Detrás de toda extraña decisión siempre se ocultan estrategias y acuerdos que, en ningún caso, llegan a los oídos de los ciudadanos. Hay penumbras y puertas entreabiertas que procuran más terror que la propia oscuridad.
El indulto de Fujimori fue la única carta que le quedaba al presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, para evitar su destitución, envuelto en el escándalo de Odebrecht. De todos es sabido que dicho país está bajo la mano de los Fujimori, aunque no gobiernen, y que la guerra de los dos hermanos por controlar el poder dejado por su padre ha propiciado y propiciará decisiones que en nada tendrán que ver con justicia o democracia alguna. Los cachorros de Alberto, hambrientos de conquistas políticas, observan desde sus colinas fatuas toda posibilidad posible de trazar la estrategia más factible, y no dejarán escapar ninguna, como así ha pasado con lo sucedido con Pablo Kuczynski.
Toda justicia responsable y toda idea de democracia válida se han encontrado otra vez más con las grietas y los quiebros del tablero político, de la sombra y el dictado de quien puede manejar bajo la mesa la cabeza visible de toda nación o gobierno. Acorralado. Pablo Kuczynski, ha alcanzado un pacto con Alberto Fujimori y su hijo Kenji, y en ello, estos han traicionado a Keiko, y han roto el grupo parlamentario con lo que se ha impedido toda posibilidad de que se aprobara la destitución del presidente por el escándalo de la constructora Odebrecht.
Es probable que, en una u otra manera, los Fujimori alcancen en los próximos años nuevamente la presidencia, pero aunque eso no sea así, aunque no lo consigan, es evidente y notable el poder que sostienen en Perú, y es a la vez, un puñetazo doloroso y asfixiante para todas la víctimas y las organizaciones sociales que ponen el grito en el silencio contra el indulto de Alberto Fujimori por parte de quien, en su momento, abanderó en sus propuestas electorales supuestas reformas que terminarían de raíz con la corrupción e impunidad de la sociedad peruana.
Lo que si queda claro, independientemente del tiempo que Pablo Kuczunski siga como presidente, es que el gran problema del presente y del futuro más cercano de la sociedad peruana sigue siendo el apellido Fujimori.