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Idiocracia

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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análisis

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Dos amigos, Atilio y Minervino se encontraron un paquete cuando andaban buscando setas por un campo acotado. Dentro había una considerable cantidad de dinero en billetes de cincuenta euros. Estuvieron decidiendo qué hacer con la pasta.  Atilio, el más temeroso y apocado, propuso dejarlo dónde lo habían encontrado porque seguramente los billetes pertenecían a una mafia que en cuanto se enterase de que habían cogido su dinero, les matarían sin contemplaciones. Minervino, por su parte propuso entregar el dinero en el cuartel de la guardia civil y esperar a ver si lo reclamaban. Si nadie lo hacía, una buena parte sería para ellos. Minervino convenció sin muchos problemas a Atilio.

Recogieron el paquete y se lo llevaron a cuestas, ladera abajo en busca del coche con el que habían acudido al campo. Cuando divisaron el vehículo, vieron que junto al suyo, estaba aparcado otro que les resultaba familiar. Era el del jefe de Minervino que también se disponía a ir a setas.

Llegados al coche, no pudieron esconder lo que llevaban y que Ulrico, el patrón de Minervino, preguntara qué había en el paquete. Ni idea, dijeron ambos. Pero, tras unas cuantas preguntas, tuvieron que decírselo.

Ulrico propuso, dejarse de policías y repartirlo a partes iguales y no decirle nada a nadie de lo que habían encontrado. En cuanto había visto el montón de billetes, se le habían hecho los ojos chiribitas y había empezado a gastarlo, sin ni siquiera haberlo repartido. Por eso cuando le contaron las dos propuestas de sus colegas, le parecieron inaceptables. Sería de necios dejarlo dónde estaba para que llegase otro, lo encontrara y se quedara con él. Y llevarlo al cuartelillo, les supondría muchos meses de espera y una merma importante en el beneficio. Eso, sin contar que les harían preguntas incómodas y que quizá se quedaran sin nada, porque los picoletos lo querrían para ellos.

Tras muchas discusiones sin llegar a ningún acuerdo que satisficiera a todos, y abducidos por la idea de comprar muchas cosas con el parné, todos aceptaron la repartición que Ulrico hizo del paquete, con la promesa de que ninguno diría nunca nada del dinero y que lo guardarían en casa, sin utilizar el banco para no tener que dar explicaciones legales.

Dos días más tarde, Ulrico reunió a los otros dos amigos para proponerles una solución para blanquear el dinero. Él tenía un bar en el que Minervino trabajaba de camarero. Propuso blanquear el dinero encontrado, poco a poco, como ingresos por la actividad económica del bar. Y aquí empezaron de nuevo las luchas. La propuesta de Ulrico era que, como el bar era de su propiedad, le correspondería el 70 % del reparto del dinero blanqueado y el otro 30 % se lo repartirían entre los otros dos. Minervino decía que puesto que él había encontrado el dinero y trabajaba en el bar, le correspondía el 40 % del total, el 35 % para Atilio que también había encontrado el dinero y el 25 % para Ulrico como dueño del negocio. Por su parte Atilio que estaba en paro y en una situación precaria, era el único que proponía el reparto a partes iguales.

Ulrico no quiso dar su brazo a torcer porque, según decía, la idea y el negocio eran suyos. Lo más que estaba dispuesto a ceder era a un 50 % para él y un 25 % para cada uno de los otros dos. Minervino era el más reacio a ese acuerdo pero, acabó cediendo porque a Atilio le daba lo mismo (ni siquiera quería el dinero) y pensó que como camarero, podría hacerse con parte de la recaudación sin que ninguno de los dos socios se enterase.

Pasados dos años, en los que todos los meses cada uno ponía una misma cantidad del dinero negro encontrado para blanquearlo y luego recibían su parte en dinero legal, resultó que al pobre Atilio apenas le quedaba una quinta parte de lo que le había tocado en el primer reparto. Ninguno de los otros dos socios dijo nada porque ambos habían estado retirando dinero de la caja. Pero al pasar los dos años, con todo el dinero blanqueado, Ulrico tenía tres veces más que lo que le había tocado en el primer reparto y Minervino el doble.

Ulrico estaba seguro de que se había hecho justicia en el reparto, Minervino sabía que no había sido justo pero callaba y Atilio ni siquiera pensaba en si le habían engañado o no.

*****

Idiocracia

El primer paso de la ignorancia es presumir de saber, y muchos sabrían si no pensasen que saben.

···Baltasar Gracián···

Setenta millones de norteamericanos han votado a Trump, según leo en un twit de Juan Tortosa. ¡70.000.000! Hace un par de años, leía un titular que decía que un 7 % de los estadounidenses (alrededor de 16 millones) creían que la leche con chocolate proviene de vacas marrones.  Esto nos puede dar una idea de lo que es la sociedad norteamericana. Trump no es el problema, sino la fiebre de una infección que está causando una septicemia que, de no encontrar tratamiento, o lo que es peor, de no usarlo debido al individualismo, el desafecto y la antipatía que se han inculcado a fuego en el ser humano, acabará con la humanidad tal y como la conocemos hasta ahora.

Hace tiempo que vengo avisando de un tremendo disparate que ha pasado desapercibido. Comenzó con la Thatcher y el pistolero Reagan y se ha generalizado con Trump. Poco a poco se han ido poniendo en duda pilares de una sociedad democrática que estaban firmemente establecidos y que nadie cuestionaba. Empezaron poniendo en duda el derecho de todo ser humano a la dignidad, a la comida y a tener un techo en el que cobijarse y Trump acabó dinamitando desde los convenios de Ginebra de 1949 hasta la ONU, pasando por el proceso electoral americano (que algunos sabemos que no es ni perfecto ni democrático porque para poder presentarse a las elecciones hay que ser multimillonario y recibir ingentes cantidades de fondos de grupos que luego van a pedirte algo a cambio). Un sistema electoral que, cuando le favorecía en 2016 era perfecto, y ahora que le ha echado de la Casa Blanca lo ha calificado como fraudulento.

Vivimos en la sociedad del descrédito. Todo se cuestiona. Desde que el planeta en el que vivimos sea una gran bola que rota y se mueve en el espacio alrededor del sol (cada día hay más imbéciles asegurando que la tierra es plana) hasta que esto que estamos viviendo ahora en todo el mundo, sea una pandemia (hay quién cree que todo es una gran mentira para controlarnos). Desde que la única forma demostrada (China lo ha conseguido así) para acabar con el Covid sea el quedarse en casa y evitar aglomeraciones, bares, fiestas y ponerse mascarilla, hasta el derecho de los pobres a votar. Todos los días y a todas horas hay algún “experto” que suelta alguna parida de este tipo con la intención de que sea una semilla que crezca poco a poco, bien regada por los medios de incomunicación y manipulación, y acabe imponiéndose a derechos que ahora consideramos totalmente inamovibles como el de “un ser humano, un voto”.

Desde hace algún tiempo venimos escuchando cosas como que la izquierda ha perdido el discurso y no sabe llegar a la gente. Y quién más utiliza este argumento son personas que trabajan en grupos mediáticos que manipulan el sintonizador de la ideología de tal forma que nos han hecho creer que la extrema derecha es centro derecha, a la derecha es centro y la social democracia es extrema izquierda. Grupos mediáticos que han convertido la palabra comunista, no ya en un insulto, sino en un arma mortal para la humanidad más peligrosa que la bomba atómica. Grupos que consideran a China, Rusia o Venezuela el eje de todos los males de la humanidad. Periodistas que luego se llevan las manos a la cabeza y se preguntan por qué Donald Trump no quiere abandonar la Casa Blanca y por qué cuestiona el sistema. Sin darse cuenta (no queriendo darse cuenta o haciéndolo adrede) que llevan años loando a golpistas como la bolivariana Añez, blanqueando a peligrosos especímenes de extrema derecha como Leopoldo López, invitando todos los días a sus programas de cháchara para viejas chismosas, a fascistas negacionistas como los de Abascal, aplaudiendo cierres de periódicos como Egin o blanqueando actos dictatoriales como la detención de titiriteros, raperos o activistas. Cuando ves como un tipo como Javier del Pino, al que consideras a salvo de la manipulación de la cadena en la que trabaja, lleva como participante en una tertulia en la que se pretende denunciar la manipulación trumpista, la polarización y la confrontación a un tipo de las FAES, el grupo subvencionado por el estado y dirigido por un odiador “cum laude” como Aznar del que sale toda la manipulación y la confrontación que vivimos en España, te das cuenta de que el negacionismo está tan normalizado en los medios de comunicación que, a pesar de que el fascismo que lo alimenta sea el causante de la enfermedad que padecemos, pasa desapercibido hasta para los profesionales del periodismo más prestigiosos.

No es que el “mensaje” de la izquierda no llegue a la gente. Es que nos han llevado a base de desinformación, de carencias culturales, de descrédito político, de hipocondriaquismo cívico, de años de bulos, equidistancias y actitudes de personas que no sirven, sino que se sirven de la política y del gobierno para hacer negocio y patrimonio personal, a un estado de absoluta esquizofrenia social en el que lo único importante es el culo de cada uno y el único interés por los demás es el de tener likes en las redes sociales. Nos convertimos en sheriffs del lejano oeste denunciando a nuestros congéneres por no respetar las normas pero nos las saltamos igual o más que ellos. Creemos que la legalidad es importante para los demás, pero no pasa nada si nosotros no la respetamos. Estamos cegados por la ignorancia y la avaricia. Algunos creen que las personas de izquierda tienen que ser indigentes, mientras que no les importa que los del peculado ni los expoliadores del patrimonio público sean de derechas. Disparamos a los objetivos que nos apunta con su mira telescópica la mafia periodística y levantamos el cañón ante las tropelías de los malos. El individualismo general de una sociedad totalmente toxicómana que se inyecta en vena Amazon, Primark, el Corte Inglés o el bar de la esquina en el que se desayuna porque ya no tenemos tiempo ni para cocinar, nos ha llevado a desconfiar de todo y a poner todo lo que no sea derecho al consumo en duda. Y ahí está el fascismo aprovechándose del río revuelto. Durante décadas, los pobres creyeron que para parecerse a los ricos deberían poder votar y tener derechos. Las mujeres, para tener las mismas oportunidades que el hombre, creyeron que era necesaria la igualdad. Y ahora, olvidando la sangre derramada por los ancestros para conseguir eso que tanto adoran, los pobres creen que para ser como los ricos hay que parecerse lo más posible a ellos. Consumiendo indecentemente aunque no te lo puedas permitir y figurar, hacer ver, parecer que eres lo que no eres. De ahí que los derechos de los inmigrantes no les preocupen. No son de los suyos. De ahí que consideren que las mujeres no necesitan más derechos o que tienen que volver al papel de esposa sumisa. Olvidando también o ignorando la cantidad sufrimiento derramado por las mujeres para cosas tan normales ahora como poder abrir una cuenta bancaria, conducir un coche o poder vivir solas sin custodia de ningún hombre. Ahora lo importante es lograr el dinero para la próxima dosis. De ahí que no les preocupe si se mete en la cárcel a un rapero, a un activista o a un actor. De ahí que pongan el dedo acusador en el 8M. Ninguna lucha de derechos es importante. Mientras haya internet, un móvil, Tick Tock, Instagram o Netflix, todo lo demás no importa. Mientras las viejas porteras de los matinales de la tele nos entretengan o nos den la dosis diaria de mala hostia para despotricar contra esa basura, nada más importa. La vida es un constante viaje. En los ochenta lo proporcionaba la heroína. Ahora las redes sociales, la telebasura, el móvil y HBO. Confundimos absolutamente todo. Vivimos en un mundo irreal. ¿Cómo no van a vivir los políticos en su nube si nosotros no prestamos atención al sufrimiento de nuestros vecinos?

En esta sociedad del descrédito, el único objetivo es el de conseguir riqueza sin mirar a los lados para ver a quién estamos arruinando, a quién estamos explotando a quién le jodemos la vida para que nosotros podamos tener más y más. Y los valores que pedimos a esos políticos desacreditados: honestidad, decencia y humildad son valores que pasamos por alto en nuestras propias actuaciones. Como el ciego del Lazarillo de Tormes, cada uno de nosotros cogemos las uvas de tres en tres, porque creemos que los demás las cogen a pares. Tenemos tan asumido el papel de ciudadano individualista que se traga sin rechistar el mantra del fascismo, que hasta celebramos como un gran éxito para la democracia, la victoria de un señor de la guerra como Biden, con una vicepresidenta de la que destacamos como esencial en su currículum que es mujer y de color, mientras pasamos por alto que ha llegado a ese cargo a base de ponerse siempre del lado de la brutalidad policial, de decir que está contra la pena de muerte pero echándose a un lado ante las ejecuciones y de buscar más y más condenas (pobres, negros e hispanos) cuando era fiscal del Estado en California porque esa era su plataforma a lapolítica. Y todo porque Trump es un tirano excéntrico que se ha convertido en un antisistema. Decía el otro día Mikel López Iturriaga “El Comidista” que las elecciones de USA eran como en una comida de avión tener que elegir entre una mierda con cristales machacados y un trozo de pollo asado, (La mierda con cristales era Trump y el pollo Biden). Y ahí está el error. Porque primero no deberíamos subirnos a ese avión y segundo no deberíamos consentir que tengamos que elegir entre una mierda que envuelve cristales machacados y otra que contiene pequeñas dosis de arsénico.

Vivimos en una sociedad ciega, egoísta y sobre todo ignorante. Y lo que es peor, de la ignorancia se hace gala. No sólo somos necios, sino que nos empeñamos en demostrarlo.

Salud, feminismo, empatía, república y más escuelas públicas y laicas.

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2 COMENTARIOS

  1. FE DE ERRATAS:

    Evidentemente dónde dice «…que llevan años loando a golpistas como la bolivariana Añez»

    debe decir:

    «…que llevan años loando a golpistas como la boliviana Añez»

    Perdón por la errata.

  2. En 2008 bajo el gobierno de Evo Morales, que presidía Bolivia desde 2006, se aprueba la nueva Constitución.

    Artículo 168 de la nueva constitución promovida por Evo Morales y refrendada por el pueblo boliviano dice. «El periodo de mandato de la Presidenta o del Presidente y de la Vicepresidenta o del Vicepresidente del Estado es de cinco años, y pueden ser reelectas o reelectos por una sola vez de manera continua»

    Tras conseguir que su primer mandato 2005-2009 no contara en el tiempo de permanencia máximo en el poder 10 años, es reelegido en 2009 y 2014.

    Durante su «tercer mandato» Evo Morales promueve un referendo para modificar el artículo 168 y perpetuarse en el poder. Pero lo pierde.

    Evo Morales maniobra e interponer un recurso ante el Tribunal Constitucional con el argumento de que impedirle una nueva reelección atenta contra «sus derechos políticos.» Los magistrados fallaron a favor de Evo Morales en 2017.

    Con el visto bueno del Tribunal y sin importarle la constitución ni el referendo, Evo Morales intenta presentarse a un cuarto mandato.

    Estos son los hechos que llevaron a la oposición a plantarse ante Evo Morales. Y a la golpista Jeanine Áñez a ocupar temporalmente la presidencia.

    Tras convocarse las elecciones, y ganarlas Luis Arce el nuevo candidato del MAS, la golpista Jeanine Áñez, hizo el traspaso de poderes, y Luis Arce, es hoy el presidente de Bolivia.

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