Es excelente QUINCE LLAMADAS PERDIDAS, el libro de relatos de Rubén Abella que, como demuestra su contenido, se llevó con todo merecimiento el 55 Premio Literario Kutxa de San Sebastián.
Conocí a Rubén cuando ganó el Nadal en su categoría de finalista, cinco años después de que lo hiciera quien ahora escribe este artículo, con su novela EL LIBRO DEL AMOR ESQUIVO.
No había vuelto a leerlo hasta mi amigo Cristian Romero me llamó la atención sobre su calidad.
-Deberías leerlo, Javier. Te gustará.
Y en efecto, me gustó. Mucho. Esa mezcla de barro y perlas afiladas como navajas. La distancia al narrar, y el recordarnos que no hay vida que por muy normal que sea no pueda convertirse en espanto o maravilla por un soplo inesperado de viento. Casas de juego, coches, comisarías, la mesa donde un hombre monta maquetas…
Todo parece normal. Y puede seguir siéndolo. O dejar de serlo. Rubén Abella mueve los hilos, y es capaz de cualquier cosa. De arrancar al lector una sonrisa o hacer que su cara se transforme en un puro sobresalto.
No es fácil que una colección de quince cuentos posea un aura común, se mueva dentro de una niebla que aúne y haga que se potencien los unos a los otros, los relatos. Abella, con sus QUINCE LLAMADAS PERDIDAS lo ha conseguido. Me propongo hacerme también con LOS OJOS DE LOS PECES para seguir buceando en sus relatos.
(Mecanografía: TM)