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La angustia

Antonio Guerrero
Antonio Guerrero
Antonio Guerrero colecciona miradas, entre otras cosas. Prefiere las miradas zurdas antes que las diestras. Nació en Huelva en 1971 y reside en Almería. Estudió relaciones laborales y la licenciatura de Filosofía.
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análisis

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En algún momento de nuestra vida hemos experimentado este estado emocional que nos ha dejado presos de alguna circunstancia. La angustia aparece siempre que sucede algún inconveniente, peligro, etc, que nos genera una reacción pronunciada que  luego se incrusta en nuestra vida y no nos deja avanzar. No obstante la angustia también es un estado filosófico y por eso mismo lleva implícita en sí misma una reflexión que atañe a la condición humana. En ese caso hablamos de una angustia existencial, de un conflicto interno de difícil solución que nos agota y nos sumerge en nuestro propio interior. Kierkegaard fue el primero que habló magistralmente de esto y que asoció la angustia con la libertad; con eso abrió paso al existencialismo. Para él ese estado implicaba vértigo, uno momento extraño que aparecía cuando el ser humano entendía que la angustia le había hecho tomar decisiones para ser más libre. Y en ese cruce de emociones, ese vértigo de libertad, mostraba que el verdadero dolor en el fondo era otro: lo que nunca se había tenido y que surgía ahora para hacernos decidir. A fin de cuentas la angustia nos conducía a nuestro drama, al de toda la vida y no solo al temporal. Tiempo después Sartre expuso que el mundo generaba angustia y que por eso ese  era el estado inevitable del ser humano.  Sin embargo eso conducía a la conciencia de la libertad. Como tal, la conciencia, era importante ya que se componía de una suma de las decisiones  personales que fundamentaban nuestro mundo. Tanto Sartre como Kierkegaard dejaron constancia de lo que había detrás de la angustia. Mostraron los entresijos de lo que implicaba ser consciente de la finitud de la existencia humana ya que esa finitud generaba angustia y esa angustia nos llevaba a preguntarnos cuál era el sentido de la vida, si merecía la pena o no. Camus reflejó perfectamente esto en su obra “El mito de Sísifo” cuando dijo que solo había una gran cuestión filosófica: el suicidio. La pregunta de fondo era si la angustia debía llevarnos a eso, si merecía o no la pena vivir. En realidad todos estos filósofos dejaron indicios de que la angustia era una vía iniciática para el pensamiento. Dicho de otra forma, la angustia tenía un valor positivo: nos enseñaba a vivir y nos enfrentaba a lo que somos; nos dejaba claro que existir era una lucha interna e inevitable a la que había que plantarle cara para avanzar.

Sumario: La angustia es el comienzo de la libertad y a la vez lo que nos hace avanzar en los estadios de nuestra vida.

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