A todos esos guardias civiles que cada día se preparan para afrontar su servicio, sin saber lo que les va a deparar la jornada.

A quienes en cada turno se han de levantar a las cinco de la mañana para estar listos a las seis, a quienes han de almorzar a las doce y media por que antes de las dos les está esperando un compañero con ganas de que llegue ese relevo, o a los que les toca pasar la noche en vela atendiendo las incidencias mientras la mayoría duerme y descansa.

A quienes inician su jornada a las seis de la mañana y finalizan veinticuatro horas más tarde, con un descanso de ocho horas entre el servicio de mañana y el de noche, para luego cruzar los dedos y en el mejor de los casos descansar dos días consecutivos. Pues puede que al día siguiente esté comiendo de nuevo a las doce y media de la mañana para entrar a las dos de servicio, de nuevo.

Y así se pasan los meses, en un tobogán de duras jornadas, donde sin ningún tipo de cadencias se alternan días trabajados y descansos. Eso sí, que no coincida empezar una semana con descanso y en la siguiente se descanse un fin de semana, porque para ese guardia civil ¡supondrá trabajar diez días consecutivos!. Y con unos horarios nada agradecidos, como ya he mencionado anteriormente, pero además con un trabajo realizado en la calle. Aquí no hay oficina, ni office, ni un “ahora vuelvo en cinco minutos”, tan solo un coche patrulla donde se comparten incidencias, vivencias, y muchas horas de servicio. Siempre atentos a una emisora donde en cualquier momento pueden avisarnos de una urgencia, en otras ocasiones la actuación comienza al observar directamente la comisión de un delito, o la sola sospecha del mismo. Y no, tampoco importa si estamos empezando o quedan cinco minutos para finalizar y nuestro servicio se alarga más de lo normal. Si la jornada se prolonga, no esperes gratificación alguna en horas extraordinarias. Es nuestro deber, sí, pero eso no impide que sea reconocido como un sacrificio extra.

Y así llevamos desde 1844, y algunos sin darse cuenta de que el calendario ha visto pasar dos siglos. Pero el honor es nuestra divisa, y esto parece que repetido mil veces hace lo ingrato menos gravoso. Mientras a los de siempre se nos pide sacrificio, abnegación, obedecer sin protestar, otros que precisamente han de velar por la calidad de vida de miles de hombre y mujeres miran para otro lado. Con ellos no va eso del sacrificio. Y es que desde el año 2009 los guardias civiles estamos solicitando una cadencia fija para trabajar, como cualquier otro trabajador y trabajadora, pero esto no va con la Guardia Civil, es mejor recurrir al sacrificio y abnegación que mejorar las condiciones de ochenta mil trabajadores que tan solo piden conciliar vida laboral y familiar con garantías.

Por eso, desde estas líneas rindo un merecido homenaje a esos héroes anónimos que día tras día cumplen puntualmente, prestando seguridad y velando por los derechos y libertades del conjunto de la ciudadanía, mientras que es a ellos mismos a quienes se les niegan los derechos que ya disfruta cualquier otro colectivo en pleno siglo XXI.

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