viernes, 29marzo, 2024
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Juspifia

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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análisis

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Los primeros fríos del otoño acechan por el horizonte. El Cierzo, siempre incisivo, cortante y lesivo acelera la sensación de que invierno se acerca. Mancio y Serapio acaban de salir de la escuela. Aún es pronto para los hornos junto al pinar. El norte impide estar a gusto en ningún sitio, ni siquiera alrededor del fuego. Por eso han decidido acercarse al monte a buscar gallaritas con las que jugar al día siguiente al Gua o al Ojo. Las canicas son escasas en un pueblo dónde no se venden y, por tanto, un tesoro importante como para no jugárselas con los amigos. En el juego del Ojo, se utilizan para tirar. Con ellas, es más fácil desplazar fuera del óvalo a las gállaras de roble, que son las que se dejan dentro del Ojo y se ganan si las sacas fuera. Las de madera son más económicas y abundantes. Solo hay que ir a buscarlas al monte.

Llevan dos horas andando entre robles viejos. No todas las gállaras valen. Tienen que ser perfectamente esféricas y del tamaño adecuado. Y aunque no son raras, si cuesta hacerse con las suficientes. Sobre todo si por la mañana, en el recreo, has perdido todas las que tenías.

Ya llevan los bolsillos llenos. Cada uno de ellos ha conseguido alrededor de una docena de perfectas gallaritas que serán la envidia en el recreo de mañana. De vuelta al pueblo, cruzan por la huerta del Tío Fanegas. Ayer tarde, recogieron las nueces de un enorme nogal situado en el centro de la tierra. Pero una vista rápida, ha dejado claro que el pobre hombre ya está mayor. En las copas de las ramas más altas, aún pueden verse algunas nueces. A ambos zagales, a sus doce años, no hay árbol que se les resista. Trepan hasta la copa y poco a poco se meten las nueces en los bolsillos. Hasta que ya no les caben. Entonces, bajan, dejan junto al tronco nueces y gállaras y vuelven a trepar. Una vez han dejado el árbol desnudo completamente de su fruto, han conseguido tantas, que la única forma de llevárselas es doblando el jersey por el bajo haciendo una especie de bolsillo en el que van introduciendo lo recolectado.

Ha sido una buena tarde. Se ríen porque no es habitual que los dueños de las huertas dejen tantas nueces sin recoger. Pero el pobre Tío Fanegas no tiene a nadie que le eche una mano y, al igual que sucede con las cerezas allá por San Pedro, cada año, deben estar atentos al día en el que el anciano hace su recolección para no perder la oportunidad de ir a la rebusca.

Ladera abajo, en una de las tierras del Colorao, se encuentran con otro nogal al que también le han quitado la cosecha del año. Todavía quedan algunas, pero muy pocas. Cuesta verlas entre la frondosidad de las hojas. No obstante, esas nueces tienen fama porque son de las mejores del pueblo. Su fruto no está encastrado entre la madera y cuando abres la nuez, sale completa. Por eso, han dejado, de nuevo, todo su cargamento en la base del nogal y han emprendido el ascenso del árbol en busca de la veintena frutos que el Colorao ha dejado no por estar mayor como el pobre Tío Fanegas, sino porque es imposible verlas todas.

Acabada la tarea, empieza ya a anochecer. Es hora de volver directamente a casa sin más dilaciones. En lugar de bajar al camino de Valdetajas, para acortar el tiempo, cruzan por el Salegar para acceder al pueblo sin rodeos. Van riéndose aún. Ha sido una buena tarde. Mañana en el recreo, exhibirán sus preciosas gallaritas nuevas de un marrón abrillantado y suaves como si les hubieran pasado una lija.

Están saltando el medio metro de bardal de adobe que aún queda en la huerta de Rufino, cuando este les sale al paso. Él tiene media docena de nogales escuálidos en esa arenal y debe de estar haciendo la cosecha.

-¿Dónde vais? ¿A robarme las nueces?

Mancio y Serapio niegan con la cabeza. Ni siquiera habían pensado la idea. Simplemente han cruzado por allí porque es el camino más corto para bajar hasta el pueblo.

-¿Como que no? ¿Qué lleváis en el jersey? A ver. Y da un manotazo en la mano de Mancio que sujeta el bolsillo hecho con su jersey. Este, instintivamente retira la mano y el bolsillo se deshace y las nueces caen al suelo. Serapio tiene peor suerte. Rufino le agarra por las patillas y le levanta en vuelo del suelo. El dolor es inhumano. Serapio abre también las manos para poder zafarse y sus nueces caen al suelo junto a las de Mancio que se ha quedado petrificado. Su amigo aúlla de dolor. Las lágrimas recorren sus mejillas mientras de una patada logra que Rufino le suelte. Este les da un guantazo a cada uno y les advierte que la próxima vez será aún peor.

  • Las nueces no son suyas – le reclama Mancio-
  • Las nueces se quedan aquí, porque las habéis robado como teníais pensado robarme las mías -les increpa Rufino. ¡Y dad gracias que no se lo digo a vuestros padres!
  • Nosotros no hemos robado nada – responde entre sollozos Serapio que aún sufre un tremendo dolor en las patillas. Son nueces de rebusca.
  • ¡Vega a tomar por culo de aquí! – les amenaza Rufino sacando la mano de nuevo con intención de darles otros dos mamporros. Ahora no lo consigue porque los chavales son más ágiles.- Las nueces se quedan aquí y punto.

Mancio y Serapio tienen que volver a saltar el bardal y dirigirse hacia el camino. La tarde ha pasado de espléndida a terrorífica. Se han quedado sin las nueces y sin la mayor parte de sus canicas de madera. A cambio, se llevan una rabia profunda y un dolor incisivo en las patillas.

 


 

Juspifia

 

El Poder es culpable de ejercer violencia para lograr sus objetivos. El más importante, el de mantenerse a toda costa y a cualquier precio.

La historia de la humanidad está llena de confabulaciones, traiciones y magnicidios. Más modernos son los golpes de estado y su posterior purga ideológica para evitar así que, aquellos que han sido destituidos, puedan volver.

Hace año y medio, en este artículo titulado “Operación Cóndor II” señalaba la estrategia surgida desde los Estados Unidos, para eliminar al enemigo que fastidia sus negocios de ocupación imperial en Iberoamérica.

Lula Da Silva, Dilma Rousseff, Cristina Fernández de Kirchner, Carlos Zaninni, Jorge David Glas Espinel, Rafael Correa, Raúl Sendic Rodríguez o Fernando Armindo Lugo Méndez son algunos de los dirigentes latinoamericanos a los que se les ha procesado por corrupción. Todos ellos tienen en común a Liliana Ayalde como embajadora del imperio, en un momento próximo y anterior al procesamiento, en los países dónde se impulsaron esos juicios sumarísimos faltos de pruebas y llenos de irregularidades, para acabar con las carreras políticas de los que, siempre velaron más por el bienestar de sus gentes que por el de las multinacionales americanas.

Hace unos días, se han filtrado a la prensa, a través de la revista digital The Intercep Brasil, como el actual Ministro de Justicia de Bolsonaro Sergio Moro, entonces juez del proceso, entre otras irregularidades, maquinaba para debilitar la defensa de Lula. Un proceso que, cuando se produjo, ya denunciamos su irregularidad y el objetivo de evitar que Lula volviera a ser presidente de Brasil y que acabó con el fascista Bolsonaro en la presidencia.

La semana pasada, conocíamos a través de la capciosa prensa española que es muy dada a airear aquello que va contra lo que han denominado eje del mal, pero que callan como concubinas las mismas situaciones o de mayor enjundia cuando se trata del estado español, que el periodista de investigación ruso Iván Golunov, convertido en enemigo del Zar Putin por su empeño en airear las conductas intolerantes del presidente ruso, fue detenido y acusado de tráfico de drogas con pruebas falsas. Una campaña tremenda de toda la prensa rusa (¡lo que tienen que aprender estos medios de la caspaprensa española!) en la que se demostraba que al menos 8 de las nueve fotos incriminatorias eran falsas, ha conseguido deshacer el entuerto y que el propio Putin haya cesado a dos generales de la policía y dejado en libertad al periodista.

 

La justicia, que desde que el mundo es mundo jamás ha sido justa y siempre se establece bajo los criterios del beneficio del poderoso, se convirtió, después de la segunda guerra mundial en la única forma de paliar el dolor provocado por el genocidio nazi. El sentimiento profundamente democrático de algunos de los jueces de la corte internacional ha prestigiado ese organismo y la ha convertido, en el caso de países con pocas garantías judiciales, en el único medio de ponerle sentido común al abuso de poder y frenar las pretensiones de quién se cree fuera de todo control.

Cuando en la edad media un labriego cazaba furtivamente en las tierras del conde y era descubierto, pagaba con la muerte. ¿Era justo? No. ¿Era legal? Si, porque la ley la habían hecho para proteger las tierras y bienes de los nobles. Durante la Alemania nazi, ser judío, gitano o comunista te aseguraba la detención y la deportación a un campo de concentración. ¿Era justo? No. ¿Era legal? si. Las leyes impuestas en el III Reich aseguraban su legalidad. En la España franquista anterior a la muerte del Eunuco Cobarde, ser homosexual y airearlo, te aseguraba una larga estancia en la cárcel o en un manicomio donde sufrías brutales descargas eléctricas que te freían el cerebro. ¿Era justo? No. ¿Era legal? Si. La Ley sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social del primer franquismo aseguraba su legalidad.

El capitalismo derivó en liberalismo (hijoputismo liberal) y este ha derivado en fascismo. Los regímenes totalitarios siempre se han caracterizado por poseer una justicia más parcial de lo habitual, por la falta de garantías del procesado y por la desvergüenza policial que es capaz de inventar pruebas falsas y alterar el lugar de los supuestos sucesos punibles para asegurar una condena ejemplar. El éxito de los procesos judiciales contra dirigentes latinoamericanos que pararon los pies al imperialismo de las multinacionales e intentaron revertir la desigualdad y mejorar la sanidad y la educación es su respectivos países, ha exportado este nuevo método de reversión política, incruento e invisible a ojos de la mayor parte del pueblo aborregado por unos medios paniaguados que sirven de correa de transmisión del ideario entre el poder y sus abducidos súbditos.

Es una forma sibilina de cambiar o preservar, según los casos, el poder de los estados sin necesidad de truncar la forma de estado.

Que uno de mis representantes en el Parlamento Europeo al que hemos votado 1.257.484 españoles precisamente para que nos represente allí, y para que deje en evidencia lo que está sucediendo en este estado que presume de democracia plena pero que deja que unos jueces, algunos de ellos de trayectoria cuando menos discutible, dicten la suerte de todo un país en función de su particular interpretación de unas leyes (Carlos Elordi, en “Un tribunal atrapado por su propia infamia”), no pueda llegar a ser Eurodiputado porque un tribunal, en una astracanada y una evidente violación de los derechos a la participación política y la tutela judicial (Juaquin Urías profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Sevilla y exmagistrado del Constitucional), le impide recoger el acta de eurodiputado alegando que está en prisión (preventiva y sin sentencia) es una verdadera jugada capciosa que se parece peligrosamente a esos procesos judiciales faltos de garantías y llenos de irregularidades establecidos en Iberoamérica para truncar los gobiernos sociales e imponer dirigentes fascistas.

La legalidad, que en este caso ni siquiera parece darse, nada tiene que ver con la justicia.

Estamos viviendo en un estado en el que ya no hay garantías. El franquismo sigue vigente cuarenta y cuatro años después de la muerte, en su cama, del genocida cobarde.

La justicia se ha operado de cataratas y ha levantado la espada. Al pueblo se le ha pegado la ceguera que debiera tener la justicia. El que se empeña en ponerse gafas, acaba con la espada de la justicia en el hígado.

Sigan ustedes empeñados en sentirse a salvo porque no son judíos,… (Martin Niemöller).

Salud, feminismo, república y más escuelas públicas y laicas.

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