Los sueldos en España se situaron el pasado año en niveles de 2008, justo cuando comenzó la crisis económica, según el Informe Mundial sobre Salarios 2018/2019 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Así, los salarios decrecieron un 1,8 por ciento, situando a nuestro país a la cola de Europa, solo por delante de Grecia, que ostenta el humillante honor de tener los salarios más paupérrimos del viejo continente (-3,5%).

En 2017, el crecimiento mundial de los salarios cayó a su nivel más bajo desde 2008, muy por debajo de los niveles anteriores a la crisis financiera mundial. El informe constata que en términos reales (ajustados a la inflación) el crecimiento mundial del salario se desaceleró, pasó de 2,4 por ciento en 2016 a 1,8 por ciento en 2017. Las conclusiones se basan en datos de 136 países.

Al analizar los salarios, el informe observa que en los países avanzados del G20 el crecimiento real de los sueldos disminuyó, de 0,9 por ciento en 2016 a 0,4 por ciento en 2017. Por el contrario, en los países emergentes y en desarrollo del G20, el crecimiento de los salarios reales fluctuó del 4,9 por ciento en 2016 al 4,3 por ciento en 2017.

“Es desconcertante observar que en las economías de altos ingresos el lento crecimiento de los salarios está acompañado por una recuperación del crecimiento del PIB y una disminución del desempleo. Además, las primeras indicaciones sugieren que este lento crecimiento del salario continuará en 2018”, declaró el director general de la OIT, Guy Ryder. “Este estancamiento de los salarios constituye un obstáculo para el crecimiento económico y la mejora de los niveles de vida. Los países deberían analizar, junto a sus interlocutores sociales, las maneras de lograr un crecimiento del salario sostenible desde el punto de vista económico y social”, añade.

En general, la OIT alerta sobre la desigualdad salarial, «mayor en los países de ingreso bajo» como España. Según el informe, «los países con los niveles más bajos de desigualdad salarial se encuentran en el grupo de países de ingreso alto, mientras que los niveles más elevados de desigualdad salarial se registran en el grupo de países de ingreso bajo y mediano».

La regla de oro, por tanto, es que a mayor salario menor desigualdad. ¿Pero por qué no suben los sueldos en España pese a que el Gobierno nos dice que hemos entrado en la senda de la recuperación? Los expertos en Economía apuntan a numerosos factores, como las recientes políticas de los gobiernos de Rajoy que han permitido la devaluación salarial en todos los sectores laborales con la excusa de recuperar competitividad; la debilidad de los sindicatos españoles, que no consiguen imponerse para defender los derechos de los trabajadores; el aumento de la precarización del empleo y la proliferación de contratos temporales; el paro estructural; la robotización y la globalización con el consiguiente movimiento masivo de trabajadores de un país a otro.

Pero además hay un motivo por encima de todos ellos que rara vez se cita: la escasa preparación profesional e intelectual de nuestra clase empresarial, tal como alertó el propio Banco de España en un informe anual de 2016. Los empresarios españoles siguen moviéndose con parámetros económicos antiguos, más propios del siglo XIX, es decir, esa máxima que consiste en obtener el mayor beneficio pagando lo menos posible a los trabajadores y sin reinvertir parte de las ganancias en innovación, investigación y desarrollo, ni en ampliación del negocio y del capital, ni en adquisición de nuevos bienes de equipo. Esta concepción obsoleta del mundo de la empresa –superada en países avanzados de la UE como Alemania o Francia‒ está impidiendo en la actualidad que España despegue económicamente. Buena parte de los empresarios españoles obvia que las nuevas filosofías económicas dan por sentado que un trabajador mal pagado es menos feliz, rinde menos y tiene menos dinero para gastar, de forma que la producción se contrae y se genera menos empleo, con el consiguiente estancamiento de la economía nacional.

«Los indicadores disponibles sobre gestión empresarial, que están positivamente correlacionados con medidas de productividad, rentabilidad y supervivencia empresariales, sitúan a España en una posición inferior a las de Alemania, el Reino Unido, Francia e Italia», asegura el Banco de España. La pobreza intelectual de nuestra clase empresarial se debe, según este organismo, «a una menor formación de los cuadros directivos o a un menor grado de profesionalización de la gestión empresarial, en relación con los países de referencia, especialmente en las pequeñas y medianas empresas».

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