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Hay un desasosiego en el aire

Joan Martí
Joan Martí
Licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona.
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análisis

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Hay un desasosiego en el aire. Tenemos la sensación de estar entre un presente casi terminado y un futuro que aún no nació. Aparece como una aceleración de la rutina. Las continuidades se acumulan, la repetición se incrementa. La vivencia del vértigo convive con la del bloqueo. La eventualidad de catástrofes personales y colectivas parece cada vez más probable. Las rupturas y las discontinuidades, de tan frecuentes, se convierten en rutina y ésta, a su vez, se vuelve catastrófica.

Esta inquietud que experimentamos no reside en la lógica del calendario, sino la desorientación que producen los mapas cognitivos, sociales en los que hasta ahora habíamos confiado. Los mapas que nos son familiares dejaron de ser confiables. Los nuevos mapas son, por ahora, líneas tenues, poco menos que indescifrables. Vivimos, pues, en una sociedad de intervalo, en una sociedad de continua transición. Esta condición y los desafíos que ella nos presenta reclaman una racionalidad activa, en tránsito, tolerante, exenta de certezas.

Debemos aprender qué se necesita para seguir con vida en un mundo lleno de situaciones inciertas, con el dolor esperando a   la vuelta de la esquina, el error abriendo   sus fauces como una trampa en un bosque,   y siempre solos, sin recetas ni consejos ni voces susurrando una respuesta.

Tratamos de entender, porque en este correr hacia adelante no entendemos nada y sólo entendemos de manera provisoria. Nunca entendemos del todo las cosas, nunca conseguimos arreglárnoslas del todo con este mundo, cualquier verdad solo es una verdad a medias, todas las aseveraciones son provisionales, pero sólo en esta ambigüedad acontece inevitablemente toda comprensión humana.

Si todas nuestras preferencias son relativas, si resulta imposible ordenar nuestras preferencias en función de criterios racionales o fundamentos firmes, el orden que nuestras preferencias adopten surgirá de la resolución y la gravedad con que se abrace cada una de ellas. El absolutismo resulta así la contracara del relativismo contemporáneo.

Debemos avanzar sin reparar en obstáculos, eso debe de ser todo. No obstante, todo viaje, toda aventura (en el verdadero sentido de la palabra lo que ocurre), se desdobla en una exploración interior. Lo que hacemos y lo que pensamos semejan la curva exterior y la cuerva interior de un vaso: una modela a la otra.

Por eso el viaje de entender es, en cierto modo, un intermitente estar despierto en la noche que abarca más que toda claridad. Entre estos dos extremos del estar despierto y de la noche flota todo el pensamiento, todo desasosiego.

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