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Héroes

Me dan miedo los directores de orquesta

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Todos podemos ser héroes por un día. Observo una cierta juanadearquización de los protestantes recientes, he visto a una mujer llorar aguardando movimientos de los encargados del orden público, sin que conste violencia alguna por ninguna de las partes. Quizá la visión de la Gloria, de la exaltación del destino cumplido en el Paraíso lleven a una lágrima.

Para mí la vida es tan sencilla que nuestra redomada estupidez la convierte en algo extramadamente complicado, para sentir la ilusión de que somos algo más. Pero no lo somos, no somos nadie. Esta gigantesca confusión que denominamos sociedad es terrorífica, apabulla, hace mucho que no está entre mis aspiraciones esa fantasía de dirigirla como a una orquesta bien avenida, creyendo que a cada batutazo mío los violas van a danzar a mi ritmo. No. No lo creo. Al revés, ahora me dan miedo los directores de orquesta.

“Que se ha de vivir oculto” recomendaba el sabio helenístico, y hace mucho que he considerado ese consejo, siempre usado sin perder la cabeza. Pero ahora siento una amenaza sutil que llega de todas partes y no me consuela el vivir apartado ni creo que me salve. Porque el héroe ve más allá, sabe el futuro y trabaja por él; la heroína sabe lo que hacemos, tiene la capacidad de calibrar si eso es bueno o no para nuestro destino común y, claro, en esa disyuntiva a veces tiene que soportar estoicamente el tormento o aplicarlo con exquisito finalismo; nunca es personal, si siquiera cuando lo sufre, su entrega es total, pero tampoco cuando lo inflige: en el fondo es por el bien de todos, por nuestro bien.

Me dan miedo los héroes. Gente cuya dignidad es tan grande que se les sale del cuerpo ocupando banderas, expandiéndose por el aire anegándonos con himnos patrióticos. Llegados a ese punto de éxtasis, si les tocas sus músicas o sus trapos: invades su intimidad, tocas su intimidad… y se defienden. Yo, torpe natural y palpadignidades, en este mundo de héroes friso todo el tiempo la muy legítima agresión de aquéllos cuyo reino no es de este mundo.

Les veo arriesgar sus vidas y la de los demás, la mirada puesta en el horizonte como estálines delineando el Estrecho de Bering, como ramonessúñeres alzando el nazibrazo cual césares de la imperial romanización. Ay, cómo son, qué maravilla de humanos, siempre propensos a la depuración, al ordenamiento, a pasar por alto las minucias de la vida: niños, amores, enfermas, pobres, sexo, comida tranquila disfrutada con amistades, incluso la propia vida: su destino único en lo universal no repara en lo diario, una fuerza mayor les atrae como una magnetita enorme a un clamor de corazones de hierro.

No lo soporto, no puedo. Nosotros no somos el “nosotros” de su “ellos o nosotros”, nosotros somos su “ellos”… Iba a pedir que me bajaran de esta manía, pero no creo que haga falta; me bajarán, a mí, y a usted, y a usted y a usted, los demás, los otros, somos ese impedimento para alcanzar la Gloria, esa Gloria que es nada porque nosotros no la vemos; su fe hiperdesarrollada no se ciega con la sangre de las visceras, por eso no dejarán de aplastar, porque en el fondo es su pacifismo el que dirige la batalla y eso la legitima, a la Guerra, ¡a la Guerra!, ¡¡a la Guerra!!, ¡¡¡a la Guerra!!! Podemos ser héroes, sólo por un día.

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