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Heraldos de la hecatombe

Vicente Mateos Sainz de Medrano
Vicente Mateos Sainz de Medrano
Periodista y Doctor en Teoría de la Comunicación de Masas.
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análisis

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El flamante premio Nobel de economía, Nuñez Feijóo, ha afirmado <<Vamos a una crisis profundísima>>, días después de confundir la prima de riesgo con los tipos de interés o de cuestionar que las autoridades europeas fueran a autorizar al Gobierno topar el precio del gas, cuando la UE ya lo había autorizado. Ejemplos —hay muchos más—, que evidencian su desconocimiento sobre la situación económica española; y el deseo de trasladar a la ciudadanía la imagen de un país en bancarrota encubierta.  Ha cambiado el líder, pero no hay nada nuevo bajo el sol en el PP, empecinado en el cuanto peor mejor que ya lo arreglaremos nosotros cuando gobernemos, como implícitamente dice a diario Cuca Gamarra.

Los economistas son otro espacio repleto de augures apocalípticos que nunca se responsabilizan de sus vaticinios si no se cumplen. Liberados de esa responsabilidad, analizan y valoran los datos en función de su creencia: conocedores de que lo negativo vende más que lo positivo. El economista Niño Becerra se ha visto obligado a aclarar su pronóstico de que estamos ante el último verano: <<creo que la gente quiere vivir el momento porque saben que esto, de alguna forma, es un final… sabe que a partir de septiembre hay un declive. Cada año de una manera diferente>>. Creencia de réplica fácil: ¿Y cuando no ha sido así? A los españoles les gusta vivir el veraneo no por temor a ningún final, sino porque trabajan todo el año para ello y saben que septiembre siempre trae subida de precios y gastos extras.

Y saben de la dificultad de la situación por la guerra desatada por un sátrapa, lo que no significa que haya que regodearse continuamente en la negatividad de unos datos, ya sufridos por los españoles en momentos mucho peores. En 1977, año crítico en el proceso democrático, la inflación era del 26,4%, y no bajó a un dígito hasta 1994 con el 9%; con un interés al crédito por encima del 20% en 1980. Aun así, se configuró el sistema democrático en medio de una fuerte agitación social por la reconversión industrial, del tejido productivo y el aumento desbocado del paro.

Terreno abonado para expandir la hecatombe son los medios de comunicación —no solo los que juegan de parte— que nos machacan a diario con números y porcentajes, olvidando que la abundancia de datos abruma al receptor que se pierde; como las comparaciones con etapas en las que las cifras eran mejores, pues elegir unas u otras depende de la intención de quien elabora el mensaje. En un contexto de caída del crecimiento económico, la noticia debería ser que se sigue creciendo y el paro reduciéndose, y no que no crece como se esperaba: ¿Cuál era la cifra esperada? Los errores que degradan el periodismo son muchos y su intencionalidad jamás es inocua. Algunos ejemplos de primero de periodismo:  nunca se cuenta lo que el espectador ya sabe, como hacen los Telediarios machaconamente, sobre la subida de precios que no informan de nada nuevo y aumentan la percepción negativa del futuro; no se califican las informaciones con adjetivos comohundimiento, crisis, fracaso o se dispara, que acentúan el efecto negativo de la noticia, y no dejan que el espectador valore por sí mismo su gravedad. Sin embargo, ¿por qué no informan sobre cómo se forman los precios desde el productor hasta que llegan al mercado o a la gasolinera? ¿No saben, no quieren o no pueden hacerlo? La tendencia apunta que el crecimiento económico seguirá debilitándose mientas el pequeño zar no ponga fin a la guerra; pero eso no significa que el sonido tronante de las trompetas anunciadoras del Apocalipsis sea un hecho indefectible, como esperan y desean algunos.

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