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Juicio a las Juntas

Eduardo Rivas
Eduardo Rivas
Licenciado en Ciencia Política
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análisis

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Hace 32 años y un día Argentina terminó de dar un ejemplo al mundo, porque el 9 de diciembre de 1985 la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Ciudad de Buenos Aires dictó sentencia en la Causa 13/84.

Los jueces Jorge Torlasco, Ricardo Gil Lavedra, León Carlos Arslanián, Jorge Valerga Araoz, Guillermo Ledesma y Andrés J. D’Alessio hicieron algo que nunca había ocurrido en el mundo, enjuiciar con la aplicación plena del derecho a quienes habían detentado el poder en el país tras el golpe de Estado de 1976.

Raúl Alfonsín lo había prometido en la campaña electoral y cumplió su promesa apenas 5 días después de asumir cando firmó el Decreto 158/83 que sometía a juicio sumarísimo a Jorge Rafael Videla, Orlando Ramón Agosti, Emilio Eduardo Massera, Roberto Eduardo Viola, Omar Graffigna, Armando Lambruschini, Leopoldo Fortunato Galtieri, Basilio Lami Dozo y Jorge Anaya.

Los principales responsables del mayor genocidio en la historia argentina del siglo XX iban a ser sentados en el banquillo de los acusados para que rindieran cuentas de sus actos ante la sociedad. Inicialmente el juicio iba ser llevado adelante por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, pero tras más de 10 meses de tiempo el tribunal militar concluyó que ‘Se hace constar que, según resulta de los estudios realizados hasta el presente, los decretos, directivas, órdenes de operaciones, etcétera, que concretaron el accionar militar contra la subversión terrorista son, en cuanto a contenido y forma, inobjetables’, por lo que tal como se había previsto en el sometimiento a juicio, el 4 de octubre de 1984 la Cámara Federal s hizo cargo del juicio.

Eran tantas las pruebas que el Fiscal Julio César Strassera seleccionó 709 casos para llevar adelante la acusación, sin que ello agotara a esos casos la responsabilidad de los acusados, y tras cuatro meses de trabajo y la comparecencia de 833 testigos, en septiembre de 1985 expuso su alegato en el que propugnaba duras penas para los acusados, y que terminara con su recordada frase ‘Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: NUNCA MÁS’.

Y sobre la base de esta acusación, tras escuchar la defensa de los acusados, que tuvieron la oportunidad de defenderse en un juicio, oportunidad que negaron a quienes secuestraron y tiraron vivos de los aviones, o secuestraron y mataron en mesas de tortura o falsos enfrentamientos, el Tribunal dictó sentencia y el 9 de diciembre de 1985 condenó a los principales acusados.

Jorge Rafael Videla fue condenado a reclusión perpetua e inhabilitación absoluta perpetua con la accesoria de destitución como autor responsable de los delitos de homicidio agravado por alevosía reiterado en 16 casos, por homicidio agravado por alevosía y por el concurso de varias personas en 50 casos, por la privación ilegal de la libertad agravada por amenazas y violencias en 306 casos, por tormentos en 93 casos, por tormentos seguidos de muerte en 4 casos, por robo en 26; y fue absuelto por falta de pruebas por homicidio calificado en 19 casos, privación ilegítima de la libertad calificada en 94 casos, tormentos en 164 casos, por robo en 64 casos, por sustracción de menor en 6 casos, por reducción a servidumbre en 23 casos, por usurpación en 5 casos, por secuestro extorsivo en 3 casos, por falsedad ideológica en 120 casos y por supresión de documento público.

Emilio Eduardo Massera fue condenado a reclusión perpetua e inhabilitación absoluta perpetua con la accesoria de destitución como autor responsable de los delitos de homicidio agravado por alevosía en 3 casos, por privación ilegal de la libertad calificada por violencia y amenazas en 69 casos, por tormentos reiterados en 12 casos y por robo en 7 casos; y fue absuelto por falta de pruebas por homicidio calificado en 83 casos, por privación ilegal de la libertad calificada en 440 casos, por tormentos reiterados en 260 casos, por robo en 99 casos, por tormentos seguidos de muerte en 5 casos, por sustracción de menor en 6 oportunidades, por supresión de documento público, por reducción a servidumbre en 23 casos, por usurpación en 5 casos, por secuestro extorsivo, por extorsión en 2 casos y por falsedad ideológica en 127 casos.

Roberto Eduardo Viola fue condenado a 17 años de prisión y a inhabilitación absoluta perpetua con la accesoria de destitución.

Armando Lambruschini fue condenado a 8 años de prisión y a inhabilitación absoluta perpetua con la accesoria de destitución.

Orlando Ramón Agosti fue condenado a 4 años y 6 meses de prisión y a inhabilitación absoluta perpetua con la accesoria de destitución.

Omar Domingo Rubens Graffigna y Arturo Basilio Lami Dozo fueron absueltos porque asumieron la comandancia después que se cerrara el único centro de detención de su fuerza. Leopoldo Fortunato Galtieri y Jorge Isaac Anaya fueron absueltos porque no se pudo demostrar que personal a su cargo siguiera cometiendo alguno de los delitos del sistema ilegal de represión implementado cuando ellos asumieron el poder.

Aunque 5 años después el Presidente Menem dictara los indultos que dejaron en libertad a los genocidas, aquel 9 de diciembre de 1985 Argentina dio un ejemplo al mundo y lo hizo cuando debía hacerse, enjuiciando a militares que ostentaban aún mucho poder dentro de las estructuras castrenses pese a la oposición de muchos, entre ellos del Partido Justicialista que apoyó la denominada Ley de Autoamnistía por la que la dictadura intentó salvar sus culpas.

Los juicios que hoy continúan en proceso son posibles, entre otras cosas, por la decisión del Presidente Alfonsín y el accionar de un manojo de personas que hicieron justicia pese a todo.

Decía Alfonsín en su campaña electoral que ‘yo les aseguro a ustedes que si cumplimos con nuestro deber, nuestros nietos nos van a honrar, como nosotros honramos a los hombres que hicieron la organización nacional’, actos como el que hoy recordamos hacen que honremos la memoria de Raúl Alfonsín ya no como él honró a los hombres que hicieron la organización nacional, puesto que fue el arquitecto que estableció los cimientos para el mayor proceso democrático en la historia argentina.

 

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