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Inflación e inflación

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análisis

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Los precios de los bienes y servicios que se ofrecen en un sistema económico nunca son constantes, ya que hay muchos factores que intervienen en la fijación de los mismos y que influyen, cada uno a su manera, en la fijación de los precios finales. Que un bien o servicio determinado pueda variar su precio en un momento dado es normal; puede ser que el bien o servicio en cuestión sufra de cierta escasez, con lo cual, siempre que su demanda se mantenga, su precio tenderá a subir, o puede ser que tal bien o servicio ya no sea tan atractivo como antes para el consumidor, con lo cual su precio, si se mantiene su oferta, tenderá a bajar. Que los bienes o servicios puedan ser más baratos o más caros dependiendo de múltiples factores es habitual y hasta sano (es normal que, por ejemplo, las cerezas sean caras en invierno y más baratas en primavera); ahora bien, «grosso modo«,cuando el alza de los precios de los bienes y servicios de una economía es general y sostenida es cuando se habla de inflación.

Ya que el término inflación hace referencia al comportamiento general de los precios de los bienes y servicios de una economía entendida como un todo, se dice que hace referencia a la macroeconomía, en contraposición al movimiento alcista o bajista del precio de un bien o servicio determinado debido a circunstancias del propio bien, que hace referencia a la microeconomía. En pocas palabras, un bien o servicio determinado puede subir de precio debido a causas totalmente intrínsecas al propio bien, por ejemplo, su oferta y su demanda (enfoque microeconómico), o bien, debido a causas externas al mismo y de tipo general, por ejemplo, debido a la inflación (enfoque macroeconómico).

De todos modos, querer separar totalmente ambos enfoques es un grave error, ambos están plenamente interrelacionados y, a veces, una subida de precios de un bien básico puede provocar o contribuir a una alza de los precios de otros bienes y servicios relacionados con él para, al final, derivar en una cierta espiral inflacionista. Por ejemplo, una subida del precio de los carburantes puede provocar una subida de los transportes la cual, a su vez, provocará en el breve plazo una subida en el precio de las mercancías transportadas, y así hasta llegar a una subida de precios en el bien que adquiera el consumidor final. De la misma manera, los efectos de una política expansiva por parte de las autoridades monetarias puede provocar una alza de precios general, ya que el dinero no deja de ser un bien más, y si se inunda el mercado de, por ejemplo, euros de nueva creación, el valor de estos euros bajará debido a su abundancia, con lo cual los precios generales subirán. Es triste, pero así es.

El problema de la inflación que nos está tocando vivir es que, en mi opinión, proviene de ambos lados, y eso es lo que la hace peligrosa. Por un lado, está la subida de los precios de bienes y servicios básicos como la electricidad y los combustibles y, por otro, el hecho de que la Globalización ha provocado que muchos productos se fabriquen en otras partes del mundo, por ser más barato producirlos allí, y en consecuencia se deban importar. Por el otro, está el efecto del mantenimiento, quizá demasiado prolongado en el tiempo, de la política expansiva del Banco Central Europeo para intentar fomentar el consumo y facilitar el acceso al crédito por parte de las empresa al mismo tiempo que permitía a los Estados el poder mantener su nivel de Gasto Público; me refiero a las llamadas Flexibilizaciones Cuantitativas las cuales, aún habiendo distintos tipos de las mismas, constituyen de manera muy resumida en la compra discrecional de Deuda de los Estados por parte del Banco Central Europeo (BCE).

Adquiriendo la Deuda de los Estados, el BCE puso en marcha, por decirlo de alguna manera, la «máquina de fabricar euros«, inundando el mercado monetario con euros de nueva creación y consiguiendo mantener los tipos de interés bajos para, así, poder superar mejor la pandemia y evitar, en la medida de lo posible, una recesión. Ahora bien, crear euros en demasía lo que provoca es que una vez entren estos en la rueda del consumo, el valor intrínseco de la moneda pueda bajar; a modo de ejemplo, si de repente a todos se nos multiplicara por cien el saldo de nuestra cuenta bancaria y nuestros ingresos también se multiplicaran, quizá no seríamos más ricos que ahora ya que los precios de las cosas se adaptarían a nuestro poder adquisitivo; la moneda habría perdido valor y, por lo tanto, sufriríamos inflación, todo sería más caro. Este es el peligro de «fabricar» euros en demasiada cantidad, la inflación. Mientras la pandemia duró quizá el efecto inflacionista no se dejó notar, ya que en época de consumo bajo lo que se tiende es a acumular y a fomentar el ahorro pero el riesgo era que una vez la pandemia terminara, si toda esta masa monetaria «dormida» entraba en la rueda del consumo, el problema inflacionista no haría más que empezar. En pocas palabras, una política monetaria expansiva excesiva puede provocar inflación por la vertiente macroeconómica.

Ya a mediados del año pasado se empezó a notar un cierto «recalentón» en la economía que presagiaba que la inflación iba a subir, pero la política del BCE ha continuado casi igual hasta estos días. Quizá seguir así hubiera sido lo correcto hasta el fin declarado de la Pandemia si no hubiera habido dos hechos inesperados, la subida de los precios de la energía y la Guerra de Ucrania. La primera, tal y como ya he comentado antes, afecta al precio de gran cantidad de bienes y servicios, pero la segunda afecta al precio de alimentos básicos como la harina (si Ucrania no puede exportar su cereal, la harina se encarecerá ya que habrá mucha menos oferta en el mercado) y, si alimentos básicos como el pan y los múltiples derivados de los cereales se encarecen, nuestra cesta de la compra se encarecerá. En pocas palabras, inflación por la vertiente microeconómica.

Es decir, que en el fenómeno de la inflación actual se juntan «el hambre y las ganas de comer«. El problema es que, además, se le añade un problema estructural que no es otro que la dependencia de la energía fósil, sea ésta proveniente en forma de gas de Argelia o Rusia) y el proceso de descarbonización y desnuclearización al cual la UE se comprometió hace relativamente poco tiempo y que todavía estaba en un estadio inicial, proceso que ha hecho que la dependencia del gas importado todavía sea muy alta y que el aporte de fuentes renovables de energía todavía esté en desarrollo. Aparte, todavía está el efecto que la pandemia provocó en la industria, que fue un auténtico «shock» de oferta, paralizando la producción de muchos bienes que se importan desde otras partes del mundo debido a la Globalización (China, por ejemplo) y que provoca carestías en mucho de estos bienes importados (microchips, etc) y el efecto que la pandemia está todavía provocando en la producción de algunos grandes productores mundiales, como China y su política de Covid Cero, que ha restringido mucho el tráfico en puertos importantísimos como el de Shangai.

Y un problema estructural no se arregla en un día, es decir, no podemos abrir centrales eólicas o llenar España de paneles solares en un día para conseguir que la producción eléctrica nacional casi no dependa de las importaciones de gas (aparte, claro está, que faltaría por definir cómo generar electricidad por la noche o cuando no haya viento, pero eso es otro cantar), como tampoco podemos parar de repente la Guerra de Ucrania para que el grano vuelva a fluir o revertir la Globalización para volver a producir aquí muchos bienes que ahora se importan desde otros países; por ello, sólo queda ver qué harán las autoridades monetarias para intentar controlar la inflación en el corto o medio plazo antes de que los cambios estructurales se puedan llegar a llevar a cabo; una manera de luchar contra la inflación es subir rápidamente los tipos de interés, es una medida que puede ser drástica, pero es efectiva aunque tiene efectos directos sobre las empresas y el paro, aunque hay otras que quizá se puedan hacer sin ser tan drásticos. De cualquier manera, si bien eliminar las compras de deuda del BCE tendría un efecto de moderar la inflación, ya que los euros dejarían de circular tanto, el problema sería que la deuda soberana de países como España se volvería cada vez más cara, su «prima de riesgo» subiría con efectos dramáticos en el Déficit Público. Recientemente se ha anunciado por parte del BCE que estudiará mantener algún sistema para aguantar las primas de riesgo de algunos países, pronto sabremos cuál será ese sistema.

En resumen, inflación e inflación, inflación por lo micro e inflación por lo macro, mal asunto. Quizá se hubiera debido actuar antes, pero también es cierto que quizá fuera imprevisible que se concatenaran tantos hechos consecutivos. ¿Una tormenta perfecta? Quizá, pero prefiero ser optimista i pensar que, poco a poco, se revertirá la situación, ya sea adoptando medidas estructurales a largo plazo, ya sea mediante actuaciones coyunturales que moderen la temida inflación. En cualquier caso, saldremos de ésta.

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