Tú tan del 1 octubre y yo tan del 28 de junio. Tú tan de la noticia de última hora y yo tan de escribir sobre temas de los que ahora no toca hablar. Tú tan de independencia y yo tan de cantar villancicos en verano. Tomo prestadas las palabras de Berto Romero. Él es partidario de felicitar el año nuevo en cualquier momento, especialmente si molesta. Así que yo también he decidido felicitar el Día Internacional del Orgullo LGBTI+ sin descanso, sobre todo cuando nuestros temas son desterrados o tachados de ideología extrema.

El pasado mes se produjo una agresión homófoba múltiple con insultos y golpes en una zona de cruising de Las Ventas. Hace unos días, en el Parque de San Isidro de Carabanchel, una chica trans recibió pedradas e insultos por parte de un grupo de chicos de entre 16 y 18 años. La semana pasada, dos mujeres sufrieron una agresión homófoba en las fiestas de Arganda del Rey. Todo esto en la Comunidad de Madrid, donde expresamos con orgullo que tenemos no una, sino dos leyes LGBTI+. Por un lado, la de “Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y no Discriminación” y, por otro lado, la de “Protección Integral contra la LGTBifobia y la Discriminación por Razón de Orientación e Identidad Sexual”.

Como si son tres, nos da igual.

El calendario mediático se supone fluido, como el género. Pero cuando hablamos de LGBTfobia, tiempo y espacio permanecen inmóviles. “Otro más”, dice impasible cual día de la marmota. “Ya van 192”, cuenta el Observatorio Madrileño contra la LGTBfobia. ¿En cuántas decenas debe aumentar la cifra para que le prestemos atención a esta problemática social? Es difícil encontrar detalles de las agresiones que vayan más allá de una nota de prensa replicada en distintos medios de comunicación. Algunos de los delitos solo se mencionan en Twitter. De muchos jamás nos enteraremos. Actuaremos “a la española”, cuando las pedradas se conviertan en lapidación.

Quizás peco de ingenuo, porque más de 70 asesinatos en lo que va de año tampoco han sido suficientes para desarrollar soluciones eficaces contra la violencia machista de este país.

“¡No grites que no te veo!”, aúlla el Congreso cuando le instan a bregar con dos asuntos a la vez. “¡Procés, referéndum y 155!”, gritan los medios de comunicación por si el ruido de ciertos temas no ensordece lo suficiente. Y nosotras aquí, en silencio, sin noticias de la Ley Estatal LGBTI+. Fue en mayo cuando los grupos de la oposición y la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) presentaron una proposición de ley conjunta contra la discriminación por orientación sexual e identidad de género y de igualdad social del colectivo. Ya sabéis, una disposición intoxicada con ideología de género y que cometerá numerosas atrocidades como la de educar a niños y niñas para que no sean unos cafres que apedrean a personas trans.

Es entendible que, bajo este pretexto, el Foro de la Familia, la Coordinadora Nacional Pro Familia, la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos (Concapa) y Hazte Oír estén en modo Poltergeist. “¡Ya vienen!”, chillan asustados. Apelar al lobby gay, a la ideología de género o a la “Ley Mordaza LGTB” forma parte del nuevo single católico que sustituye al ya anticuado “los gays son unos pecadores y deben ir al infierno”. Excepto el Obispo de Alcalá, muchos ya han modernizado el discurso de forma atractiva y lo han adaptado a las mecánicas discursivas de Twitter y Facebook. Además, han convertido una problemática social de discriminación y odio contra el colectivo LGBTI+ en una refriega ideológica. Una jugada redonda.

Los principales colectivos católicos de España consideran que la Ley Estatal LGBTI+ va a cometer numerosos atentados contra su libertad. La Coordinadora Nacional Pro Familia incluso ha enumerado algunos: prohibir las terapias destinadas a la reversión de la orientación sexual, obligar a bibliotecas públicas y centros escolares a tener material LGBTI+, permitir el uso de todo tipo de instalaciones como baños o vestuarios según el género sentido por cada uno o formar a docentes, madres, padres y tutores en materia LGBTI+. El tiempo que no empleamos en provocar huracanes lo utilizamos en legislar bajo estos despropósitos ideológicos.

Concapa ya está preparando a sus simpatizantes para movilizarse en las próximas semanas contra “la imposición de la futura ley nacional LGTBI”. Así ocurrió en 2005 cuando el Foro de la Familia reunió en Madrid “a millón y medio de personas” para luchar contra la Ley del Matrimonio Igualitario. Medios de comunicación y personalidades políticas han caído en la trampa y creen que el debate sobre la Ley Estatal LGBTI+ responde a una cuestión ideológica y de atentado contra la libertad de expresión y religiosa. La maquinaria publicitaria de autobuses y avionetas ha surtido efecto. 

Posverdad fue la palabra del 2016 y equidistancia va a ser la del 2017.

Menudo cabreo se va a llevar más de uno cuando los libros de texto cuenten que hay más de un modelo de familia o que hay niñas con pene y niños con vulva. Menuda decepción cuando una niña transgénero pueda compartir baño con otras niñas cisgénero. Menudo chasco cuando discriminar por razón de orientación sexual o identidad de género ya no pueda defenderse ni como biología, ni como libertad de expresión. Nosotras seguimos esperando la Ley mientras nos insultan, odian y apedrean. Otra vez más. Ya van 193.

Ya no sé si soy tan del 28 de junio. Tengo miedo a que me llamen extremista.

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