jueves, 28marzo, 2024
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De julio, del verano y de sus efectos sobre los fascismo, y de las dificultades conceptuales para definirlos

L. Jonás Vega Velasco
L. Jonás Vega Velasco
Natural de La Adrada, Villa abulense cuya mera cita debería ser suficiente para despertar en el lector la certeza de un inapelable respeto histórico; los casi cuarenta años que en principio enmarcan las vivencias de Jonás VEGAS transcurren inexorablemente vinculados al que en definitiva es su pueblo. Prueba de ello es el escaso tiempo que ha pasado fuera del mismo. Así, el periodo definido en el intervalo que enmarca su proceso formativo todo él bajo los auspicios de la que ha sido su segundo hogar, la Universidad de Salamanca; vienen tan solo a suponer una breve pausa en tanto que el retorno a aquello que en definitiva le es conocido parece obligado una vez finalizada, si es que tal cosa es posible, la pausa formativa que objetivamente conduce sus pasos a través de la Pedagogía, especialmente en materias como la Filosofía y la Historia. Retornado en cuanto le es posible, la presencia de aquello que le es propio se muestra de manera indiscutible. En consecuencia, decide dar el salto desde la Política Orgánica. Se presenta a las elecciones municipales, obteniendo la satisfacción de saberse digno de la confianza de sus vecinos, los cuales expresan esta confianza promoviéndole para que forme parte del Gobierno de su Villa de La Adrada. En la actualidad, compagina su profesión en el marco de la empresa privada, con sus aportaciones en el terreno de la investigación y la documentación, los cuales le proporcionan grandes satisfacciones, como prueba la gran acogida que en general tienen las aportaciones que como analista y articulista son periódicamente recogidas por publicaciones de la más diversa índole. Hoy por hoy, compagina varias actividades, destacando entre ellas su clara apuesta en el campo del análisis político, dentro del cual podemos definir como muestra más interesante la participación que en Radio Gredos Sur lleva a cabo. Así, como director del programa “Ecos de la Caverna”, ha protagonizado algunos momentos dignos de mención al conversar con personas de la talla de Dª Pilar MANJÓN. Conversaciones como ésta, y otras sin duda de parecido nivel o prestigio, justifican la marcada longevidad del programa, que va ya por su noveno año de emisión continuada. Además, dentro de ese mismo medio, dirige y presenta CONTRAPUNTO, espacio de referencia para todo melómano que esté especialmente interesado no solo en la música, sino en todos los componentes que conforman la Musicología. La labor pedagógica, y la conformación de diversos blogs especializados, consolidan finalmente la actividad de nuestro protagonista.
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análisis

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Revisamos la Historia, una vez más, y así, casi de pasada, o como si no quisiera la cosa, descubrimos de nuevo la más que sospechosa contumacia con la que el verano, y sobre todo el mes de julio, se empeñan en materializarse en nuestro camino.

Primero fueron Las Navas de Tolosa, y en general todos y cada uno de los episodios militares que de cierta relevancia tuvieron lugar a lo largo de La Reconquista. Luego vendrían episodios como los protagonizados por Los Comuneros, en Castilla o Las Germanías en Valencia. En definitiva, un largo etcétera que, más allá de la sin parangón belleza estética e histórica que comparten, tejen entre sí otra si cave más curiosa trama, la de haber desarrollado los más importantes actos bajo el común denominador del mes de julio. 

Cierto es por otro lado que, basta con un somero conocimiento de la Historia para saber de la más que íntima relación que ha existido a lo largo de los tiempos entre el verano, y la acción bélica. Desde el principio de los tiempos, hasta la conformación de la tropa regular, hecho que no acaece hasta los días de Felipe II y los Tercios de Flandes; la relación entre el poder, representado por El Rey; la chusma o vasallos, que habían de servirles acudiendo prestos a su llamamiento cada vez que éste había de formar levas, bien para defender su territorio, o bien para intentar ampliarlo; y el tiempo climatológico, está más que demostrado.

No es sólo que la específica conformación de la tropa que servía a lo largo de todos aquellos años comparta características que la convierten en inviable para luchar en invierno, tal como queda puesto de manifiesto si dedicamos unos segundos a analizar el peso de su indumentaria, o el que representa a su vez toda su impedimenta. Es que si apreciamos con detenimiento aspectos tales como la importancia resolutiva con la que se materializan hechos como el peso de la caballería; sin duda llegaremos a la conclusión evidente, por otro lado ya compartida en la propia época, de que resulta virtualmente imposible desenvolverse de cualquier manera, y mucho menos para la guerra, en cualquier época del año que no sea la asociada al estío.

Además hay otro hecho que, debidamente atendido, se revela como de importancia tanta o si cave más, que la de todos los condicionantes manejados hasta el momento. La especial conformación de la matriz económica agropecuaria que durante años ha sustentado a Castilla, lo que viene a ser lo mismo que ubicar geográfica, económica y militarmente a España; se mueve en unos cánones, basados en este caso en el tipo de cultivos manifestados; que nos llevan a la consideración exclusiva de que la única época que braceros y pecheros podían dedicar a la guerra, era precisamente el verano. Y nada de lo dicho es circunstancial, ni mucho menos carece de importancia en la medida en que eran precisamente aquéllos que cuidaban y mantenían productivas las tierras, ya fueran éstas del Señor, Rey o Monasterio; los que corrían prestos a formar en las filas de la batalla. Y de qué podía servir ganar una batalla fuera, si a la vuelta era la propia tierra la que estaba yerma. 

Y es por eso que, acudiendo a la teoría filogenética de la Historia, parece adquirir sentido que el verano, y más concretamente el mes de julio, tengan y hayan tenido tanta importancia a la hora de albergar algunos de los acontecimientos más importantes de la Historia, concretamente de la moderna.

En términos netamente internos, los acontecimientos acaecidos entre el 17 y el 18 de julio de 1936, vinieron a redefinir para siempre la Historia de España. Absurdo, por no decir propio de una mente estulta o anodina, sería intentar someter a análisis, aquí y ahora, los no por transcendentales menos lamentables acontecimientos que se desarrollaron en aquellas infaustas horas.

Sin embargo, como suele pasar con los acontecimientos propios de las grandes naciones, resulta más sencillo intentar comprender las cosas acudiendo a la macroescala, que perderse en devaneos propios del análisis o de la filantropía. 

Y una vez más, la grandeza de ciertos hechos tan sólo puede estar a la par de de las palabras de los grandes hombres que las forjaron. Palabras como las expuestas en Ser Español: español es aquél que vive con la desgracia de creerse siempre mejor que aquellos que son sus contemporáneos. Es aquél que encuentra menos dificultad en identificarse con coetáneos que llevan trescientos años muertos, que en hacerlo con aquellos que viven en la escalera, a los cuales además desprecia. (…) en cualquier caso, español es sin duda aquél que puede partirse la cara sin dudarlo para mantener intacta la honra de la mujer que no conoce, si bien de igual manera no dudará en desoír la llamada oficial que le exija acuda a defender la integridad de la propia.”

Sólo desde la perspectiva presentada, pueden intentar entenderse acontecimientos como los desarrollados a lo largo de toda la tarde del 17 de julio de 1936, se habían estado trasladando subrepticiamente desde el parque de artillería, hasta el edificio de la Comisión de Límites, armas destinadas inequívocamente a los falangistas, para su uso en el más que evidente alzamiento que desde la muerte de Calvo Sotelo era según ellos, inevitable por lo imprescindible.

Las autoridades tienen conocimiento del hecho, cursándose por parte del elemento gubernativo las pertinentes órdenes de registro y aprensión. Hacia las 15 horas de ese 17 de julio el Teniente Zaro, encabeza una redada en el mencionado edificio de la Comisión, en el que se está celebrando una reunión de los dirigentes locales de la sublevación destacando entre ellos la presencia del Teniente de la Torre, elemento de la Legión. En ese momento, los conjurados son conscientes que, de llevarse a cabo el registro perderán las armas que están preparadas para ser repartidas entre la población, peligrando de manera definitiva la imprescindible toma de la ciudad, a la par que el incuestionable riesgo de su propio apresamiento será una total realidad. De la Torre se escabulle aprovechando la dilación de tiempo que supone el que las fuerzas policiales cumplimenten la burocracia previa al registro; llama a la península y pide ayuda. Esta se manifiesta en la irrupción en escena de un pelotón de la Legión, que encañona y rinde a las fuerzas leales a Madrid, y al legítimo Gobierno de la II República. La Guerra Civil no puede sino adelantarse en su comienzo. 

Y esta constituye otra de las grandes miserias de España, la de no saber si es mejor caer para la historia en mano de una serie de militares reyezuelos de taifas con aspiraciones de salvadores de la patria, o el hacerlo en manos de un grupo de descamisados incompetentes que, atribuyéndose favores que se les quedan grandes, montan como en las fiestas de su pueblo, baile para tres días, y lo postergan durante tres años, haciendo que la factura la paguen como siempre otros. 

Porque ese es el ingrediente que termina de aderezar la salsa de esta historia. El ingrediente de la desvergüenza que “gastan” aquellos que todavía hoy se empeñan en vestir de lagarterana los considerandos de la historia. Cruel es el país que permite permanecer en sus fronteras a los herederos de sus tiranos claman con fervor los herederos de los Moa y Compañía. Mientras asistimos con el desparpajo del ignorante, y con la indolencia del niño, a la crucifixión de jueces que han querido apartar esos centímetros de grava, para comprobar como el oprobio de la historia sigue exigiendo demasiadas responsabilidades.

Y el tiempo, tal vez afortunadamente, sigue su curso. Hoy ya necesitamos ayudarnos de los dedos para contabilizar los años que se cumplen del Glorioso Alzamiento Nacional (lo siento, no podía acabar esto sin mencionarlo). Y lo que es más importante, una generación entera ha nacido ajena del todo al conocimiento del dato del Trivial de quién era el Caudillo.

20 de julio, 1944. Klauss Von Stauffenberg se presenta en El Nido del Águila, refugio de Adolf Hitler, y deposita un maletín provisto de una importante carga explosiva y de correspondiente detonador. La intención, perpetrar un Golpe de Estado que tenga la consecuencia inmediata de suprimir el escalafón existente en Alemania, y la diferida de poner fin a la II Guerra Mundial.

Si bien la explosión se produce, y la sala de conferencias en la que Hitler despachaba en relación entre otras a la necesidad de crear doce nuevas divisiones militarizadas, lo que justifica la presencia de todos los altos jerarcas nazis, como Himmler y el propio Stauffenberg, además de Hitler queda destruida; la robusta mesa de roble sobre la que se desarrolla la conferencia salva la vida del Führer, al desplazarle del foco de la onda expansiva derivada de la impresionante deflagración.

El procedimiento consecuente había de ser evidente, decretarse la activación de Walkyria, a saber el catálogo de operaciones a desarrollarse en pos de lograr salvaguardar el orden, primero en Berlín, y después en toda Alemania, en el caso de que cualquier situación no conceptualizada amenazara el orden asumido y materializado por el Régimen Nazi.

En definitiva, un Golpe de Estado que, de haber encontrado las premisas para asentarse, no sólo hubiera salvado la vida de más de 10 millones de personas, las que todavía se cobraría el horror de la guerra hasta mayo de 1945, momento de la caída definitiva del nazismo, en el Búnker de Berlín.

Si hacemos correlato de ambos hechos, es por algo que va mucho más allá de las meras coincidencias cronológicas. Una vez superadas tales coincidencias, lo que se pone de manifiesto en ambos episodios, es el peligro que reside en la forma y en el fondo de todos aquellos que se creen no ya dotados de características que les diferencian de los demás. Sino en el peligro consecuente de comprobar cómo tales características les llevan a considerar prescindibles a todos aquellos que, o bien no comparten sus objetivos, o más bien sólo les son útiles como instrumentos de sus “Juegos de Poder”. En definitiva, la enésima advertencia contra los vicios que predestinan el más elemental de los fascismos.

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