Desde la desaparición del miedo al comunismo y la Guerra Fría, que significó tanta “caza de brujas” y “listas negras”, abiertas o encubiertas; y tras la caída del muro de Berlín, y todos los acontecimientos de la última década del siglo XX, el siglo XXI se inició con un nuevo miedo que poco a poco se ha ido haciendo más extensivo: primero en su formato de células terroristas de Al Qaeda que actuaban también en occidente, y después en su formato como ejército invasor y Estado represor del Daesh que amenaza al mundo entero convirtiendo en asesinos suicidas a nuestros jóvenes.

Según José Félix Tezanos, catedrático de Sociología en la UNED, en su estudio sobre “La cuestión migratoria en España” de 2006, la inmigración no comienza a ser un problema para los españoles hasta 2001, no existiendo, al menos hasta finales de 2005, relación entre terrorismo e islam ya que aquel se relaciona directamente con ETA.

En el avance de resultados de 2008 sobre “Percepciones y actitudes hacia el islam y los musulmanes en España”, del Instituto de Estudios Sociales Avanzados del CSIC, nos dice: “si se coge como ejemplo un periódico como El País, el término [“islamofobia”] aparece por primera vez en un artículo de Juan Goytisolo titulado: «Sarajevo, tres meses después», y publicado el 26 de octubre de 1993. Después vuelve a desaparecer y no es hasta el año 2001 cuando es empleado en dos artículos para, a partir de ese momento aparecer de forma más continuada”. Considerando en sus conclusiones que: “Desde el 11 de Septiembre de 2001, la irrupción en el corazón de las sociedades occidentales de un terrorismo que legitima sus acciones apelando al Corán y el ejemplo del Profeta, hace que el Islam se sitúe en el centro de todas las miradas”.

En el caso español, los atentados del 11 de marzo de 2004, también conocidos como 11-M, han sido el mayor ataque terrorista cometido en Europa hasta la fecha, con diez explosiones casi simultáneas en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid en la hora punta de la mañana. La sentencia de la Audiencia Nacional atribuyó su autoría a miembros de células o grupos terroristas de tipo yihadista, y origen migrante. Fallecieron 191 personas, y 1.858 resultaron heridas. Sin embargo, como el catedrático José Félix Tezanos señala en su estudio de 2006, es curioso que sea en marzo y abril de 2004 cuando se presentan los niveles más bajos de preocupación por la inmigración desde abril de 2003, partiendo de la opinión pública valorada por el CIS, mientras ocurre justamente al contrario en cuanto al terrorismo de ETA.

Pero esta situación cambia a partir de 2014 hasta el punto de que el exparlamentario vasco por el Partido Popular y presidente del partido político Vox, Santiago Abascal, publica en Libertad Digital el 14 de diciembre de 2014: “Claro que no todos los que profesan el islam comparten ni apoyan el terrorismo, pero también es cierto que el multiculturalismo ha fracasado y que, por supuesto, existen civilizaciones mejores y peores. Ponerlas todas al mismo nivel sólo es allanar el camino a la barbarie.” y en febrero de 2015 se firma el “acuerdo para afianzar la unidad en defensa de las libertades y en la lucha contra el terrorismo” por parte del PSOE y el PP, y al que se han ido sumando Ciudadanos, Unió, UPD y el Partido Aragonés (PAR).

De hecho, la situación existente en 2014 y 2015 provoca la elaboración de un informe especial del Observatorio Andalusí (Institución para la observación y seguimiento de la situación del ciudadano musulmán y la islamofobia en España, creado en 2003) en la que se expone así la situación mundial: “El mundo parece un escenario revuelto con brotes violentos en diversas zonas de intercambio comercial (Ucrania, Siria, etc.) entre Oriente y Occidente. En Oceanía, América y Europa destaca la discriminación desde sectores nacionalistas identitarios cristianistas contra los fieles de otras religiones, y desde sectores ateístas laicistas contra todas las religiones incluida la mayoritaria de cada país. En Asia y África destaca la plasmación de ataques violentos contra las minorías a continuación de discursos de odio contra ellas, también desde tendencias laicistas intolerantes, destacando en Asia más desde sectores nacionalistas identitarios budistas discriminando a cristianos y atacando a musulmanes, y en África bandas armadas cristianistas atacando a musulmanes y a quienes se les opongan, y de bandas armadas de personas que se consideran musulmanes haciendo lo mismo en ambos continentes.

En cuanto a la situación española, nos dice el informe: “De este modo en nuestro país comienzan a repuntar también estas tendencias [discursos de odio seguidos del aumento de delitos de odio] finalizando el año 2014 e iniciando 2015 tras los sangrientos atentados en París el día 7 de enero, aumentando la retórica islamófoba en algunos sectores políticos, aunque con una tónica general responsable de los partidos mayoritarios para que la repulsa contra el terrorismo internacional no se convierta en una repulsa contra los musulmanes”.

Y el CIS en su barómetro sobre percepción de los principales problemas de España, indica claramente una despreocupación por el terrorismo ya que prácticamente no alcanzó ni el 1% desde febrero de 2014 (en el año 2000 alcanzó al 80%). Por lo que no parece que sea el miedo al terrorismo lo que justifique la preocupación política, ni siquiera al “terrorismo internacional” que surge como ítem independiente a partir de diciembre de 2014, pero no parece alcanzar más de un 2% hasta diciembre de 2015 (9%), coincidiendo con la campaña electoral, para volver a bajar en enero de 2016.

Los motivos de este cambio parece que habría que buscarlos en la Monografía de 2010 “Islamismo radical en España”, del Departamento de Inteligencia de la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas (ESFAS), que nos dice: “Como se puso de manifiesto con las revueltas en Francia de octubre de 2005, que comenzaron en los barrios periféricos de París, por jóvenes, hijos de inmigrantes y que suponen en algunos casos la segunda o más generación, hace comprender que esas situaciones de alienación y frustración pueden ser un peligroso combustible para que una chispa lo haga explotar en forma de desestabilización de toda la sociedad”. Mientras alerta de que la crisis económica actual está incidiendo especialmente sobre los inmigrantes musulmanes, con una tasa de desempleo muy superior a la general, como un factor de riesgo fundamental.

Por lo que podríamos extraer que el miedo real es a que se den condiciones de exclusión que se transformen en caldo de cultivo para discursos y delitos de odio. Y parece claro que la situación laboral y económica incide en los procesos de exclusión, pero también la situación social, la cual también supone un riesgo de exclusión si tenemos en cuenta la relación que se establece en gran parte de la población española de “musulmanes” con “inmigrantes” y viceversa, pese a que en esta misma Monografía del ESFAS encontramos que ya en 2010 el principal origen nacional de la población musulmana es el español.

Sólo desde una visión que iguala islam a inmigrante, podremos entender la relación entre el auge de la islamofobia y el repunte que se produce a partir del 2010 de frases del tipo “bajan los salarios” y “quitan puestos de trabajo”, suponiendo máximos históricos, según el estudio sobre “Impactos de la crisis sobre la población inmigrante” de 2011, realizado por el colectivo IOE. Así como el que se plantee la necesidad de “integrarse” y “asimilar las costumbres” para todas las personas musulmanas, sin tener en cuenta que también nacieron aquí y se han socializado en los mismos folclores, o el entenderles como una “amenaza nacional” cuando su familia, y ellos mismos, también viven en el territorio del Estado Español, y comparten los sentimientos nacionales y esperanzas del resto de la ciudadanía.

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