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Hijoputismo especulativo represivo

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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Ya no hacía falta ni pasar lista. Era evidente que la mitad de los vecinos se habían quedado en casa. Ni las seis arrobas de vino, ni la caldereta de cordero al escondite (muchas patatas y poca carne), ni las treinta hogazas de pan, ni siquiera la docena y media de tortas de chicharrones, que es lo primero que desaparecía siempre, habían movilizado a la gente para aquella aportación pública de trabajo “a concejo”.

Todavía eran bastantes, unos pocos más de la mitad, los que se habían acercado hasta el prado de Simón, dónde había que arreglar una de las alambradas que vallaban el espacio mancomunal dónde pastaban las vacas y los bueyes desde mayo hasta los primeros días de julio en los que se iniciaba la cosecha y la hierba pasaba paulatinamente de un verde recio a un verde azulado apagado, antes de tornarse a un gris pardo y por último a un amarillo casi blanco. Siempre que el alcalde y el jefe de la Hermandad llamaban a concejo, al acabar los trabajos invitaban a los que habían colaborado con su esfuerzo y su sudor a una comida de hermandad. Mucho vino, muchas patatas, escasa carne y lo que al principio era buen ambiente, risas e historias jocosas, se fue convirtiendo en críticas por lo bajini contra el alcalde, el Jefe de la Hermandad y alguno de sus adláteres correveidiles que siempre salían beneficiados del trabajo conjunto a cuenta de los dineros de las arcas municipales.

En esta ocasión no iba a ser distinto. Para reforzar y apuntalar la valla del prado comunal, Jacinto, el jefe de la hermandad, había cargado al erario municipal cinco kilos de clavos, tres metros cúbicos de postes de madera, cien metros de alambrada y veinte kilos de pintura. Cuando acabaron el trabajo, habían usado unos cien clavos (no llegaba ni al kilo), nueve postes, diez metros de valla metálica y las dos latas de pintura permanecían sin abrir. Ya que estaban en el prado, habían arreglado el paso sobre el arroyo del Enebral que “casualmente” habían agrandado para que sirviera también de acceso a una finca del alcalde cuya entrada estaba por el otro lado del río. Ahora Diosnelio, el alcalde, podía por fin construir una cochera para el carro y los aperos. Algo que ya había intentado en varias ocasiones y a la que los vecinos de las tierras aledañas, por los que debería pasar para acceder a la suya, se habían opuesto porque el paso de servidumbre, sólo obligaba para el cultivo. Como en otras ocasiones, los clavos, la valla, los postes y la pintura, desaparecerían por el camino. En la próxima, habría una nueva factura para el ayuntamiento.

El trabajo comunal “a concejo” era una práctica ancestral en La Rival. En un municipio con 350 almas, de las que sólo centena y media estaban en edad de contribuir, hubiera sido imposible acercar la fuente hasta la plaza desde el manantial, a casi tres kilómetros del pueblo, pagando por los trabajos. De igual manera, no se hubieran podido construir los puentes sobre el río Lanza que dividían tanto el casco urbano, como el resto del término municipal y que, en invierno, hacían complicada la labranza al otro lado. Tampoco habrían podido construir la nueva escuela, cuando la vieja se quedó pequeña. Durante siglos el trabajo comunal había ido salvando las contrariedades que en la sociedad de la villa de La Rival, iban sucediendo. Así había sido hasta que el abuelo del actual alcalde, el viejo Diosnelio al que llamaban el Pancista, comenzó a ligar los trabajos comunales a sus intereses particulares.

Lo que acabó sucediendo fue que, el primer damnificado, el tío Nochebuena, un buenazo del que todos se aprovechaban, acabó mal con el alcalde porque este le obligó a cambiar una tierra en la que sembraba verduras y hortalizas y por la que se accedía al manantial de la fuente que abastecía al pueblo, por un secarral pedregoso en medio del páramo. Podían haber ocupado sólo cuatro metros lineales pero el viejo Pancista, que hacía años que le había echado el ojo a la mejor huerta del pueblo, acabó cambiando los restos (otros nueve metros lineales), ahora municipales,  de la antigua huerta de Nochebuena, por un celemín de encinas que había junto a la fuente y que, aunque no era necesario, acabaron talando para construir una caseta que guardara el manantial. Los hijos de nochebuena fueron los primeros que dejaron de asistir a las llamadas a concejo. Más tarde vinieron otros, y después otros. Los que acuden al trabajo comunal, llaman sinvergüenzas a los que no lo hacen. Dicen que el pueblo es de todos y que todos disfrutan luego de lo que se hace en común. Algunos, los menos, también critican al alcalde y al Jefe de la Hermandad por sus corruptelas. Pero insisten en que si la gente no acude a la llamada de Celedonio, el alguacil, pronto no habrá caminos por los que transitar, ni puentes por los que cruzar, ni agua que recoger de la fuente.

La mayor parte de los que no acuden ya al concejo, saben que eso es así, en cambio, no están dispuestos a trabajar gratis para el beneficio del alcalde y del Jefe de la Hermandad. Sólo piden un cambio en las normas para que, en la llamada al trabajo comunal, los trabajos a realizar sean exclusivamente municipales, que las cuentas sean claras y lo que no se gaste, se haga inventario y se guarde para otra ocasión.

*****

Hijoputismo especulativo represivo

Cuando Winston Churchil dijo aquello de «La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás» sin duda, ya era consciente de que el ser humano es la peor alimaña contra su propia especie. Ya en la propia Grecia antigua La Ekklesía (asamblea) era un club exclusivo, y las mujeres, los esclavos y los residentes extranjeros, tenían prohibida su participación en el «gobierno del pueblo», y por tanto, la toma de decisiones se reducía a aquellos hombres libres que tenían tiempo y ganas de asistir a la asamblea.

En teoría y sobre el papel, como decía el errabundo Sir, la democracia es el mejor de los sistemas políticos porque permite que los ciudadanos puedan participar libremente de las decisiones del gobierno que le atañen.  Pero, ni siquiera en los sindicatos y organizaciones asamblearias existe la democracia pura porque no todo el mundo puede elegir lo que se discute y se vota y en la mayor parte de las ocasiones los participantes votan, primero por interés particular (dejado de un lado lo que es mejor para la comunidad) y si no hay ese interés propio, por afinidad con alguno de los ponentes.

En esto que ahora llamamos democracia pero que sin embargo han convertido en un hijoputismo capitalista especulativo represivo, el voto es indirecto e inservible. Se supone que votamos a unos señores para que decidan en nuestro nombre qué es mejor para la sociedad que nosotros queremos. Y digo se supone, porque en realidad, esos señores no representan a los ciudadanos que los han elegido sino a los partidos por los que se presentan ya que, si uno de ellos lo deja, no elegimos a otro, sino que es el siguiente en la lista del partido el que entra en su lugar. Es más, está tan asumido que es la formación por la que se presenta la “dueña” de su escaño, que a todo aquel que acaba no comulgando con lo que se supone que su partido o su líder no debería bajo ningún concepto aceptar,  y se va al grupo mixto llevándose el escaño, se le llama tránsfuga aunque sólo debería serlo el que se pasa al lado contrario y por motivos espurios. Está tan asumido, que los señores diputados no votan en conciencia sino por “órdenes” del partido. Y el que no respeta la disciplina,  acaba siendo apartado.

Así las cosas, nos encontramos con que la gente, que no es tonta, y que empieza a estar hasta las narices de tanto mamoneo, comienza a sopesar para qué molestarse en perder media mañana o media tarde de un domingo festivo para depositar una papeleta en una urna, si al final resulta que su voto vale lo mismo que un billete del Monopoli en la caja registradora de un gran almacén. En las últimas elecciones celebradas en Andalucía, el partido más votado no fue ese condenado dos veces por corrupción. La opción que se impuso fue la de la abstención con 2.647.810. Casi 42 de cada 100 electores se quedaron en casa.

Siempre he sido detractor de la abstención. Porque siempre he pensado que votando se podría llegar al gobierno y con ello cambiar las cosas. Hasta ahora. El fiasco que me he llevado con PODEMOS es de tal calibre que me he planteado seriamente ¿votar, sirve para algo? Es verdad que, conociendo el percal, estos caraduras que pretenden ser nuestros representantes, se agarrarían al sillón y darían las elecciones como válidas y por tanto, seguirían brindando con champán tras la victoria, aunque la abstención llegara al 90 %. Porque el sistema son ellos y ellos son los que dictan las normas. Pero, ¿de verdad el voto condiciona las políticas? Durante años, ese partido que un día asaltó el infiltrado de Carrero, el que departió tras su investidura como presidente amablemente con el narcotraficante Pablo Gaviria Escobar, ha venido asustando a la gente y llamando a las urnas al grito de “que viene la derecha”. Y sin embargo la derecha nunca se fue. El PSOE es el gran culpable de que, tras la muerte del fascista cobarde eunuco, los corruptos del régimen franquista, no sólo no desaparecieran sino que tomaron más fuerza haciéndose más demócratas que Tierno Galván de cara a la galería y siguiendo actuando con total impunidad como lo llevaban haciendo durante los 40 años de dictadura. Las directrices tras la entrada en la Unión Europea contra los monopolios y contra las empresas públicas, aquí se tomaron al pie de la letra, y aprovechando que el Arlanzón pasa por Burgos, legaron todo lo público a los que, durante décadas, había traficado con el racionamiento, se habían hecho de oro con mano de obra esclava precedente de los presos políticos que así purgaban pena, y habían crecido al amparo de las corruptelas de la dictadura.

Algunos, no paran de repetir que con 35 diputados no se puede hacer nada. Son los mismos que se agarran a esos 35 representantes para ponerles la medalla de la subida de salario mínimo, de la reforma laboral (que ellos creen que es un éxito), de la ampliación del permiso de maternidad o de que el aborto sea asumido por la seguridad social. Ni una cosa ni otra. Treinta y cinco diputados no dan para gobernar porque en España, como en otros países, las directrices se dictan en Berlín y aquí, el gobierno de turno las acepta sin rechistar. Como soflama o excusa tienen siempre la Espada de Damocles de la distribución de los fondos europeos. Si usted, querido lector cree que exagero, tenga a bien ir a este enlace y leer. No es mío. Y es de un medio de los que gustan al régimen y al hijoputismo.

Yo, de esos 35 diputados que llegaron a conseguir entrar en la Carrera de San Jerónimo, cuando voté a los de mi provincia, sólo esperaba una cosa: que fueran honestos, coherentes y sobre todo que no me mintieran. No quería que entraran en un gobierno con los trileros del PSOE, sin embargo, entraron. No quería que ocuparan carteras porque son una trampa para ratones ya que, aceptar un cargo, en el que no tienes autonomía económica y en el que dependes para todo de los ministros fuertes del PSOE sólo puede traerte problemas, desconfianza y pérdida de credibilidad. Sin embargo también lo hicieron. La gota que colmó mi vaso fue que se enrolaran en las mentiras de Sanchez Castejón, que se hayan convertido en uno más de los de este régimen corrupto hasta la médula y que no sean capaces de contarnos lo que está pasando y quiénes son los que realmente mandan sin haberse presentado a las elecciones.

Quizá no pudieran impedir que entráramos en la guerra del imperio.  Quizá no pudieron impedir que se le regalen armas con el dinero de nuestra sanidad, de nuestras pensiones y de nuestra educación a un régimen nazi. Pero si podrían haber abandonado el escaño cuando el Nazi apareció vía telemática para aporrearnos con sus soflamas de nazi de mierda. Y sin embargo, permanecieron allí y aplaudieron las estupideces de un actor con problemas. Quizá no puedan conseguir un referéndum sobre el sistema político que queremos: monarquía o república. Pero hay formas de dejar claro su apuesta por la república. Quizá no puedan conseguir que se renueve el Consejo General del Poder Judicial, pero hay formas de obligar a su renovación, como solicitar a los jueces “progresistas” que presenten la dimisión en bloque. Y sin embargo ahí siguen negociando por si pueden meter la pata una vez más como ya lo hicieron con los dos últimos jueces ultras a los que dieron apoyo con la excusa de que ahora el PP tendría que aceptar a los suyos y que como ya sabíamos, no va a suceder. ¡Si ni siquiera fueron capaces de respaldar a su diputado más capaz cuando le echaron del Congreso de forma ilegal!

En una democracia, no deberíamos consentir que el rey (un rey nunca deja de serlo) tenga que ser investigado en Londres, un ex presidente del Gobierno en Andorra, los genocidas del franquismo en Argentina y a los comisionistas de Madrid en el Tribunal Europeo. En una democracia ningún presidente del gobierno, ante el asesinato (a estas horas que pueden ser más) de treinta y siete personas en la valla de Melilla con Marruecos (después de que la policía marroquí se adentrara dentro del territorio español para devolver a los migrantes en caliente, lo que es absolutamente ilegal), saldría indemne después de decir públicamente que agradecía a la policía marroquí y española el haberse empleado a fondo para evitar que los migrantes llegaran a España. Y que sus socios en el gobierno no hayan abierto la boca, les retrata y supone una decepción más aunque ya sea difícil defraudar más.

En una democracia, después de que la CNMC (comisión Nacional del Mercado de la Competencia) confirme en un informe que las petroleras dispararon sus beneficios a raíz de la subvención de los 20 céntimos a la gasolina, el presidente del Gobierno estaría en la calle con una investigación por prevaricación sobre sus espaldas.

En una democracia, ningún político podría tener silla en un Consejo de Administración de una eléctrica después de haber tomado decisiones legales en beneficio de las mismas, que afectan negativamente a los ciudadanos.

¿Realmente tu voto condiciona la política? Los pilares del régimen se sustentan no sobre la democracia, sino sobre el control del Poder Judicial, de los medios de represión y de los de difusión del catecismo espiritual y sobre un poder legislativo y ejecutivo que no legisla para beneficio de los ciudadanos sino para los de los cleptócratas que ejercen de mayorales del régimen y para los que desde la sombra, sin presentarse a las elecciones, deciden sobre todos nosotros.

Circulen y sigan votando porque es muy posible que yo esté equivocado. O no.

Salud, feminismo, ecología, república y más escuelas públicas y laicas.

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