Jordi Sánchez pone el foco en el incómodo capítulo de la sombra de traición que se cierne sobre ERC

Sánchez viene a plantear algunas cuestiones como ¿Cuántos más necesitas para que te quede claro que hay una voluntad mayoritaria? ¿tenemos que esperar a ser el 100% de la población para que te parezca suficiente?

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La carta publicada por Oriol Junqueras a comienzos de esta semana ha supuesto un «tsunami» de reacciones en cadena. Las hay para todos los gustos. Y lo que desde luego es unánime, es que ha generado interés, y sobre todo, posicionamientos. Como expliqué en mi análisis del escrito, no tengo muy claro cuánto de verdad esconden esas palabras escritas por Junqueras, pero lo que sí me está dando la sensación es que está sirviendo para que estén teniendo que pronunciarse con claridad muchos actores políticos que hasta ahora jugaban al despiste. Y eso es bueno.

No tengo tampoco claro si será tan bueno lo que está suponiendo dentro del independentismo, pues evidencia que aquí no se ha ido del todo de frente, no ha habido comunicación clara y directa, ni hacia fuera ni tampoco hacia dentro, en el seno del independentismo. Y cuando falta comunicación fluida se genera desconfianza y solamente es cuestión de tiempo que los malentendidos, los vacíos de información generen dudas y terminen erosionando las relaciones, algo que ya venía pasando y que se evidenció en la antesala de la negociación del Govern actual.

En este contexto en el que Junqueras ha venido de alguna manera a reconocer que puede que el independentismo se pasara de frenada, que la vía unilateral no es una opción, y que aunque prefiere la amnistía aceptará el indulto, era de esperar una respuesta por parte de «la otra parte contratante», o sea, del líder de JxCAT, que también está en prisión compartiendo condena con Junqueras: Jordi Sánchez.

Jordi escribió también una carta que se hizo pública en la tarde de ayer. El escrito merece ser leído porque está cargado de sentido común, y también hace un ejercicio de sinceridad.

El texto se titula «El 1 de octubre no fue un error», y creo que es un titular acertado, puesto que la carta de Oriol ponía demasiada sombra sobre el referéndum, haciendo sentir a algunas personas que estaba queriendo quitarle el valor que tiene aquella consulta masiva a la ciudadanía.

El momentum: Comienza Jordi (disculpen que me refiera a él por su nombre y no por el apellido, pero llamándose «Sánchez» no quiero dar lugar a confusión) haciendo referencia al momento en que se decidió publicar la carta de Oriol. Fue minutos antes de que apareciera Pedro Sánchez en Barcelona junto a Pere Aragonés. Pone el foco Jordi en el hecho de que sea Junqueras quien esté moviendo los hilos y «tutelando» a Aragonés, algo que hace pocos días se criticaba sobre Puigdemont, en plena negociación para formar Govern. Jordi considera que la carta de Oriol le limita a Pere su capacidad de acción como President. Y sobre todo, en este sentido, lo que deja claro el líder de JxCAT es que la carta de Oriol es una «decisión personal expresada en una carta» y que «no tiene fuerza política para modificar el acuerdo de legislatura firmado entre ERC y JxCAT«. O sea: que viene a poner sobre la mesa que la decisión de Junqueras de hacer este escrito plagado de «mensajes» es una decisión «unilateral» que no encaja en el texto que firmaron el pasado 17 de mayo, en el que la prioridad es la annistía y la autodeterminación y no se cierra ninguna vía para ejercitar la segunda, siempre en términos estrictamente pacíficos y democráticos.

Desconcierto por los giros de guión: Jordi pone el foco en lo que muchos consideramos que es «el asunto en cuestión» sobre las posturas de Oriol Junqueras. Y es que, efectivamente, los puntos de vista sobre la autodeterminación, la vía para alcanzar ejercitar un derecho de expresión masivo, son plurales. A veces convergen y a veces se distancian, y es normal porque esto es una cuestión política en la que los criterios están impregnados de muchos factores. De hecho es sano que haya pluralidad de opiniones, y que sobre todo haya un esfuerzo de sumar voluntades para llegar a un entendimiento.

El problema es que hasta ahora se ha querido apostar por una estrategia unitaria, intentando hablar con una sola voz, algo que ha sido materialmente imposible, por mucho que se haya querido dar esa sensación de consenso y de unidad. No ha habido unidad, y ha sido evidente, entre otras cuestiones porque por una de las partes no se quería la unidad. El problema no es que se quiera o no se quiera la unidad estratégica, de acción, de discurso, de votación o de punto de vista: el problema es que se predique una cosa pero se esté haciendo la contraria. Y en este punto, en mi opinión, le doy la razón a Jordi cuando dice que se siente descolocado por los giros de guión de Oriol. Y ahí está la clave: es comprensible cambiar de punto de vista, verle orejas al lobo que ahora asustan, sentir presión, ver la realidad de otra manera después de años en prisión, o estar negociando cuestiones que no se están contando que conlleven cambios de postura. Lo que no es tan comprensible es decir una cosa y la contraria continuamente. Y eso es una de las cuestiones que ha venido marcando el conflicto real dentro del independentismo del que no se ha querido hablar hasta hace relativamente poco.

En este sentido dice Jordi que le desconciertan «los giros de guión y algunas afirmaciones que de facto significan una revisión radical de aspectos esenciales del pasado reciente del independentismo». Apunta al factor de la falta de libertad como punto determinante que presiona para cambiar de postura. Él señala que también sabe bien lo que supone estar en prisión, precisamente porque él y Cuixart fueron los primeros en perder la libertad y en no salir de allí. Precisamente Los Jordis han sido el objetivo directo de la represión, (no digo que los demás presos y exiliados no), sino que la figura de los dos líderes de las organizaciones sociales eran clave para usarlos como «referente» de castigo a los millones de personas que se movilizaron en las calles. Cuixart y Sánchez son los que de alguna manera representan a personas fuera de la esfera política (me refiero al momento de las manifestaciones del 20S) y por eso contra ellos se ha ido con una dureza bestial desde el primer minuto.

Incluir a los no independentistas, un punto de acuerdo: Sobre aquello de sumar a más gente, de ampliar la base a la que se refiere Oriol -algo que siempre han dicho desde ERC, dicho sea de paso-, Jordi deja claro que aquel octubre de 2017 se sabía perfectamente que había una parte de la sociedad que no estaba en absoluto de acuerdo con poner en marcha una consulta popular. Y señala que «ciertamente, tenemos que trabajar para incorporar ese sector de la ciudadanía a una solución democrática». En eso están todos de acuerdo, pero sin embargo, Jordi viene a plantearle una pregunta a Oriol: ¿Cuántos más necesitas para que te quede claro que hay una voluntad mayoritaria? O sea, ¿tenemos que esperar a ser el 100% de la población para que te parezca suficiente? viene a decirle Jordi. Y es que, evidentemente, el hecho de que en las últimas elecciones el independentismo haya superado el 50% supone un respaldo de la mayoría de los votantes a la vía de la autodeterminación.

Evidentemente que si suman un 60% tendrán más fuerza que con un 50%, y así sucesivamente. Lógico. Lo que sucede es que mirar para otro lado con estos números sobre la mesa es postergar una necesidad democrática, y sobre todo, seguir aumentando la tensión con España. De hecho, ayer decía Rodriguez Zapatero que Casado debería «reflexionar» sobre cuál fue el comportamiento del PP con el estatut, y lo que ocasionó en términos de aumentar los porcentajes de apoyo al independentismo. Lo decía como un aviso a navegantes, de cara al papelón que está montando el PP con el asunto de los indultos, viniendo a decirle, de alguna manera: «Pablo, el mayor generador de independentismo sois el Partido Popular (y la ultraderecha que os acompaña), que a base de calentar el ambiente, de matar «moscas a cañonazos» estáis aumentando el apoyo de lo que supuestamente queríamos evitar» (este entrecomillado es mío, es una manera de explicar lo que interpreto de las palabras de Zapatero).

Así que Jordi pone el foco en la cuestión de la mayoría necesaria para considerar que el punto de cocción ha llegado. Oriol prefiere darle patadas al balón hacia delante, y desde el sector de Puigdemont le dicen que esas patadas no pueden ser ad infinitum, porque el campo se acaba.

El 1 de octubre no buscaba la independencia sino un referéndum pactado: Y aquí es donde viene el punto álgido del texto de Jordi. El que ha generado después una polémica tremenda en las redes, considerando que el líder de JxCAT ha «vomitado» una verdad que estaba, según quieren entender algunos, guardada. De hecho hay quien considera, a raíz de esta consideración, que el 1 de octubre muchos salieron precisamente contra este punto de vista al que se refiere Jordi Sánchez. Porque sí querían independencia y estaban contra «el prcoesismo», ya cansados.

Sea como fuere, Jordi viene a decir algo que en su momento dijo, de una forma mucho más brutal, Clara Ponsati: ¿se acuerda cuando la hoy eurodiputada «confesó» que el 1 de octubre «iban de farol»? Pues es una manera de intentar explicarle a la gente que aquello era una performance, una muestra de músculo ante el Estado español que se negaba a dialogar por cualquier vía. Y supongo, basándome en conversaciones mantenidas estos años -que han sido muchas-, que el hecho de los atentados del 17 de Agosto, supusiera también un empujón que aceleró algunas cosas que no estaban en la mente de los dirigentes catalanes, pero que se forzaron.

Dice Jordi que él es de quienes creen que «el 1 de Octubre fue concebido más para forzar al gobierno español a abrir una vía de diálogo y negociación para lograr un referéndum acordado que para proclamar efectivamente la independencia». Cae para algunos como un jarro de agua fría, y es cierto que se hicieron cosas que no se entendía del todo, y que sí tienen sentido desde esta explicación del «pulso»: las leyes aprobadas en el parlamento, con carácter «simbólico», la proclamación «simbólica de la república»… Es evidente que no iban «en serio» porque, de haber ido en serio, se habría proclamado la independencia en aquel momento. Y no se hizo porque efectivamente se esperaba una respuesta por parte de España. Y esto lo ha explicado siempre Puigdemont.

Las 155 monedas de plata: ¿Se acuerdan de aquel día en el que estábamos todos esperando la intervención pública del President, que había convocado a los medios por la mañana y se suspendió en último momento mientras la gente se congregaba en la Plaza Sant Jaume, al tiempo que Rufián twitteaba lo de las 155 monedas de plata? Allí es donde los pulsos, las verdades, y las cuestiones salían a flote, pero se intentaban mantener discretas para que la gente no entrase en cólera después de haber recibido palos por parte de la Policía Nacional.

En aquellas reuniones, eran los líderes de ERC los que parecían no querer salir a decir que se convocaban elecciones. Incluso alguna líder de ERC, habría llegado a llorar angustiada ante la situación en la que se tenía que levantar el pie del acelerador. Y la presión externa contra el President venía de ERC también, llamándole «traidor». Quien aseguraba en aquel momento que estaría 18 meses en el Congreso era un referente de ERC, dando un discurso de «indepe radical», como hacía también Oriol, que decía con contundencia que no aceptaría los indultos, que no renunciaría jamás a la vía unilateral. (Es comprensible cambiar de opinión, pero lo honesto sería explicarlo detalladamente y reconocer por qué se hace)

Para ser fiel a la verdad, porque lo he vivido en primera persona, tengo que decir que Gabriel Rufián se disculpó personal y directamente con Carles Puigdemont por aquel tuit. Yo lo he visto y lo he presenciado. La disculpa vino meses después, cuando Puigdemont ya estaba en el exilio. Los detalles sobre esa disculpa quedan ya entre los dos citados, y si fueron realmente aclarados los hechos es algo que ya no me consta.

Y precisamente de esta cuestión habla Sánchez en su escrito: «lástima que algunos protagonizaron un giro de guión y no supieron aguantar la presión del Estado, que ya había empezado a encarcelarnos y echaron la vía de la mediación y el deseado diálogo por el precipicio, esgrimiendo 155 monedas de plata, precisamente cuando más fuertes éramos.» Aquí el bofetón es con la mano abierta, y pone el foco sobre la cuestión que no se ha abordado lo suficiente hasta ahora: qué sucedió aquél día, qué postura tenían Oriol, Marta, o Carles.

Esto es, precisamente lo que creo que destapa Jordi en su escrito: una manera de decirle a Oriol que no se entiende bien a lo que juega. Que se le puede respetar siempre su opinión, su estrategia y su punto de vista, siempre y cuando se vaya de frente, se sea sincero y se cuente en todo momento la verdad. Algo que en algunos momentos puntuales, no ha sucedido y ha generado una tensión insoportable en circunstancias cruciales.

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