Como socialista habrá quién me pregunte que si estoy contento con que Mariano Rajoy vuelva a ser Presidente del Gobierno. A esas personas les respondo con un NO rotundo, no me gusta que gobierne la derecha. Sin embargo, tampoco me gusta que ese gobierno esté cimentado sobre una mayoría absoluta o suficiente con el apoyo de Ciudadanos para que sigan imponiendo su programa neoliberal. Esa situación era la que se iba a producir en nuestro país si las intenciones de Pedro Sánchez hubieran sido trasladadas desde el papel a la realidad. El peor secretario general de la historia del Partido Socialista iba a sacrificar a su propio partido con tal de blindarse en la secretaría general. Es así.

El plan de Sánchez era el siguiente: convocar primarias una semana antes de que las Cortes se disolvieran imposibilitando de este modo que se pudiera formalizar un gobierno «del cambio» junto a Podemos y a los independentistas. No había tiempo material para ello. Ese es el pelaje de una persona cuyo deporte favorito no es el baloncesto, como afirma, sino el «yo-yo». Unas terceras elecciones habrían traído como consecuencia un PP reforzado en las urnas y una izquierda mucho más dividida y castigada por la abstención de quienes ya están hartos de que cada cinco meses se les llame a votar y no tienen una militancia activa.

El PSOE se ha visto embarcado desde la semana anterior al Comité Federal del 1 de octubre en un escenario de extrema división y de un enconamiento de los pedristas que es consecuencia de que el movimiento para parar las maniobras de Sánchez se hiciera demasiado tarde. La dimisión de los diecisiete miembros de la Ejecutiva debió hacerse justo una semana después de las elecciones del 26J cuando ya había quedado claro que Pedro Sánchez no tenía ninguna intención de dimitir por unos resultados que él mismo definió como «un gran logro» del PSOE pero que fueron los peores de la historia. Sin embargo, se produjo cuando se produjo y en el mismo Comité Federal del primero de octubre se vio que la división que el propio Sánchez había ido incubando desde el mes de diciembre era aún más profunda de lo que se podía pensar. Tanto en ese Comité como en el celebrado este fin de semana hemos escuchado a los pedristas poner a la militancia como escudo humano de sus propios intereses personales, afirmar sin ningún tipo de vergüenza que la gestora impedía que las bases se pronunciaran. Es de una mezquindad de dimensiones bíblicas que quienes han impuesto sus deseos y sus intereses a lo dictaminado por la militancia en multitud de ocasiones sean quienes se quieran autoproclamar como la voz de los militantes. No escuché a Luena o a Sánchez decir que se había traicionado a las bases cuando se saltaron a la torera que Tomás Gómez fue elegido por la militancia madrileña e intervinieron a la Federación Madrileña. Lo mismo que en Murcia, Ávila, Galicia o Vitoria, por citar algunos ejemplos.

hemos escuchado a los pedristas poner a la militancia como escudo humano de sus propios intereses personales

Del mismo modo me parece de una hipocresía máxima que Sara Hernández hable de los militantes y de que tienen que ser ellos quienes tomen las decisiones cuando ella, que está donde está después de la intervención de Luena y Sánchez en contra de la decisión tomada por la militancia, aún no ha convocado al Comité Regional. Lo mismo podría decir de la pedrista Idoia Mendía, la que ha llevado al PSE-EE a tener los mismos escaños que el PP en Euskadi, que no hace más que pasearse por radios y periódicos hablando de que tienen que ser los militantes los que lo decidan todo pero que cuando se trata del PSE-EE dice en una entrevista que la decisión de si los socialistas aceptarán entrar en un gobierno de coalición con el PNV la debe tomar el Comité Regional y no los militantes porque «no hay que esconderse detrás de los militantes». Igual de hipócrita es la actitud de Luena y del resto de pedristas al afirmar que la decisión del Comité Federal del 23 de octubre le ha sido hurtada a las bases cuando han sido ellos los que han impuesto un régimen de terror en el que se han abierto cientos de expedientes de expulsión a militantes por el mero hecho de tener una opinión diferente a la de la Ejecutiva.

¿Es legítimo que haya una parte de las bases y de la dirigencia del PSOE que esté en contra de la decisión y que mantengan su apoyo al «NO es NO»? Claro que sí. Por eso estamos en una democracia en la que TODOS debemos respetar las decisiones diferentes a las nuestras. Sin embargo, es ruin que Pedro Sánchez diga en un tuit que «Pronto llegará el momento en que la militancia recupere y reconstruya su PSOE. Un PSOE autónomo, alejado del PP, donde la base decida». Este tuit es ruin por diferentes razones: en primer lugar, porque fue él quien ofreció como solución a la gobernabilidad que él no tuviera ningún rival para la renovación de la Secretaría General a cambio de apoyar la abstención; en segundo lugar, porque él mismo llevaba hurtando la voz a la militancia por no convocar el Congreso Ordinario en el mes de febrero, que era cuando tocaba; en tercer lugar, por respetar la voz de la militancia sólo si a él le convenía, tal y como he explicado en líneas anteriores; en cuarto lugar, por ajustar los calendarios a sus intereses personales.

Por otro lado, los pedristas afirman que Pedro Sánchez siempre cumplió con lo requerido por el Comité Federal. Dicen que se le pusieron unas condiciones imposibles de cumplir para formar gobierno tras las elecciones del 20D cosa que es falsa porque lo único que se decía era que no se podía pactar con el PP y con quienes pusiera en riesgo la unidad del país. Sin embargo, fue el propio Sánchez quien incumplió esas resoluciones del Comité Federal cuando negoció en secreto con los independentistas catalanes la apertura de la vía catalana a cambio del apoyo de PDC y ERC en su investidura. Fue el propio Sánchez quien incumplió las resoluciones del Comité Federal cuando, tras el fracaso en Galicia y en Euskadi, quiso convocar el Congreso Ordinario que llevaba aplazando desde el mes de febrero y unas primarias en las que él y sólo él pudiera blindarse en su cargo sin importarle un ápice que hubiera o no terceras elecciones. Lo incumplió porque existía una resolución del Comité Federal por la que no se podría convocar el Congreso hasta que se hubiera resuelto el tema de la gobernabilidad del Estado.

Fue el propio Sánchez quien incumplió las resoluciones del Comité Federal

El 23 de octubre el PSOE decidió abstenerse para permitir la formación de gobierno. La abstención no es pactar con el PP, no es estar a favor de las políticas de Mariano Rajoy, no es dar un cheque en blanco al Partido Popular como habría ocurrido si se hubiese seguido la ruta propuesta por Sánchez. Abstenerse es, simplemente, permitir que se forme gobierno e iniciar la legislatura para, desde el Parlamento, aplicar el programa electoral. A esta decisión han venido reacciones previstas y llenas de demagogia y de análisis simplistas por parte de Podemos y de los que se siguen autocalificando como «la verdadera izquierda». Lo peor es que ese análisis simplista y demagógico lo han comprado también los pedristas, los mismos que ponían a caer de un burro a Iglesias hace apenas tres meses. Al parecer, ahora son «los putos amos». Punto y aparte tiene la llamada a la violencia de Ada Colau. ¡Qué difícil es cambiar el megáfono por la gestión!

La abstención del PSOE va a permitir que se gobierne desde la oposición, que se deroguen total o parcialmente las leyes más lesivas del Partido Popular. Ahora, al parecer, los hay que dudan de ello sólo por ponerse etiquetas más falsas que un Rolex comprado en el Mercado de la Seda de Beijing. Sin embargo, los hechos demuestran lo contrario, incluso antes de que se haya formado el gobierno. En estas últimas semanas hemos visto cómo el Congreso ha tumbado la LOMCE y cómo se ha tramitado una reforma del Estatuto de los Trabajadores para mejorar las condiciones laborales de los subcontratados. Por otro lado, también hemos asistido a los intentos del gobierno de vetar las proposiciones de ley de los partidos de la oposición, veto que no ha sido aceptado por la Mesa del Congreso.

La abstención del PSOE para que se pueda iniciar la legislatura abre un camino en el que el Poder Legislativo no es un subdepartamento del Ejecutivo, tal y como ha venido ocurriendo en el pasado, sobre todo con el último gobierno de Mariano Rajoy. El PP tendrá que negociar todas y cada una de las leyes que quiera aprobar, además de ver cómo leyes que propongan el resto de grupos sean aprobadas a pesar de estar ellos en contra. La abstención del PSOE puede permitir que se inicien los contactos para comenzar con la reforma constitucional y de leyes tan importantes como la electoral. Eso es lo que significa la abstención socialista. No es apoyar a un gobierno de derechas, no es un pacto con la derecha, cosa que sí hizo Sánchez, es simplemente poner a andar la legislatura y poner sobre la mesa el programa electoral socialista. ¿Es que nadie puede entender que se puede aplicar dicho programa desde la oposición con un PP con una minoría tan débil? Parece que es mejor ir con el discurso demagógico y con las consignas simplificadas sin ver más allá de las narices.

2 COMENTARIOS

  1. Estoy bastante en desacuerdo con lo que expresa el artículo. El PSOE ha tomado esa decisión en base al miedo a la urnas, a pensar que se van a quedar sin silloncitos en el Congreso y el Senado en favor de otras formaciones. Y sería así gracias al esperpento que han escenificado los barones socialistas. Lo que deberían haber planteado es un NO rotundo y ponerse a trabajar y a mediar para que, de una vez por todas, Podemos y Ciudadanos se pusieran de acuerdo para iniciar un Gobierno «del cambio» y hacer, en todo caso, una oposición firme al Partido Popular, sin miedo a quedarse sin actas de diputados. Presentarse a unas elecciones defendiendo ese acuerdo y un programa electoral trabajado con las otras fuerzas políticas.

    Escudarse en decir que hasta que no haya gobierno, no se puede hacer oposición, es un absurdo más. Lo que vamos a tener, gracias a la abstención, es a un presidente cuyo partido está siendo investigado en tramas de corrupción y un parlamento bastante fracturado en el que se podrán aprobar cambios pero, cuando lleguen al Senado, donde el PP tiene mayoría absoluta, acabarán «tumbados». Por lo que habrá sido para nada.

    Habla mucho de lo que dicen los políticos «pedristas»; sin embargo, no se trata de escucharlos a ellos. Se trata de escuchar a los propios militantes que se han echado a la calle, que han recogido firmas y han expresado sus ideas, sin darles la oportunidad de expresarlas mediante el voto.

    Y critica mucho los desdichos de los políticos «pedristas»; sin embargo, ¿por qué no nombra los giros ideológicos de Hernando, Díaz o Fernández? Esos que clamaban por el NO y que se sentían insultados al ser preguntados por una abstención.

    La cuestión es que han conseguido poner en la cara de Rajoy una sonrisa, 4 años más de gobierno corrupto y cargarse un partido con 137 años de historia, en lugar de haberse puesto a trabajar hace 2 meses con Ciudadanos, Podemos y otras formaciones para llegar a unas terceras elecciones reforzados.

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