No estamos sabiendo explicar a nuestros jóvenes que ese botellón puede ser el último. Ha llegado el verano y las playas y paseos marítimos se llenan de grupos de adolescentes de fiesta, pandillas que no tienen conciencia de la letalidad del virus en sus diversas mutaciones. Los chicos quieren vivir su mocedad, la alegría de vivir, y no están dispuestos a renunciar a los mejores años de sus vidas. Es normal, pero en ese ansia de vivir puede estar la lotería nefasta que lleve al hospital y a la muerte. Javier, de 17 años, es uno de tantos que están expuestos a la enfermedad. Hasta hace unos días era un chico fuerte y sano; hoy se recupera a duras penas en la UCI del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, según informa La Razón. Javier ingresó en el centro sanitario con un grave cuadro clínico: fiebre, neumonía bilateral, diarrea, náuseas e hipoxia.
“Al momento de llegar, ingresó en la Unidad Covid y precisó soporte de oxígeno y un tratamiento más fuerte… Sin embargo, no respondió de manera favorable y requirió ser trasladado a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde permaneció ingresado durante cuatro días”, asegura el rotativo madrileño. Tuvo que recibir soporte ventilatorio para intentar aliviar sus dificultades respiratorias. Todo hasta que mejoró y pudo volver a planta, con una evolución satisfactoria hasta que, ahora, ha sido dado de alta.
Estos días los hospitales vuelven a llenarse de jóvenes que caen contagiados mientras las estadísticas nos dicen que son ellos, a falta de vacunación, los que se han convertido en el principal grupo de riesgo. Inmunizados ya los ancianos y maduros, los menores de 30 años se han convertido en el alimento predilecto del coronavirus, que se está dando un auténtico festín en esa franja de edad (muchos han dado por finalizada la pandemia y andan por el mundo sin mascarilla).
Javier salvó la vida
“No se dónde me pude contagiar –se lamenta–, yo no soy de hacer botellones”. Javier afirma que estaba asistiendo a un curso y acudió a comer a un restaurante. “Debió de ser en uno de esos sitios”, explica, aunque no puede decirlo con seguridad. “Es la primera vez que estoy ingresado. Los primeros días me encontraba muy mal, me dolía el pecho y cuando me dijeron que me tenían que llevar a la UCI yo no sabía lo que era. No quiero volver a allí. Me pincharon en las venas, me sondaron… No me gustó nada. Vi a gente muy mal y pensé que yo también podía morir”, recuerda Javier.
Una de las peculiaridades de Javier es que ya se contagió en septiembre. Fue contacto de una persona con covid, por lo que se le realizó una PCR que fue positiva. Tuvo que estar aislado, pero su evolución fue asintomática. Sin embargo, en esta ocasión, la enfermedad evolucionó a una neumonía bilateral que lo llevó a ver la parte más negra de la enfermedad: ingresado en la UCI y con respiración asistida.
“Ahora mismo –afirma la doctora Rita García, del servicio de Medicina Interna del hospital Gregorio Marañón–, el covid está afectando a la población que no está inmunizada. Entre ellos a los jóvenes como Javier. Aunque en este caso ha tenido una evolución mala, algo que puede suceder y que les puede llevar a acabar en la UCI”.
El mensaje de Javier es rotundo y claro: “Yo les diría que no son inmunes y corren el mismo riesgo. Que se cuiden, que usen mascarilla, que salgan solo con un pequeño grupo de amigos. Yo no iría a discotecas. Además, puedes enfermar y se lo puedes pasar a un familiar. Y lo puedes matar; y eso es terrible”.
La doctora Rita García afirma a La Razón que también “es difícil predecir si un paciente va a precisar o no ingresar en la UCI. Especialmente en una población joven y sin otras patologías. Por eso es importante incidir en que nadie puede tener la seguridad de que no se va a poner malo y acabar en una unidad de cuidados intensivos. Por eso se debe apelar a la responsabilidad individual, a la distancia social y el resto de las medidas preventivas para no contagiarse, con especial cuidado en personas no inmunizadas”.
