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Interinos, víctimas de la discriminación clasista de la Administración Pública española

La discriminación social existe, pero pocos la ven al ser una «convicción» y los interinos la sufren y la han sufrido. Nada ha ayudado porque han sido usados por los políticos como arietes contra quien gobernaba, a la vez que se les decía una cosa y al mismo tiempo la contraria

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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análisis

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Tal y como publicamos en Diario16, existe una nueva estrategia que se aplicará para defender los intereses de los trabajadores públicos en situación de abuso de temporalidad, según han confirmado juristas, abogados y jueces consultados por este medio.

Para entender lo que publicaremos a lo largo de las próximas semanas hay que ir más allá de lo estrictamente jurídico para entrar en el terreno sociológico. Es un hecho que existe una agresiva batalla por parte de los altos magistrados y por parte de los propios funcionarios de carrera en contra de la fijeza de los interinos.

Ahora que han perdido buena parte de la batalla se atrincheran en el hecho de que no podrán promocionar porque, según su interpretación, los interinos no cumplirían los principios de mérito y capacidad del artículo 103 de la Constitución.

Esta interpretación es el mejor retrato de la situación que muestra el artículo publicado por la Catedrática de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de León, Susana Rodríguez Escanciano. Dicho artículo se titula «Los funcionarios interinos y el personal laboral indefinido no fijo tienen derecho a la promoción horizontal». Entonces, si en el año 2019 era ya materia clara, ¿por qué continúa el conflicto?

La respuesta es la promoción vertical, que tanto miedo da a los funcionarios «pata negra» a quienes los políticos se lo han puesto muy mal para esa promoción vertical por las libres designaciones o los funcionarios «puestos a dedo». Este hecho dinamita el artículo 103 de la Constitución porque, para determinados políticos, no importan los derechos de igualdad mérito y capacidad. A través de los libremente designados se cierra la salida promocional a los funcionarios, y éstos a los interinos.

Discriminación clasista

La Universidad de Málaga lideró una investigación en la que se comprueba que existe una discriminación política a partir de que es más sencillo entablar amistad con personas del mismo color ideológico y profesional.

Para entender esto pongamos el ejemplo por el cual si se pregunta a un grupo de españoles si se consideran racistas, lo más seguro es que respondan que no. Lo mismo, si por lo que se les cuestiona es por la homofobia o los perjuicios de clase.

Están en lo cierto, ya que España ha generado una autoimagen de ser uno de los más tolerantes de la Unión Europea y el surgimiento de la extrema derecha se achaca al descontento ante los partidos tradicionales, más que como un movimiento contra colectivos minoritarios, que acaban compitiendo con el grupo dominante.

Sin embargo, no se puede olvidar que ese sectarismo entre funcionarios y entre funcionarios y el resto de los ciudadanos, fue cultivado y promocionado por el franquismo y el nacional-catolicismo. Es la interpretación de «el Estado como propiedad», como terreno reservado a una casta.

Esta discriminación social existe, pero pocos la ven al ser una «convicción» y los interinos la sufren y la han sufrido. Nada ha ayudado porque han sido usados por los políticos como arietes contra quien gobernaba, a la vez que se les decía una cosa y al mismo tiempo la contraria.

Hemos visto a altos magistrados dictando sentencias cuasi-prevaricadoras, a determinados sindicatos que teóricamente deben defender a los trabajadores pactando el sacrificio de los interinos para salvar sus academias para opositores.

Tampoco se puede olvidar a determinada prensa que apuesta siempre por el poder (no solo político) establecido, denigrando la figura del interino y azuzando contra ellos a «los opositores», como si de una clase social fuera, como si la «plaza» fuera una propiedad privada.

Es esa actuación un marchamo ideológico que ha marcado el conflicto: la convicción de que el interino es un enemigo a la vez que un real competidor en los privilegios conseguidos. Y ese marchamo o marca lo encontraremos en lo que los jueces, abogados y juristas consultados hay denominado como «discriminación ideológica», porque las convicciones, lo son.

Si a alguien le preguntan cuántos amigos tiene de ideología política diferente o contraria tienen, empieza a surgir una realidad que estaba tapada, y a la que no se le estaba haciendo mucho caso. Tenemos la tendencia a rodearnos de las personas que piensan como nosotros y que validan nuestras opiniones. Y esa arma está siendo utilizada contra los interinos.

Es ahora, con lo que algunos analistas dieron en llamar «el fin del bipartidismo» y la necesidad de pactar entre partidos de ideología diferente, cuando sale a la luz de manera estrepitosa esa forma de ser tan española, esta discriminación social y política, que nos aleja de coaliciones como las de países del centro y norte de Europa, y nos permite ver los desencuentros continuos entre partidos políticos con mucho en común, pero que se aferran a las diferencias para no alcanzar un acuerdo.

Se comprueba que en las sociedades modernas y democráticas se generan una serie de discriminaciones radicadas en las convicciones sociales, que influyen en la forma de relacionarse unos con otros, hasta el punto de que la mayoría de españoles prefiere no relacionarse con quien piensa diferente, según se desprende del estudio liderado de la Universidad de Málaga.

Además, este trabajo ha constatado que la exclusión basada en simpatías sociopolíticas es mayor que la de otras formas de discriminación.

También estudia el fenómeno del partidismo cotidiano como forma de discriminación comparable a otras como el racismo y el sexismo. Los investigadores partieron de la base de que las creencias morales cotidianas son empleadas para delimitar cuál es el grupo de pertenencia y con qué individuos las personas se quieren juntar.

Como hace dos mil años, la sociedad actual se mueve por movimientos que se podrían denominar como «tribales», ya sean éstos basados en una estética, compartir un gremio, grupo, característica o en una manera de pensar determinada. El enfrentamiento debe ser analizado, por tanto y todo dicho en términos de legítima defensa, entre los miembros de la tribu de los interinos y las tribus de los «pata negra» y la de los aspirantes a «pata negra», aspirantes a la hidalguía de ser funcionarios.

Para que las cosas continúen como están, para que la casta siga, es preciso negar los derechos de los interinos y ese nuevo modelo que se impulsa desde Europa. En la problemática de los trabajadores públicos en situación de abuso de temporalidad se ha roto la obligación de que todas las instituciones públicas han de ser «ideológicamente neutrales».

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