrario al efecto placebo.

El efecto placebo puede hacer que baste introducirse una aspirina en la boca para que se pase el dolor de cabeza. El efecto nocebo logra que una comida que nos parece en mal estado nos siente fatal, aunque en realidad esté en perfectas condiciones.

Lo mismo puede suceder con la AstraZeneca; a la gente que desconfíe y tenga miedo, puede darle una reacción fatal. En la historia ha habido millones de infartos generados simplemente por el miedo.

Por eso desde esta humilde atalaya sugiero, y hasta pido, a las autoridades,  que nos den a los ciudadanos la posibilidad de elegir, y que no pongan nuestro nombre en ninguna lista si no queremos dejarnos pinchar la AstraZeneca, que nos permitan acceder a cualquier otra de las vacunas. Que para eso hay muchas, demasiadas… Pero eso sería tema para otro artículo.

(Mecanografía DF)

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