El 28 de agosto de 1963, en Washington, Martin Luther King utilizó, en un célebre discurso, la expresión “I have a dream”, para verbalizar su esperanza, su sueño de un mundo de libertad y de justicia, donde todos (blancos y negros) tuviesen los mismos derechos civiles. En 1964, gracias a los buenos oficios del malogrado presidente J.F. Kennedy, se promulgó la Civil Rights Act, que daba, finalmente, también a los negros, los precitados derechos de los que estaban privados.

Guardando las distancias, yo también tuve un sueño y de él surgió en mí una gran esperanza cuando C’s, UPyD y Podemos nacieron con la pretensión de regenerar la vida política española. Ahora bien, este sueño y esta esperanza se vieron truncados por la guillotina de sus líderes y de las propias cúpulas de estos partidos. En efecto, el apetito de poder —patológico, desenfrenado y desmedido— de Albert Rivera, de Rosa Díez,  y de Pablo Iglesias, así como de las cúpulas pretorianas de sus partidos respectivos, hicieron que este sueño y esta  esperanza acabaron en pesadilla y en decepción para los ciudadanos de bien. En efecto, en las elecciones generales de 2015, UPyD, como hubiera dicho Mario Vargas Llosa, se jodió. Y lo propio le sucedió, en las del 10N de 2019, a C’s, consiguiendo sólo 10 diputados (42 menos que el 28A), y a Podemos, que fracasó en su “sorpasso” al PSOE, cosechando sólo 35 diputados, 7 menos que el 28A.

En los manuales de derecho político, se suelen recoger y citar dos axiomas o principios en relación con el comportamiento de los partidos políticos tradicionales. Todos se proponen conquistar el poder. Ahora bien, una vez conquistado, sufren una metamorfosis, que hace que olviden no sólo las promesas hechas durante la campaña electoral, sino también los principios, los valores y el ideario del partido, y que sólo piensen en incrementar cada vez más su poder y en mantenerse en él el mayor tiempo posible. Esto denota  que, en la vida política cotidiana, todo está subordinado a los intereses personales de los miembros de la casta política, i.e. de los profesionales de la “res publica”.

Contra estos comportamientos de los políticos profesionales, de la casta política al uso, representada por el PP y el PSOE, apareció un antídoto, surgió un “renacimiento político”: C’s, UPyD, Podemos y Vox nacieron, entre otros motivos, para acabar con los comportamientos de los partidos tradicionales y poner en práctica otra forma de hacer política. Por eso, como se suele afirmar reiteradamente en estas jóvenes formaciones, sus  miembros no son, ni quieren ser, ni deben ser profesionales de la política, sino profesionales que, durante un tiempo, se dedican a la política; de ahí la limitación de mandatos, preconizada por todos ellos. Y, por otro lado, como rezaba el eslogan inicial (2006) del neófito C’s, “sólo nos importan las personas” y los problemas reales de los ciudadanos.

Esta nueva actitud ante el hecho político (no somos profesionales de la política) y este nuevo paradigma de la vida política (“sólo nos importan las personas y los problemas reales de los ciudadanos”) fueron el fermento o la levadura  que debía permitir regenerar la vida política y provocar un “renacimiento político”. La esperanza y las expectativas —creadas por C’s, UPyD, Podemos y, ahora, VOX— en muchos ciudadanos españoles, dan testimonio de ello. En efecto, ahí están los progresivos y buenos resultados electorales iniciales de todas estas formaciones en las elecciones —tanto municipales como autonómicas, nacionales y europeas— para corroborar lo que acabo de afirmar.

Ahora bien, esta esperanza y estas expectativas se vieron truncadas  y el sueño de un renacimiento político acabó en pesadilla. ¿Por qué? Porque  los militantes de C’s, de UPyD y de Podemos no actuaron decididamente, sin complejos y sin cálculos politicastros contra los peligros internos, representados por sus líderes y sus cúpulas dirigentes. Para que el proyecto, el ideario y los valores de C’s, de UPyD y de Podemos no se desvirtuasen ni fueran mancillados y prostituidos, la el silencio de los militantes fue determinante. Estaba en juego el “cambio de época política”, estaba en juego el renacimiento de la “democracia participativa y directa”, exigida por los decepcionados del PSOE y del PSC y los “indignados del 15M”, democracia prístina que debía permitir situar a los ciudadanos en el epicentro de toda la actividad política. Pero los militantes se dejaron engatusar y no hicieron nada.

Los militantes y simpatizantes de estos partidos emergentes debieron ser beligerantes e intransigentes con los líderes y la nomenklatura de sus partidos. Estaban en juego y en peligro los principios, los valores y el ideario de C’s, de UPyD y de Podemos. Pero, como los militantes miraron para otro lado, estos nuevos partidos se han convertido en genuinas y auténticas “granjas orwellianas”, que no tienen nada que envidiar a sus hermanos mayores, los partidos políticos tradicionales y al uso (PSOE y PP). Ante la metamorfosis orwelliana de C’s, de UPyD y de Podemos, cualquier consideración, cualquier cálculo  politicastro del tipo “no es el momentote criticar”, “estamos inmersos en una campaña electoral”, “no es bueno lavar los trapos sucios en público”, “sería tirar piedras contra nuestro propio tejado”,… creo que no fueron ni deben ser de recibo y debieron y deben ser rechazados de plano.

El grado de metástasis antidemocrática fue y es tal en estas formaciones, que una actuación rápida y radical (una rebelión de los militantes contra las cúpulas de C’s, de UPyD y de Podemos) fue y parece necesaria, antes de que los medios de comunicación empiecen a difundir (ya han empezado a hacerlo) toda la “basura” (por utilizar un término suave) que han ido generando las citadas cúpulas y que, por desgracia, es mucha y muy variada. Crítica  y autocrítica duras y feroces, con luz y taquígrafos, búsqueda de alternativas y de equipos, regeneración y vuelta a los principios, a los valores y al ideario de C’s, de UPyD y de Podemos —sin esperar más, sin cálculos electoralistas personalistas— éstos deberían ser los banderines de enganche de los genuinos afiliados y simpatizantes de estas formaciones políticas. No haberlo hecho en su momento las ha conducido al ostracismo político y a pasar bajo la guillotina del voto justiciero de los ciudadanos engañados, utilizados, defraudados, indignados y cabreados. ¡Que tome nota VOX, que está en la cresta de la ola! Como dijo Abraham Lincoln,  “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. ¡Ojo al parche!

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