“Cuando una nace mujer blanca y en un medio social que le permite tener estudios universitarios, tiene la obligación de devolverle a sociedad algo de lo que la vida le ha dado.”
El día 2 de marzo se celebró la primera jornada de feminismo y autocuidados organizada por la Asociación de Mujeres Juezas de España. AMJE. Una asociación de juezas y jueces, que no se encuentra integrada entre las reconocidas por el Consejo General del Poder Judicial. Aun así, ellas, se han asociado al margen del tercer poder del estado del que son parte, y han decidido crear su propia asociación que las aglutine en la defensa de los derechos y la igualdad. Quizás es que ha llegado la hora de superar a los maestros, y esta generación viene para cambiar las cosas, que no para destruirlas.
La noche del Jueves 1, comenzaron a llegar, no con pocas dificultades e incidentes debido a la aciaga climatología. Algunas traspasaron su montaña rusa particular, otras fueron desplazadas al aeropuerto de Málaga, muchas con retrasos en sus vuelos, pero llegaron. Y llegaron como llegan las mujeres profesionales sometidas a las tremendas dobles jornadas, con ganas de encontrarnos, de drenarnos emocionalmente en los ojos de las iguales, arrastrando cansancios que solo nosotras reconocemos, pero con la alegría de relajar nuestros horarios, por unos días, por unas horas, y la tranquilidad de ser conscientes que lo que íbamos a hacer, y aquí si me incluyo, era tan importante como lo que dejábamos.
Y frente a unos vinos y unos pinchos, en nuestro tiempo de autocuidados, comenzó la primera jornada sin pretenderlo. Salieron nombres de amigas comunes, incansables luchadoras por la igualdad que te vas cruzando en el camino de esta senda por defender los derechos. De esta lucha por su hashtag que las define #CadaVezMasIguales. Y como no mujeres luchadoras por la defensa de derechos de los niños, siempre unidos a nosotras, da igual el puesto que ocupes, la situación económica o social, los niños siguen siendo nuestra responsabilidad particular, nuestra mochila inseparable de nuestras ocupaciones y nuestros afectos.
Sobre la mesa de nuestro tiempo libre, se comenzaron a exponer la tremenda situación de las mujeres y niñas refugiadas en centros de internamiento, de las presas, del aumento de los abusos y agresiones sexuales en edades muy tempranas y muy avanzadas de los agresores, de las Juanas Rivas, Marías Salmerón y Angelas Carreño de nuestro mundo. De las falsas teorías psicológicas del SAP. De la necesidad de educación de nuestros jóvenes en sexualidad con afectividad, en igualdad de género, en justicia. Ya saben, de todas esas cosas que hablan las mujeres cuando se juntan.
Cada una desde su experiencia vital y profesional como buenas profesionales, aportaron datos y estadísticas, para avalar sus opiniones.
Aquel grupo de juezas, psicólogas y juristas, todas mujeres, hablaron mucho de política y nada de partidos. Porque lo que nos unía, traspasaba la frontera de las diversas ideologías, para enlazar con una manera de ver y organizar el mundo, de cambiar la sociedad hacia una mirada más justa, más honesta, más igualitaria.
De todo aquello me quedo el sabor de que aquellas mujeres en su sentido de la justicia, estaban allí con la convicción de que ser mujer, blanca, con estudios universitarios y haber nacido en el primer mundo, nos situaba en un lugar privilegiado que nos impulsaba a revertir en la sociedad lo que la vida nos había dado.
