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Juana sin cielo

García Demestres y Carvajal

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Me fui desde Huelva a La Alhambra y volví en el día, el trayecto dura las nueve sinfonías de Beethoven y un cacho de uno de los sinnúmeros directos de los Grateful Dead. Quería ver el estreno, aunque fuera en segunda jornada, de la ópera de Alberto García Demestres con libreto de Antonio Carvajal: Juana sin cielo, un encargo del Ayuntamiento de Granada y la Orquesta Ciudad de Granada.

Perorato una previa sobre Arte: ir de revolucionario y despreciar la tradición como vulgar o popular, al final queda en despreciar al populacho como seguidista: es decir, que para ser de “vanguardia” necesitamos al pobre idiota que sea tradicionalista y nos haga existir ricamente con su miseria. El culturalismo es clasismo. Nunca he soportado la ingeniosidad y no conozco un sólo artista merecedor de ese calificativo que no tenga bien asumida su tradición, lo otro sería creer en espíritus que inventan mediterráneos… demasiada soberbia, Mozart admiraba a Bach, Beethoven a Mozart y Bach a Kuhnau… El ingenio aislado es egolatría, no es Arte, aunque se tenga un público dispuesto a tragar tus detritos, aunque hayamos alimentado la idea de que para ser artista baste con estar volada o hacer cosas excéntricas; hay mucho idiota (etimológicamente) que aprende el oficio de artista moderno: saber moverse, estar en todas partes, pisotear a rivales, colocar deyecciones y poner la mano como si no la hubiera puesto.

Juana sin cielo es un prodigio de obra fruto de la colaboración de dos artistas de verdad gigantes que, como ha pasado siempre por aquí, gozan de todo el prestigio y las palmadas de los entendidos mientras otros beben la gloria en vida sin méritos. Del libretista Antonio Carvajal ya he dicho muchas veces que me parece uno de los grandes de las letras hispánicas, llamado a suceder a Darío, JRJ, Lorca, Cernuda o Aleixandre… Carvajal es un hombre excepcional dotado de una mente matemática demoledora, una memoria de portento y un conocimiento de lo humanístico que le lleva a vivir en verso, a viajar en estrofa, es una fuerza de la Naturaleza y, como tal, hermoso, dulce, exigente y peligroso: grande. Carvajal, como ya hiciera en su Mariana en sombras sobre M. Pineda, también musicada por Demestres, elabora el retrato psicológico de una mujer, Juana I de Castilla la Loca, perdedora de todo menos de su propia dignidad individual, y lo consigue haciendo hablar a su cadáver homéricamente: sabedor de que ya nada le incumbe y con libertad absoluta para ser consciente de una vida funesta pero sin olvidar que la muerte: es el fin.

Alberto García Demestres es un músico con un currículo operístico que le debería bastar para ser mantenido en el Pritaneo sin hacer otra cosa que componer, como reclamara Sócrates a sus acusadores. España sólo paga a traidores. Lástima. Porque es un músico de primera línea y cuando comenzó a sonar esta obra en el Auditorio Manuel de Falla, dirigida por él mismo, su grandiosidad me trajo a la memoria el ya clásico Martirio de san Sebastián de Debussy, la misma tensión trágica, un acierto similar en el continuo diálogo de la voz principal con el coro, concebido a la clásica manera como espectador actuante que confirma, responde, avisa o da el contexto (como verdadero dios de la máquina) para que nosotros, observante público, podamos atender a la complejidad enorme de una Juana la Loca convertida en catártica modelo de todo lo humano.

La música de Demestres consigue durante hora y media larga mantener la tensión dramática necesaria sin perder un ápice de ironía, de sarcasmo, incluso de un sentido del humor que consuela frente tanta desdicha, porque Demestres conoce a la perfección la tradición pero la retuerce hasta conseguir que un acorde mayor aparentemente simple siempre esté adobado con notas que lo llevan al límite de la tonalidad o, por contra, pasajes que son aparente caos sonoro luzcan una candidez y una emotividad que confunde al oyente porque, por fin (ya era hora), el uso de la atonalidad es asumido como un canal más de expresión de una pasión sencilla, humana, la técnica al servicio del texto, de la música, del Arte.

El rol de la casi reina Juana lo interpreta la soprano mexicana María Katzarava, solvente cantante ya experimentada que demuestra una técnica, una afinación en pasajes extremadamente dificultosos (literalmente rompecabezas rítmicos y armónicos), un aguante físico de intensidad dramática, de puro fuelle, y todo el espectáculo centrado en ella como pocos papeles deben exigir. La Orquesta Ciudad de Granada entusiasta, connivente, magníficas las dos percusiones sin tregua, los vientos, la sección de cuerda: perfecta hasta en la parodia de Bellini, creíble siempre en los ecos mozartianos, ravelesianos, pendereckisianos, en las bromas sonoras, en la lágrima tensa que recorre toda la interpretación… y el Coro capaz de emular a Allegri y a John Cage a la vez, potencia, efectos de sonido: vientos, golpes, glisandos mareantes y el público buscando los sintetizadores (inexistentes)… Quizá algún pedante pueda resultar dañado al ver a la soprano con su partitura sin puesta en escena, salvo un ataúd estratégico y las luces: todo coherente, ópera de concierto lo llaman.

No me consta, salvo quizá, México, que se vaya a volver a interpretar esta obra… Es una vergüenza que la inversión de trabajo y dinero hecha se pierda en un fogonazo para rellenar estadísticas de gestores políticos a los que sólo importa su provecho laboral personal. ¿Cómo es posible que esta Orquesta no gire, al menos, por toda Andalucía y se intercambie con las políticas culturales de otras regiones? Es sencillamente un despropósito que a mi parecer debería ser delito, porque dilapidar el dinero público sin objetivos, cuando se trata de puentes, acaba en el juzgado… la falta de criterio, programa, objetivos e intención en lo cultural termina dando posibles a gentes afines y vivillas que sin interés ni mérito viven de lo Público creando la flagrante injusticia comparativa respecto de los artistas de verdad, como Demestres y Carvajal.

Demestres hace avanzar la música a territorios que ya no son experimentación, primero porque no son nuevos, segundo porque asimila todo en un sincretismo que requiere un talento especial: convertir en Belleza “entendible” lo más difícil; uno no tiene por qué ser músico para maravillarse con las disonancias bachianas o beethovenianas, pero si la sinfonía te seduce hemos entrevisto la Belleza en sus territorios sin límite, ningún músico del siglo XX ha hecho nada que no fuera escrito antes por el Sordo. Hay músicos que componen sin riesgo: ora dando bazofia sin criterio ora convirtiendo la música en una ingeniería sin sentido, técnicamente aprobable, artísticamente siendo sólo ingenio elaborado para especialistas. Demestres usa todo eso como herramienta, su Arte está más allá: llamado a perdurar, a trascender su tiempo, es clásica, será obra maestra siglos más tarde, será una obra Demestres.

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