Ilustración de Alberich.

La vida pública española, el aroma que desprenden las élites extractivas de este país, las políticas y económicas, desprende un insoportable olor a mierda. La gran cloaca de la vida política y económica española ha roto diques y el olor a putrefacción y a porquería corrupta lo inunda todo. Y tal vez el problema, y tal vez lo que pretendan las élites, es que los españoles nos acostumbremos al olor a mierda, de que consideremos la corrupción y la putrefacción como algo inevitable e intrínseco a la vida pública, a la política de este país. Y eso es algo que por decencia mínima, que por la dignidad al menos de nuestros hijos e hijas tenemos que evitar a toda costa.

Hace unos cuatro años, el corresponsal de la BBC en España, Tom Burridge, decía que en España había tantos casos de corrupción que era difícil saber si uno era distinto de otro, pero que, sin duda, el escándalo de Bárcenas y de los sobres era un “game changer”, un punto de inflexión. Por su parte, los corresponsales italianos señalaban que la situación de España es muy parecida a la Italia de la tangentópolis, cuando a Bettino Craxi le  arrojaron monedas a la salida del hotel Rapahel en Roma y tuvo que exiliarse en Hammamet. Lamentablemente no ha sido así.  Y es más, el partido de ese elemento, el PP, ha vuelto a ganar las elecciones y gobierna gracias a la abstención de la gestora del PSOE y de Susana la NiNi. 

¿Será pues el nuevo caso de Ignacio González, el “game changer”, el punto de inflexión? Esperemos que sí. Esperemos que por acumulación, después de Rato, el nuevo escandalo de González, con prisión incondicional y que parece que ha señalado el fin de la lideresa condesa marque por fin un punto de inflexión. Si echamos la vista a tras ya toca. La corrupción y la ciénaga arrasa de un punto a otro de este país. Tenemos al PP, a quien algunos consideran más una organización con ánimo de lucro que un partido, y a su tesorero y a sus numerosos cuadros, sobre todo madrileños y valencianos, imputados.  Pero resulta que también  tenemos los escandalos de miembros de la familia Pujol,  y de la antigua Convergencia. O el caso de los Eres en Andalucía.O la Gurtel. O la Púnica.  Y así podríamos seguir caso tras caso ad nauseam.  Y es que  prácticamente todos los días los españoles nos desayunamos con un nuevo escándalo, con un nuevo caso de corrupción, y a veces en el mismo día con dos o tres casos. Y el olor a cloaca se ha hecho verdaderamente insoportable.

Y todo esto sucede mientras se destruye nuestro Estado de Bienestar, mientras desde el gobierno del señor Rajoy se recortan derechos básicos de los españoles, mientras se empuja a la pobreza extrema a buena parte de los ciudadanos de nuestro país. Esta es la realidad que tenemos. Una realidad en la que las grandes fortunas utilizan las SICAVs para eludir impuestos, en la que el 72 % del fraude fiscal se concentra en los grandes patrimonios, en la que se privatizan servicios básicos para después colocar en ellos a expolíticos a cobrar jugosos dividendos. Lo dicho, la atmósfera de nuestro país, debido a unas élites extractivas que insultan a diario la paciencia y la inteligencia de los españoles con su desvergüenza extrema, es absolutamente irrespirable. Es por ello, por lo que es imprescindible, y aunque sea una tarea hercúlea, que los españoles respondamos de una vez y pongamos fin a este expolio continuo, y sobre todo que no nos acostumbremos a vivir con el insoportable olor a mierda.

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