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Jethro Tull, 50 años no son nada

La única actuación española de los legendarios rockeros británicos no defraudó en el VIº Tío Pepe Festival. Jethro Tull celebra 50 años con un Ian Anderson espléndido

Juan-Carlos Arias
Juan-Carlos Arias
Agencia Andalucía Viva. Escritor
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análisis

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El ‘Tío Pepe Festival’ (TPF) no es un evento veraniego al uso. Su originalidad comienza y termina en agosto de un Jerez desierto con playas atestadas. La VI edición, como las precedentes, sube el nivel de artistas aunque predominan los que cantan en español y tienen gancho para llenar. Este año fueron Melendi, Álvaro & Pastora Soler, Ana Belén, Coti, Carlos Baute & Marta Sánchez, Calros Rivera y Juan Diego Flórez.

Fotos: Tío Pepe Festival, Miguel Ángel Castaño, Andalucía viva

En 2019 Jethro Tull y Alan Parsons enriquecen, en el podio del rock anglo, un Festival impecablemente organizado. Se le añade el marco de unas bodegas, las de González Byass, que se visten de largo con valores añadidos: cenas para VIPs en jardines de ensueño elaboradas por chefs con estrellas de Michelín,  disfrutar del concierto desde palcos repletos de patrocinadores, autoridades y celebrities que no se mezclaban con asistentes exentos de tales privilegios. Se repartían en gradas y patio de butacas. La magia del concierto sigue con el ‘post’ en el TPF Club. Allí es genial seguir degustando copas y tapeo en La Tonelería mientras se disfrutan los sones de promesas de la música. Jerez es así, da chance

Las legendarias bodegas jerezanas montan escenario entre botas de roble americano de San Bruno y San Pedro Nolasco. El olor del caldo avejentado anticipa inmejorables sensaciones. El catálogo de excelencias de González Byass ya es festival anticipado: Alfonso, Solera 1847, Apóstoles, Brandy Lepanto, Rioja Beronia, Viñas del Vero (Somontano), Rones Botrán, Matusalem y Ritual, ginebras London nº 1. MOM, whisky NOMAD…

Fotos: Tío Pepe Festival, Miguel Ángel Castaño, Andalucía viva

El picoteo está al nivel de los caldos y espirituosos indicados de un portfolio inacabable con el sello empresarial de una familia. La cartera debe ir preparada pues los precios no son low-cost; no defraudan el nivelazo del lugar del TPF.  El Fino jerezano lo perdona todo. Es el único icono indultado, como el toro de Osborne, en carreteras patrias por ser ‘Marca España’, por ser parte de un paisaje que une hasta las autonomías.

La cita con Jethro Tull fue la noche del 15 de Agosto. Era la única actuación española de los incombustibles rockeros británicos. El papel estaba vendido al 100% y la expectación del personal iba pareja. Las rockerías (palabro de Jesús Ordovás) españolas daban vueltas por ‘TíoPepelandia’ esperando al otro icono, encarnado por Ian Anderson. Es el único superviviente del grupo y alma irredenta de la mejor música. Se mascaba algo grande.

Lleno y emociones con aperitivo musical

La concurrencia al exclusivo concierto español de los Tull merece un aparte. Los rockeros que nunca mueren se miraban entre sí con camisetas del ídolo-Anderson greñoso. Eran minoría, llamativamente, los fans del grupo. Parecía el TPF una convención empresarial. Una porción del pijerío español decidió disfrutar ‘los Jethro’ como si fuera regata portuense, match de polo en Sotogrande o ‘golf party’ en Costa Ballena. Salieron, todos y todas, encantados; tras revisarse cuerpazos vestidos de marca. Jethro Tull es así. O sea, el agrónomo british que, siglos atrás, inventó la sembradora daba nombre a la cita VIP con un grupo de ‘rockers’ chachi-piruli.

Fotos: Tío Pepe Festival, Miguel Ángel Castaño, Andalucía viva

Otra parte de quienes estaban ahí eran fans de los Tull rendidos a su originalidad y pervivencia, eran angloparlantes hispanizados y hippies-millonarios que eligieron España para vivir y pagar, de paso, menos impuestos. Gibraltareños, militares USA de Rota y provincias, la gaditana y sevillana, con militancia rockera, aportaron más gentes.

Todos, y todas, sabían de Jethro Tull éxitos insertos en ‘Thick as a brick’, ‘Aqualung’ o ‘Living in the past’. U oyeron sólos de flauta del mejor Anderson. Jethro Tull, claro queda, es una marca que trasciende décadas. Pero su discografía se detuvo.

Con el auditorio hasta la bandera y con puntualidad británica, Anderson aparece blandiendo la flauta; esconde la harmónica. Decepción: se le esperaba disfrazado de juglar o de mendigo como habituaba en las portadas de sus más celebrados discos. Eligió camiseta blanca de híper y bermudas de crucerista. Lucía calva-aeropuerto de setentón, gafas graduados y perilla de sabio pillín cervecero. Su veteranía y maestría musical fueron impagables. El pijerío, pues, estaba atónito; los ‘tulleros’ felices, el resto encantadísimos.

Fotos: Tío Pepe Festival, Miguel Ángel Castaño, Andalucía viva

Anderson regaló al personal ‘1000 Mothers’ (Stand Up), ‘Love Story’, ‘A song for Jeffrey’, ‘Someday the Sun’, ‘Dharma for one’ y ‘Beggar’s Farm’ con esa proverbialidad del artista con tablas que es y será Anderson. Dominar la flauta siendo autodidacta suma a quien hace lo propio con la harmónica y la guitarra. Bouree, versión de J.S Bach que clavó con el viento de sus labios, hizo vibrar a quienes no olvidaremos aportes de Anderson a una música clásica del rock-folk que tiene apellido. Los entendidos lo etiquetan el rock de los Tull como ‘progresivo’ o ‘folk electrónico’, pero es genial. Es decir, inclasificable. Ian Anderson enriquece sus clásicos con vida, con arte. Los 60 millones de LPs-CDs que vendieron, las decenas de discos publicados hasta los noventa acreditan que el oficio de Anderson no es fantasmada musical. Es un excéntrico-sabio que desafía a todos con una fuerza en directo más potente que en el estudio.

Anderson correteaba y gesticulaba por el escenario. Acarrea recursos dramáticos que sólo los escoceses aportan a los británicos. Andar al revés que los cangrejos o colgar la pierna izquierda como un flamenco en Jerez lo habitúa, son capítulos de su originalidad comunicativa no verbal. Más mérito tiene todo tras saber que derrotó a una trombosis aguda que casi sepulta a un músico, de 72 años, que colea vivaracho en los 100 conciertos al año que da para celebrar los 50 años del grupo que lidera. Excepto África, 4 continentes dan fe de ello, con llenos asegurados.

Fotos: Tío Pepe Festival, Miguel Ángel Castaño, Andalucía viva

Anderson capitanea un sólido elenco de artistas: David Goodlier al bajo con canas de oficio y sincronización. John O’Hara a los teclados con varios registros de ritmos de sabor medieval, hard-rock… El alemán Florian Ophale destacó con sólos que consolidan la rotundidad del grupo. Fue el único que mantiene las melenas del rock de los 60-70s del pasado siglo. Su edad se lo permite. Scott Hammond a la percusión acredita que la excelencia no es una casualidad. Es gran parte del concierto: sentado, hiperactivo y vibrante da las claves para que todo sea posible.

El grupo tiene mucho ensayo atrás para no decepcionar las expectativas de quien paga mínimo 30 euros por verlos. Y la gira que conmemora su 50º aniversario recorre países, llena estadios y da titulares. Excepto los más encendidos fans de los Tull, no se entiende el frenetismo de conciertos de un Anderson, setentón y millonario (posee islas, granjas en Midlands británico y medio centenar de piscifactorías de salmón en varios países) que no crea temas desde hace décadas aunque su carrera en solitario dio de sí. El hombre que hay detrás de Anderson o no se querrá jubilar, o dejará herencia de infarto o se abonó al ‘no money, no honey’. En el escenario, no obstante, no se le ve nada tacaño. Se entrega a su público como siempre….

La excelente segunda parte

Lo más conocido de Jethro Tull se reservó para un segundo pase. El personal no se creía que, con más de 70 años, todo es posible. Abrió el concierto con el excelso tema ‘Too Old to Rock’n Roll, too Young to Die’. Es el ADN de los Tull, cuyos partícipes -a lo largo de su trayectoria- podrían llenar un campo de fútbol, según admite Anderson tras fundarlo en Luton.

La descarga del rock plus siguió con ‘Pastime in Good Company’. Se basa en partitura musical ligada a Enrique VIII de Inglaterra, el mismo que se desposó con seis mujeres, legalizó el divorcio y se inventó el anglicanismo bajo el orgullo de mirar a los pobladores del globo como ‘overseas people’.

Absolutamente proverbial fue el tándem guitarra-flauta maridados en una sonoridad próxima al Nirvana. Adrian-Ian son pareja feliz. ‘Songs for the Wood’, ‘Heavy horses’, ‘Warm sporram’ y ‘Farm on freeway’ siguieron la noche. El celebrado ‘Aqualung’ y Locomotive Breath’ cerraron una segunda parte del concierto que hizo de la noche algo inolvidable cuando la luna, encima, estaba llena.

Fotos: Tío Pepe Festival, Miguel Ángel Castaño, Andalucía viva

El astro menor aplaudía, desde el cielo, a los Jethro Tull y los premiaba así. Como a Anderson la también incombustible Isabel II cuando le hizo Caballero del Imperio Británico. El territorio imperial privativo de Anderson es, sin duda, el del viento con que carga y tararea su flauta. Meterle instrumento de viento al rock fue tan clave como añadirle la percusión al flamenco. Como hiciera Paco de Lucía con el brasileño Rubem Dantas al cajón peruano y se completara al saxo con Jorge Pardo.

Las facultades vocales de Anderson, a quien parecía incomodar el micrófono, su absoluto dominio de los instrumentos, su teatralidad y la genial conjunción de su grupo hicieron de este un concierto-total. Todo estaba al 100%, como el patio de butacas. Sólo echamos en falta algo nimio y cortés.

Que alguien de los Tull, o Su Majestad-Anderson, se dirigieran a sus seguidores del TPF en el idioma de Cervantes. Un ‘hola’ o ‘buenas noches, jerez’ hubieran bastado. Imitan así a los cubanos Irakere cuando visitan el templo de jazz ‘Ronnie Scott’ del Soho londinense. Chucho Valdés repite allí al personal: ‘Si Ustedes no hablan, o entienden, español es su problema. Yo no sé inglés: ¡Sorry!’.

Prefirió, Ian Anderson, el idioma de Shakespeare. Lo diccionaba como  locutor de ultratumba reportando un informativo. También, Anderson y su grupo prefirieron la copita de Tío Pepe que le ofrecieron dos espectaculares azafatas uniformadas para honrar la marca (con perdón del feminismo) que nomina el Festival al finalizar el concierto. El ‘sherry’, señoras y señores, gusta mucho a los que hablan inglés. Y cerró una visita, de Jethro Tull a España, memorable. Sólo resta desearles larga vida para gozada de su peña española.

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