El hospital Vall d’Hebronde Barcelona ha liderado un estudio sobre el impacto de la COVID-19 en el seno familiar con el objetivo de identificar el nivel de contagio de los menores de edad. Diario 16 ha hablado con el director de la investigación el doctor Pere Soler, jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas y Pediatría, con la intención de poner un poco de luz ante el futuro tan incierto que se presenta con la vuelta al cole.
¿El estudio presenta datos novedosos y concluyentes?
Es un estudio preliminar, que está realizado en un momento distinto al que tenemos actualmente. Y que se concibió con el objetivo de dar información a la población sobre que formas clínicas presentaban estos niños, como se manifestaban, si eran graves o no. Y si podíamos confirmar los datos que veían de fuera.
¿Los niños con patologías previas son factores de alto riesgo?
La mayoría de los niños que sufren esta infección, incluso con una enfermedad de base presentan formas muy leves de la enfermedad.
¿Qué proceso siguió el estudio?
Lo que hicimos fue analizar la transmisión dentro de los grupos familiares. A partir de los casos diagnosticados durante el confinamiento. Hicimos un estudio retrospectivo en el que participaron unas 90 familias.
¿El resultado?
Detectamos que la circulación del virus de adulto a adulto y de adulto a niño es mayor que la de niño a adulto y de niño a niño. Es decir: los niños contagian menos el virus que los adultos.
Hace poco se han dado datos del impacto de la COVID-19 en campamentos de verano, ¿Qué fiabilidad podemos tener de estas estadísticas?
Hay que ser cautos a la hora de extrapolar los datos de los estudios a la vida normal. Como es el caso de los datos extraídos de los campamentos de verano, ya que son espacios abiertos. En nuestro estudio son casos que, por un lado, tienen muchísimo contacto al analizarse las personas que viven en un mismo domicilio y en un momento donde era muy difícil mantener distancia debido al confinamiento; pero, por otro, los niños no se exponían a infectarse fuera. Por lo tanto, el estudio presenta algunas limitaciones en este sentido.
“La mayoría de los niños, incluso con una enfermedad de base, presentan formas muy leves de la enfermedad”
¿Las clases formadas por grupos estables es la medida más aconsejable?
La medida de los grupos estables es la que se ha tomado en la mayoría de países que han iniciado recientemente la escolarización. Es evidente que minimizar el número de contactos del niño, e intentar hacerlo lo más estanco posible, nos va a permitir una trazabilidad mayor y poder seguir los casos para evitar tener que cerrar los centros donde haya algún episodio. Por lo tanto, es una medida que tiene mucho sentido desde un punto de vista epidemiológico.
¿Arroja este estudio mayor tranquilidad a los padres de cara a la vuelta escolar?
Con toda la prudencia, podemos transmitir un mensaje de tranquilidad a la hora de reiniciar el curso escolar. No pretendiendo que el riego sea cero, porque eso no va a existir. Se trata de dar el máximo de información para que las familias, los profesores y las instituciones puedan tomar las mejores decisiones.
¿El estudio acaba aquí?
No. Ahora tenemos una segunda fase que está muy avanzada y que es prospectiva. Abarca desde el 1 de junio al 26 de agosto con más de 500 niños y sus respectivos familiares cercanos que superan los 1500 contactos. A partir de ahí, podremos ver lo que ha pasado y cuál es la tendencia que se ha mantenido después del inicio de la actividad social de esos niños.
¿Un consejo?
La escuela no es un sitio estanco ni cerrado y nuestro comportamiento fuera de la escuela va a tener un impacto importante en el resultado del inicio del curso escolar
