Felipe González, en uno de sus últimos mítines de la campaña correspondiente a la Elecciones Generales de 1996 aludió a José María Aznar y a su esposa, Ana Botella, como “Chucky y la novia de Chucky”. Bueno, en una campaña electoral ya se sabe que se dicen cosas que tienen una esperanza de vida ligada al fin de la misma.

Pero nos quedamos con la imagen del malvado muñeco, que en alguna ocasión se le atribuyó un cierto parecido a Jordi Pujol, padre, aunque los caganers quizá representen mejor a quien llegó a ser molt honorable senyor.

En este espacio, y hace dos artículos, se sacaba a colación la figura del influencer de la que tanto se habla ahora.

“En la actualidad una chica de las que se llaman a si mismas influencer ingresa unas cantidades de dinero enormes tan solo aparecer posando de cualquier manera en su blog o en youtube, esa otra de las fotos o lo que sea, comentando qué ha comido, con quién, si ha montado en bicicleta o con quién se revuelca. Y por hacer eso millones de individuos se convierten en seguidores de la muñeca hueca, lo que le reporta a la exhibicionista una cantidad enorme de pasta porque las marcas se dan de bofetadas por asociar su imagen a tan exigua existencia”, se decía.

La referencia aquí es a la figura del influencer, no en concreto a ninguna persona en particular de las que se denominan a sí mismas como tal, y que, en lo personal, al autor de estos textos no interesan nada.  Según informa prnoticias.com, en su edición del pasado 27 de enero, “por primera vez en España, Autocontrol ha emitido un dictamen contra una influencer por publicidad encubierta. La influencer afectada es Paulina Eriksson que incumplió la normativa al no calificar el contenido que estaba publicando de contenido promocional. El jurado concluyó que la publicidad resulta incompatible con la norma 13 del Código de Conducta Publicitaria de Autocontrol (principio de autenticidad)”.

Autocontrol es una entidad privada integrada por “anunciantes, agencias de publicidad, medios de comunicación y asociaciones profesionales”, siendo  su objetivo “trabajar por una publicidad responsable: veraz, legal, honesta y leal”.

“El contenido y características del post, -sigue Autocontrol-, reunían indicios suficientes como para afirmar la existencia de un propósito publicitario puesto que se focalizaba en un único producto (los auriculares) y se limitaba a exaltar sus virtudes y ventajas”. Y añaden, “la naturaleza publicitaria del mensaje no resultaba identificable por el destinatario, habida cuenta de que se incluía en la propia red social de la líder de opinión induciéndole a pensar que se trataba de un mera opinión personal”. Por lo que ” no se identificó el mensaje de forma expresa y suficiente como publicidad”.

Ésta es la cuestión: ¿Cómo se puede llegar a controlar la diferencia que pueda existir entre opinión y publicidad encubierta o, como se dice en el dictamen de Autocontrol sobre el comportamiento de Paulina Eriksson sobre sus influidos “induciéndole a pensar que se trataba de un mera opinión personal”. Es esa precisamente la franja-limbo de la que aprovechan estos individuos y por la que se hace caer en su anzuelo a sus pánfilos seguidores que, hay que decirlo, “dime quién te influye y te diré quien eres”.

Las cifras de entusiastas seguidores de aquellos personas que se erigen en gentes con influencia son realmente estremecedoras.

Basten los datos de tres de estas influencer que figuran entre las más importantes de España, según Merca2: María Pombo, más de un millón de seguidores, Aida Domenech, más de dos millones de seguidores en Instagram y Paula Gonu, rondan ya los dos millones. Y sin contar con “batallón Pantoja”, incluida una que siempre tiene la boca abierta y la mirada sin fijar en nada ni en nadie.

Independientemente de los tres casos citados con anterioridad y que aquí se citan únicamente por figurar en el ranking antes mencionado, algo debe de haber en todo esto de la presunta publicidad encubierta si tenemos en cuenta el interés que para algunas de éstas  tienen para las marcas. Asociar una marca o un  una producto, en actitud parasitaria, a una imagen del tipo de las  que se vienen comentando aquí, aporta indudables beneficios porque el esfuerzo lo hace quien asume dichos productos presentándolos como opiniones sobre los mismos. Sí, hasta ahora, momento en que el silbato de Autocontrol ha marcado falta a la tal Paulina al concluir el jurado de la entidad reguladora que “la publicidad –la de la citada influencer-, resulta incompatible con la norma 13 del Código de Conducta Publicitaria de Autocontrol (principio de autenticidad)”.

España, súper regulada

En nuestro país existe una norma o un órgano regulador, supervisor para casi todo pero si es cierto que en el mundo de la publicidad se producen excesivos abusos, sobre todo en las televisiones, si tenemos en cuenta las sanciones que impone la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia (CNMC), cifras algunas millonarias.

Eso que se oía de que la ignorancia es atrevida, quizá sea la mejor explicación para entender el confuso mundo de los que ejercen influencia sobre otros. Si consideramos que a una persona, nadie en concreto, con muy pocos años, gana un auténtico pastizal por la cara, nunca mejor dicho, aparece frecuentemente en las teles, le invitan a fiestas, presentaciones y sus photo calls lo que le lleva a salir en las revistas del corazón, le dicen que debe atenerse a una norma parecería hasta comprensible, no aceptable que dijera donde se puede uno meter dicha norma.

Chucky en forma de caganer de la economía famoseo.

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