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Industria 4.0, ¿trauma u oportunidad?

Alberto Novoa
Alberto Novoa
Soy de la generación que creció con Barrio Sésamo (1973) y descubrió Star Wars. Me quedó claro lo de arriba y abajo, cerca y lejos, y que la Fuerza siempre acompaña. Participé en la Huelga General del 88 como estudiante y desde entonces no me bajé del tren del compromiso para la transformación: de la militancia cristiana a la de izquierdas, pasé por movimientos juveniles y pacifistas y me afilié a IU en 1997, donde he asumido diferentes responsabilidades en Ávila, Castilla y León e IU Federal. Actualmente soy miembro de la Ejecutiva Federal de Izquierda Abierta y coportavoz de IzAb Castilla y León. El "No a la Guerra" (2003) y el empuje del 15M (2011) me marcaron. Creo en la constancia del compromiso contra la injusticia y defiendo la apertura y confluencia de las izquierdas para resistir la barbarie.
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análisis

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No es noticia de portada en ningún medio de comunicación, pero forma parte del conjunto de asuntos que están ahí, de fondo, que son inminentes, inevitables y trascendentales, y que requieren un análisis para saber cómo afrontar las consecuencias de su implantación. Me refiero a la Cuarta Revolución Industrial, también conocida como Industria 4.0.

El concepto denomina una nueva manera de organizar los medios de producción que se está implantando. El objetivo final, como en toda revolución industrial, es aumentar la producción y la eficiencia. Para ello, con la 4.0 vendría la puesta en marcha de las «fábricas inteligentes», capaces de adaptarse a las necesidades y a los procesos de producción que el mercado exige, en paralelo a una asignación más eficiente de los recursos.

La 4.0 no es aún una realidad consolidada y experimentada, sí un nuevo hito en la evolución industrial que aguarda a la vuelta de la esquina y que sin duda marcará importantes cambios sociales en las próximas décadas. El uso intensivo de Internet y de las tecnologías punta será multiplicado varias veces frente al uso actual, por difícil que nos parezca, para lograr el desarrollo de plantas industriales y generadores de energía más inteligentes, en teoría más respetuosos con el medio ambiente y haciendo funcionar cadenas de producción mucho mejor comunicadas entre sí y con los mercados de oferta y demanda.

Como el resto de revoluciones industriales, conlleva ventajas. Las anteriores mejoraron las condiciones de vida de una parte de la humanidad, si bien fueron acompañadas de los comienzos de trabajos explotadores en cuanto a jornadas, salarios… Llegó la mano de obra barata y la paulatina precarización. Pero claro, no hay que olvidar que el sistema económico capitalista se sustenta sobre una amplia base de pobreza sistematizada y bien estructurada, y las revoluciones industriales las utiliza en su propio beneficio. Por ello, no hay por qué dudar de las ventajas de la Industria 4.0, pero sí prever sus inevitables consecuencias negativas y trabajar de antemano para evitar que los daños sean masivos entre las clases trabajadoras.

El mayor damnificado será el mercado laboral. La implantación de fábricas inteligentes y la robotización de la producción supondrán una destrucción masiva de puestos de trabajo actuales, que afectará no tanto a los empleos muy cualificados ni a los precarizados, sino a toda esa masa intermedia de trabajadores sustituibles por la robótica y los sistemas inteligentes.

Y esta realidad inevitable probablemente coincide en el tiempo con la situación de crisis económica no superada que se inauguró en 2008. Por eso es el momento de tomar conciencia e ir profundizando en debates multilaterales que impliquen a instituciones, partidos políticos, sindicatos y organizaciones empresariales, para su correspondiente legislación al respecto, de forma que el conjunto de damnificados sea paliado con otras medidas laborales y socioeconómicas. En este punto los partidos de izquierdas, junto con los sindicatos de clase, afrontan el reto de saber compatibilizar esta revolución con la defensa y lucha por preservar derechos y libertades igualitarios; que se garanticen los derechos laborales colectivos frente a la tendencia individualista de los nuevos puestos de trabajo.

Por otra parte, también parece conveniente identificar a quiénes están llamados a ser los actores principales que impulsarán esta Cuarta Revolución Industrial: “los gigantes de la red”. Sólo quienes tienen un acceso masivo a la información cuentan con el poder de diversificar su crecimiento, por tanto de implantar la 4.0. Y no son precisamente gobiernos democráticos de países dispuestos a amortiguar las negativas consecuencias del nuevo modelo, gobiernos a favor de los mejores intereses para la mayoría de la ciudadanía, sino que se trata de las grandes empresas de Internet: Google, Facebook, Apple o Amazon.

Estos cuatro gigantes de la información y los negocios, en constante desarrollo y crecimiento económico, corren el riesgo de convertirse en los cuatro jinetes del Apocalipsis para las relaciones sociales y laborales del futuro inminente si los gobiernos democráticos y las instituciones internacionales no regulan su función y las consecuencias de sus acciones. Una nueva suerte de neo feudalismo basado en el control de la información personal que extraen del uso que hacemos de las redes sociales. Ya están desarrollando un modelo de dependencia disfrazado de libertad individual que condicionará los hábitos de producción para un tipo de consumo que consolide un nuevo tipo de vasallaje basado en la satisfacción inmediata de las emociones.

Ante todo eso surgen otras muchas preguntas, algunas enormes, que necesitan una respuesta urgente: ¿seremos capaces de adaptar el sistema educativo adecuado a los nuevos retos laborales de la 4.0 o mantendremos un modelo continuista del siglo XX? Ante la destrucción inevitable de puestos de trabajo actuales, ¿qué hacer con las bolsas masivas de desempleados que quedarán fuera del mercado laboral? ¿Debe cobrar fuerza la idea de una renta universal de ciudadanía, bien de forma permanente, bien de forma transitoria, hasta que se produzca el reajuste del mercado laboral? ¿Cómo abordar el control de los sectores estratégicos por parte de los gobiernos nacionales o supranacionales ante la “amenaza” de los gigantes de Internet? ¿Qué papel deben jugar los gobiernos nacionales y supranacionales en la intervención en la economía a través de una banca pública que frene no sólo a la banca tradicional que ha provocado la crisis económica actual, sino que evite que los gigantes de la Industria 4.0 pongan en riesgo a la propia banca tradicional? ¿Hay suficiente legislación al respecto de la eficiencia energética y nuevas fuentes de energía como para que la 4.0 garantice el respeto al medio ambiente? ¿Deben crearse nuevos impuestos a las máquinas para garantizar la suficiente financiación de servicios de bienestar social ante la evidente destrucción de puestos de trabajo?

 

El debate y algunas preguntas están servidas. De su abordaje y las mejores respuestas que puedan darse depende que la nueva revolución industrial sea traumática o un salto histórico que mejore la vida de la gentes y del planeta.

 

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