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La amenaza de la razón de Estado

Es una ilusión esperar que el despotismo esté del lado de las buenas causas.” Ludwig von Mises

Alberto Vila
Alberto Vila
Analista político, experto en comunicación institucional y economista
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análisis

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Cuando observo que algunas líneas argumentales dentro de la opinión que se difunde en esta España actual, no puedo menos que re      visar la idea de la “razón de Estado”. Casi siempre utilizada como metodología para “corregir”, según se vea, los lógicos conflictos de las democracia inmaduras. Desde aquí, se podría decir que la razón de Estado es un modo de intervención del poder público o político que se aparta del derecho común por circunstancias excepcionales. Desde allí, el Estado o un poder político institucional, pueden eludir el derecho común. Que se dice fácil.

Esta práctica asume que hay modos de intervención política que están fuera del derecho común. Es decir, que el poder político asume que tiene la capacidad de intervenir en violación de las normas del derecho común. Tanto como tiene el monopolio de la violencia, la razón de Estado es una tentación al alcance de las máximas instancias del poder estatal. Según esto, la razón del estado está fuera de la ley porque su aplicación se instala fuera de las libertades civiles. Es una alteración de orden excepcional. Sin embargo, aunque en una democracia se puede aplicar la razón de Estado, no debe hacerse como algo habitual. No puede blandirse como amenaza un Estado de este tipo constantemente para resolver cuestiones políticas. Porque, por paradójico que parezca, el Estado de excepción que supone la razón de Estado, es la aceptación de que la democracia puede ser suspendida en nombre de un interés mayor que la democracia. Inaceptable.

Entonces, el Estado de excepción abre una fase específica en la que, en nombre de la salvaguardia de la democracia, esta amputa sus modos de funcionamiento al posicionarse como un Estado por encima de la democracia. Es un territorio confuso donde los límites ya no existen. Básicamente, estamos en una perturbación fundamental de las sociedades modernas porque entramos en una anarquía legal. La “solución franquista” de eliminación de los disidentes, en un número que se pretende ocultar por los defensores de aquella razón de Estado, se hizo en el entorno de una dictadura. Pues bien, sus justificantes se hacen desde esta democracia. Eso es inadmisible. Una puerta al absolutismo.

Históricamente Maquiavelo habla de razones políticas para decir básicamente que el reto fundamental para la política es lograr sus objetivos. De tal modo el franquismo con ese fin, justificó los medios aplicados. Esta es una posición definitivamente amoral. Tanto, como seguir defendiendo aquellas prácticas, aunque esa defensa se haga con su ocultamiento. Muchos siguen creyendo que Maquiavelo define como moral la importancia de la meta. Por lo tanto, es posible utilizar todas las técnicas para lograr el objetivo. Triste posición.

Además, debemos traer a la memoria, para entender algunas prácticas, la posición de Giovanni Botero, creador del concepto moderno de la razón de Estado. Fue un jesuita piamontés nacido en 1544 y fallecido en 1617. Su función diplomática le permitió escribir sobre la razón de Estado. A este pensador le interesa la construcción y la constitución del poder. A Botero le interesa la eficiencia del Estado, es decir, la relación entre el Estado, la población y el crecimiento del poder político. Desde una visión teológica sostiene que, para que haya una razón de estado, debe tenerse un regreso a Dios. Según él, el poder tiene una dimensión teológica, es necesario responder a las inspiraciones divinas, el príncipe debe respetar la palabra de Dios. Desde él puede gobernar en nombre de la razón estatal. Si él responde bien a Dios en relación con los objetivos de Dios para la humanidad en la tierra, entonces el príncipe puede aplicar un poder excepcional que es la razón del estado. Horroroso. Pero no lejano de los temores de los demócratas. La intervención del poder religioso sólo trajo penas.

La razón de Estado es una zona de incertidumbre practicada por sociedades que habitan las zonas grises, todas caracterizadas por leyes represivas, leyes marciales, leyes de seguridad que restringen y socavan las libertades públicas e individuales. En esta dimensión se entra en un discurso militar y una estrategia que justifica la suspensión de la idea de democracia, aunque en su formalidad pueda ser esa. La razón de Estado es una suspensión implícita de las normas constitucionales, los derechos de las personas y la libertad individual como principio. Así, la razón de Estado es la concentración de poderes, el fin de la distinción entre poder legislativo, el judicial y el ejecutivo, y el nacimiento de regulaciones específicas que controlan al individuo en todos sus ámbitos a lo largo de su vida.

Desde esta columna formulo estas reflexiones, porque en no pocas oportunidades de la historia política de España se ha aludido a razones superiores para eliminar a los adversarios en la convivencia democrática. Desde los Gal hasta la presunta implicación de las más altas instancias institucionales del caso “Cloacas del Estado”, todo se convierte en intimidatorio. En antidemocrático.

Piensa en lo amenazante que resulta lo que se está descubriendo desde las entrañas del poder. La democracia es equilibrio de poderes. Reflexiona acerca de los apóstoles que vaticinan que España se rompe y proponen la fuerza en lugar de la razón. Piénsalo y vota.

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