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Informar no es un espectáculo de entretenimiento

Vicente Mateos Sainz de Medrano
Vicente Mateos Sainz de Medrano
Periodista y Doctor en Teoría de la Comunicación de Masas.
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análisis

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El sentido del periodismo no es quitar ni poner Rey. El sentido del periodismo no es la beligerancia contra tal o cual partido o Gobierno: salvo el caso de una dictadura que, por su naturaleza, reprime las libertades ciudadanas. El sentido del periodismo tampoco es el endiosamiento de los periodistas que se creen con la fuerza y capacidad espuria, para cambiar a quien los ciudadanos han elegido libremente. El sentido del periodismo es informar a la sociedad con datos y hechos verificados, y no mezclar opinión con información ni calificar ni magnificar lo que se cuenta. Así se coarta la libertad del individuo para pensar por sí mismo.

Informar es dar forma al caos que es la vida, y no aumentar ese caos con la intención de obtener un rédito político o personal. Informar viene del latín informare; literalmente, dar forma a lo que no la tiene y describir la vida por los hechos verificables que esta produce. Por eso, la información no puede ni debe convertirse en un espectáculo, y menos televisivo, donde los sabedores de todo, todólogos (persona que cree saber y dominar varias especialidades), mezclan opiniones de poco fuste —salvo que sean especialistas en la materia—; que la mayoría de las veces responden a un interés político marcado por quien dominada el medio o el programa.

Éste es el origen de la degradación del periodismo —junto a la precariedad de los profesionales (en especial los de infantería) y los gestores de medios pagados con un fin político—; a la que contribuyen las redes sociales que solo ofrecen opiniones de quién escribe el post, o información con un claro interés político o personal. Eso no es periodismo, sino un totum revolutum, que desorienta y confunde al internauta y que, solo en contadas ocasiones, ofrece algún dato nuevo u original, la mayor parte de las veces rebotando la información de un medio periodístico.

El caso Ferreras es el paradigma de esta degradación, al convertir la información en un espectáculo donde el protagonismo no está en lo que se cuenta, sino en la forma y manera de contar por parte de quien dirige y presenta la información; que se ofrece de manera apelotonada y confusa, saltando en segundos de un tema a otro, mezclando información con opiniones de todólogos (en su mayoría), expresadas en segundos para que el programa no pierda ritmo: se trata de un espectáculo televisivo que toma como base la información que solo es un soporte para entretener aunque, en el fondo, confunda y desoriente al televidente. Ferreras es el precursor de este modelo, en un país que no es ni tan grande ni genera tanta información para dar continuidad a programas informativos de horas como los de las grandes cadenas norteamericanas de las que ha copiado mal el formato, porque esos medios —menos la Fox— deslindan bien la información de la opinión.

Cómo adalid de un espectáculo informativo que se agota cada día, Ferreras encarna el modelo de periodismo y periodista que ejemplifica la mezcla entre el informador y el personaje crecido en el engreimiento. En un reciente encuentro familiar en León, algunos de los asistentes, familiares suyos, se asombraron de sus expresiones altaneras y fuera de lugar sobre su capacidad para poner y quitar gobiernos en España; que no son extrañas en un personaje que pacta con el mayor fontanero de las cloacas de España, Villarejo, para derribar al líder de un partido que no gusta al establishment, del que él cree que forma parte. Pobre Ferreras convertido, por él mismo, en agente privilegiado de la degradación del periodismo. 

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2 COMENTARIOS

  1. Correcto, el Ferreras y su pareja, la Pastor, forman el dúo Calatrava; se creen a si mismos que son el summum del periodismo, cuando simplemente dicen lo que el dueño de La Sexta les permite que digan; y para eso están, para decir lo que sus amos le dictan. La desgracia es que muchos creen que lo predicado por estos individuos es la verdad, la pura verdad; cuando simplemente son dictados de sus dueños.

  2. Y como es natural, no puede prescindir, en esa dinámica, de hacer de los debates una confrontación extrema que, al estilo de los Reality Show, la animadversión agite el ánimo del espectador. Así se entiende la persistencia del determinados personajes, a lo largo del tiempo, probada la característica antagónica de su conducta con el modelo que se dice representar.

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