Jordi Évole y Jose María Gonález (“Kichi”). Imagen del programa Salvados, de la Sexta TV.

Jordi Évole y el equipo de Salvados entrevistaron al actual alcalde de Cádiz Jose María González (“Kichi”), y el periodista le preguntó sobre sus mediaciones con Navantia para atraer la producción de corbetas (navíos de guerra) a Cádiz, con destino Arabia Saudi. Hasta aquí todo “normal”. Sin embargo, cuando a «mediación para atraer contratos» le sumas que ese mediador se declara antimilitarista y que los contratos tienen que ver con la construcción de armas de guerra para un Estado que no solo no es democrático sino que comete violaciones de derechos humanos a plena luz del día, entonces, el cóctel resulta explosivo. Para justificarlo, el alcalde se “destapó” como un político verdaderamente pragmático. Aquí dejo algunos apuntes al respecto.

Previamente se ha escrito sobre el conflicto entre ética y pragmatismo que esto supone. Un ejemplo es el artículo del coportavoz de EQUO Cádiz Miguel Ángel Castellano. Éste comienza su artículo con una frase de Charles Chaplin que no puedo no recoger yo aquí: «la desesperación es un narcótico; calma la conciencia». Este precisamente es el argumento de Kichi para justificar la enorme contradicción ética que supone que un antimilitarista declarado no solo no trate de evitar que su gente construya armas de guerra, sino que ni siquiera lo critique y, además, lo promueva y justifique. A la pregunta de Évole respecto a la contradicción que suponen unas declaraciones suyas hechas años atrás en contraste con su comportamiento actual como alcalde (al no querer boicotear ese tipo de contratos), Kichi respondió: «Pero vamos a ver, Jordi, ¿y mientras qué hacemos?, ¿mientras qué comemos?». Tiene razón, es una situación difícil. El derecho al trabajo es un derecho humano (art. 23.1). Sin embargo, quizás el derecho a la integridad física y la vida (art. 3) de las personas deba tener cierta prioridad, ¿no creen? Si para que unos trabajen, has de contribuir a que se elimine a otros, algo estás haciendo mal.

La conclusión de lo que dijo Kichi es la siguiente: si tengo que decidir entre empleo para los míos y seguridad para los otros, evidentemente, me quedo con los míos, porque la responsabilidad de un alcalde es mirar, prioritariamente, por el interés de sus vecinos. Además, por si fuera poco, en su artículo en El País Rehenes del paro contra víctimas de la guerra acabó de rizar el rizo apuntando, por un lado, una realidad incuestionable (él no es culpable de las guerras para las que se usan los barcos de Navantia) y, por otro, una falacia (existe una dicotomía entre el empleo y derechos humanos, hay que elegir). Voy a tratar de dar respuesta a varias de las cuestiones que plantean sus justificaciones.

Vuelvo a la entrevista. Kichi dijo, literalmente, «yo soy de izquierdas, soy anticapitalista, soy de Cádiz y tengo super claro que el primer partido en el que yo milito, el primero, es Cádiz». Sin ánimo de entrar en valoraciones demagógicas al respecto, he tratado de hacer un análisis de lo que esto implica. La pregunta principal que me hago es: ¿qué diferencia su apología del «nosotros primero» y la proclama de Trump con su «America first»? Lo pregunto porque cuando Évole compara sus declaraciones con las del ex ministro de Interior Jorge Fernánez Díaz, las similitudes quedan patentes.

La justificación de Kichi ante el enorme parecido de éstas es que de ellos no se las cree, que los gobernantes del PP no sufren ninguna tensión moral al justificar la explotación de unas personas en beneficio de otras porque ellos, los populares, no son contrarios a eso. Y estoy de acuerdo. Quiero creer que él sí las sufre, aunque supongo que en el PP también habrá de todo. Digo yo, vamos. No obstante, no parece ésta una justificación válida ni desde de la óptica de la moral ni desde la de la lógica. Llevémoslo al extremo: robar me produce remordimientos porque produzco sufrimiento a otros; pero he de hacerlo porque es mi trabajo y sin él no podría sobrevivir; por tanto, robar está, en mi caso, justificado. Quizá este argumento fuera defendible si se robara a alguien más rico que uno mismo –se podría razonar en términos de justicia redistributiva– pero cuando se roba a alguien más pobre que uno mismo, las razones caen por su propio peso. Esta justificación solamente se sostiene por una suerte de macabra lógica cuyo resultado es el egoísmo social generalizado. No, sin duda sus declaraciones no lo ponen a la altura de Trump o el PP, y tampoco a la de Hogar Social, España 2000 o Vox, pero parece innegable que sus discursos comparten raíces.

Lo que enfrenta Kichi y muchos otros políticos podría llamarse dilema del gobernante. De lo que habla el alcalde es algo muy sencillo: de la misma manera que el racismo se cura viajando, el idealismo se cura gobernando. Tiene bastante razón. En eso podemos estar de acuerdo, ya que, evidentemente, es más fácil soñar sin tener que aprobar y ejecutar unos presupuestos. Sin embargo, que el idealista se vuelva realista (en el peor sentido de la palabra, el relacionado con el pragmatismo amoral) no significa que no se le puedan hacer otras objeciones. Ahí va una: una cosa es ser realista, y otra bien distinta es tender hacia el localismo más excluyente. Llevando la justificación del gaditano al extremo, quizás el próximo lema de campaña de su partido en la ciudad deba imitar al del presidente estadounidense y redondear la idea del «nosotros primero» con un canto al «Cádiz first!».

El utilitarismo en general –pues existen muchas variantes que no puedo entrar a explicar aquí– nos dice que la bondad de las acciones se mide en función de la utilidad que proporcionen. Pues bien, la construcción de armamento naval militar para Navantis proporciona mucha, muchísima utilidad (a unos cuantos). ¿Qué es más útil que el empleo? –se preguntarán los trabajadores de Cádiz y alrededores. Yo les contesto: la vida.

¿Qué cambia el hecho de que Cádiz no se involucre en la construcción de esto? Nada. Efectivamente, si no lo hacemos nosotros, lo harán otros. Y en términos éticos no sería reprochable esto si él mismo no fuera supuestamente contrario a la venta de armas. Si al alcalde de Cádiz le hacen decidir entre los de allá y los de acá, evidentemente, elige a los de acá. Supongo, entonces, que será favorable a dar un mejor uso a los fondos de cooperación al desarrollo porque, al final, los presupuestos son también un juego de suma cero (si ganan unos, pierden otros). Ese dinero para la solidaridad estaría mucho mejor empleado en empleo para los españoles. Supongo, también, que no estará a favor de las normativas internacionales que hablan de la obligatoriedad de dotar de sueldos y condiciones dignas de trabajo a todos los trabajadores del mundo, porque sus sueldos encarecen nuestros productos.

No, Kichi, no. La moral de izquierdas (ya que atacas tanto la falta de moral de la derecha) no funciona así. Ya sabes, José María, «nativa o extranjera, la misma clase obrera» (y esas cosas que dan pocos votos).

2 COMENTARIOS

  1. Tienes toda la razón el mundo, Fernando. Pero no olvides lo que también apuntó Kichi: parte grande de la responsabilidad la tienen también quienes organizan la distribución de la producción industrial y someten a una ciudad y una provincia a la disyuntiva de producir armas o morirse de hambre. Una planificación más ética despojaría a la gente de tener qie elegir entre malo o peor…

    • Sin duda, Ramón. De alguna manera lo apunto. El espacio es el que es… La cuestión de fondo no es política, sino puramente económica e industrial. No obstante, pese a tener las manos ‘atadas’ en el asunto, debería ser capaz de reafirmarse como opuesto a esto y, si es necesario, pagarlo en las urnas. Él habría mantenido una posición éticamente íntegra.

      ¡Gracias por tu comentario, Ramón!

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre