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Huérfanos de Estado

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análisis

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Hechos:

Un tipo pasa por la Plaza Mayor de un pueblo, donde hay un montaje de tipo artístico permitido por el ayuntamiento de dicho pueblo. El individuo no encuentra de su gusto dicho montaje, por lo que decide coger su coche y arremeter por la susodicha plaza, que para más señas es peatonal, y directamente embestir a gran velocidad contra el montaje, estando a punto de arrollar a varios transeúntes.

Estos hechos son claramente  constitutivos de varios delitos, y con toda seguridad serían condenados por todos los representantes políticos sin importar su signo en cualquier país civilizado. Pero claro, todo cambia cuando a los hechos se les dota de personalidad concreta.

El montaje, en este caso, se trata de una performance referida a los presos políticos catalanes, por lo que el tipo que arrolla el montaje, para ciertos políticos deja de ser un peligro público para convertirse en un patriota, un ejemplo a imitar como sugiriera ayer por Twitter nuestro querido Hermann Terscht. Un ciudadano huérfano de Estado, que diría el bueno de Falangito Rivera, al que no le quedaría más remedio que tomarse la justicia por su mano ante tal abuso ideológico. En definitiva, no sólo no se condena el acto vandálico, sino que se puede percibir cierta connivencia con el hecho en sí.

Entonces, aquí desde la tranquilidad de mi hamaca me dispongo a un juego mental propio de la calenturienta mente de un rojo recalcitrante, (filoetarra con toda seguridad), cambiando los elementos del suceso narrado por otros más cotidianos para que todos y todas podamos valorar con mayor precisión la gravedad del asunto.

Pongamos que en lugar de un montaje sobre los presos políticos catalanes se tratase de uno de tipo religioso. Por poner un poner, pongamos que se trata de un montaje sobre la muerte de Cristo, tan típico en la Semana Santa. Pongamos que el individuo en cuestión no fuese el energúmeno españolista del suceso anteriormente narrado sino que fuese yo mismo. Una analogía perfecta. Cambio un energúmeno por otro de signo contrario.

Ya servidos los nuevos elementos del suceso no queda otra cosa que narrarlo. Vamos a ello:

…. Y allí me encontraba yo, paseando por la Plaza Mayor de mi bella ciudad, con mis hijos pequeños de la mano, cuando de repente me topo con un montaje artístico, en el que contemplo con horror lo que parece ser una figura de madera representando a individuo en paños menores, ensangrentado y contraído por el dolor, con una mueca que refleja un tormento inasequible para cualquier ser humano. Acercándome un poco más puedo adivinar que se trata de la figura de Cristo. Un respingo de horror e indignación recorre mi espina dorsal ante lo que entiendo por un culto a la muerte intolerable, por lo que doy media vuelta y me dispongo a volver a casa y alejar a mis hijos de tan cruenta visión. Ellos, sobrecogidos por el terrible espectáculo que acaban de presenciar en plena calle a las 5 de la tarde, me cosen a preguntas sobre el montaje de marras hasta llegar a casa. Evito en lo posible cualquier precisión en mi respuestas, hasta que por fin los dejo a salvo con su madre, que se encargará de ellos, mientras yo, ciudadano comprometido con la aconfesionalidad del Estado, haré lo que tengo que hacer, esto es, subsanar la total carencia de Estado arrollando con mi coche el montaje y aterrorizando a toda esa panda de meapilas asquerosos adoradores de muerte, y así acabar de una vez con esta horfandad insostenible de instituciones que dejan a sus ciudadanos desamparados ante semejantes atropellos ideológicos …

Contado esto, me asaltan varias preguntas:

Qué dirían nuestros ínclitos representantes públicos ante tales hechos? De qué modo reaccionarían? Qué clase de epítetos me dedicarían los medios de comunicación?

Me acusarían de simples actos vandálicos o irían más allá? Tendría que declarar ante un juez acusado de terrorismo? Habría alguien en su sano juicio que aplaudiese mi acción anticlerical? Habría algún periodista que animase a otros a emular mis actos?  Son preguntas todas ellas obviamente retóricas dado que su contestación repele al más básico sentido común.

Dicho esto, poco más que decir al respecto, salvo un par de cositas ya más técnicas. Solamente aprovechar este largo post para recordarle al señor Terscht que animar a la gente a cometer delitos es en sí mismo un delito de provocación tipificado como tal en el artículo 18 del Código Penal. Es un delito de mera actividad, o dicho de otro modo, no requiere de ningún resultado, dado que si a algún otro «ciudadano comprometido» le diese por imitar la «heroicidad» cometida por el energúmeno del suceso narrado, ya estaríamos hablando de un delito más grave, en este caso de inducción, castigado con penas superiores al de provocación. Del mismo modo, esto que hace el señor Rivera, ese conocido «constitucionalista», justificando el acto de arrollar un montaje artístico en una calle peatonal poniendo en peligro la integridad física de los viandantes en base a un pretendido sentido patriótico, también podría ser constitutivo de un delito, en este caso de apología.

Pero no, amigos y amigas. No en España. En este país nada de esto es delito, porque no olvidemos que somos una democracia consolidada basada en un Estado de Derecho fuerte y una justicia garantista, que jamás condenaría actos de esta índole. Faltaría más! Ni que fuesen raperos!

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1 COMENTARIO

  1. Pongamos que a mi me han robado mi patrimonio una noche mientras dormía (aunque el robo ya venía organizandose mucho antes), pongamos que me han robado y le han entegado parte de mi fututo y del de mis hijos a una empresaria de una familia defraudadora de hacienda, aparecida en la lista Falciani de grandes defraudadores, pongamos que esta empresaria está haciendo el gran negocio con el patrimonio de mi familia y el de otras 304.999 familias. Pongamos que todo esto, no solo lo hace con la autorización de los gobiernos del PP y PSOE, sino que además aplauden su acto y obstaculizan cualquier tipo de transparencia sobre el robo para que los afectados se puedan poner en manos de la justicia con más garantías. Pongamos que la justicia no esté tomando ninguna medida cautelar para paralizar la venta de lo robado, ni por supuesto no esté haciendo nada para devolver a los robados su patrimonio cuanto antes. En esa situación de total abandono, cojo un coche y alguna cosa más, me presento en el congreso o en la sede de la empresaria defraudadora y zas, hago lo que tengo que hacer, por dignidad democrática. Estoy seguro de que el riverita, que acompaño a la empresaria defraudadora a Bilderberg y todos los demás que exculpan a este del coche y las cruces, dirían lo mismo, que es normal y está totalmente justificado. Si su idea de la ley es esa, ok, hay que tomar nota.

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